Se oyó la madera crujir agudamente cuando la madre subía las escaleras para despertar a la pequeña, el olor a café recién molido y tostadas algo quemadas inundaba el lugar, la madre llamó dos veces a la puerta y luego entró a la habitación, la pequeña Lisa aún estaba metida en la cama tapada hasta las orejas y fingiendo estar dormida tratando de que su madre sintiera compasión y la dejara saltarse un día de clases, pero su madre ni se percató de aquella táctica y separó las cortinas dejando la luz pasar a la habitación, Lisa se cubrió la cara con el edredón y omitió un sonido en forma de queja, la madre continuó moviéndose por la estancia aun sin haber dirigido palabra a su hija, abrió el armario y sacó un vestido y unas medias dejó las prendas en la silla y se dirigió hacia la puerta.
—Lisa despierta ya, que si no llegarás tarde, te dejo ahí la ropa de hoy, el desayuno está abajo anda date prisa. Luego cerró la puerta y se oyeron los pasos alejarse.
La niña empezó a estirarse en su cama y por fin abrió los ojos, instantáneamente puso una cara de enfado y amargura porque se dio cuenta de que era el comienzo de otra semana, de nuevo, se levantó y pisó el suelo frío lo cual incrementó su ira y empezó a vestirse. El vestido que le había elegido su madre era bonito y cómodo, una prenda azul con lazos blancos, uno de los favoritos de Lisa, pero como ella ya se había levantado enfurruñada decidió llevarle la contraria a su madre y ponerse algo que hubiera elegido por sí sola, cogió una falda con estampado de flores y una camiseta que no combinaba en absoluto se puso unas medias negras y bajo por su desayuno.
Su familia ya estaba desayunando, su padre el cabeza de la mesa, estaba leyendo un periódico como todas las mañanas, era un señor algo calvo y gordo pero con buenos sentimientos al cual le importaban mucho sus hijos, era de rasgos rústicos lo cual era un gran contraste con la madre de Lisa la cual era una mujer elegante y delgada con nariz pequeña y carácter afable además de una sonrisa gentil, Lisa también tenía dos hermanos el mayor de pelo oscuro y cejas pobladas incapaz de callarse o decir algo medianamente inteligente y el hermano pequeño el cual apenas tenía un año de edad, así que Lisa aun no tenía nada contra el excepto que no tenía casi pelo aunque ella pensaba que era normal porque su padre tampoco tenía mucho.
Lisa se sentó el la silla vacía al lado de su madre y todos la dieron una bienvenida calurosa a lo que ella solo respondió con un buenos días. El padre comenzó a reír.
—Vaya parece que alguien ya se levantó con mal pie, eres muy poco mañanera ¿sabes Lisa?.
—Oh Edu no la molestes más solo está cansada—dijo la madre
—Ni que no durmiera, se levanta así todos los días—replicó el hermano, tan observador como siempre.
—No estoy cansada, solo odio el colegio—interrumpió la niña.
—Lisa ya te he dicho muchas veces que no me gusta que digas esas cosas—respondió la madre.
La niña no dijo nada y se concentró en morder la tostada, ella daba por finalizada la conversación pero su hermano decidió que no la habían molestado suficiente y prosiguió.
—Además ¿que odias exactamente de la escuela? Tienes ocho años no hacéis nada a esa edad, yo en cambio estoy aprendiendo cosas importantes como ecuaciones y química que si es difícil y no me quejo.
A Lisa le molestaba cuando hablaba con ese tono de superioridad podía estar aprendiendo lo que le diera la gana pero suspendía todas sus asignaturas, solo se creía más inteligente porque era cuatro años mayor que ella, Lisa prefirió no decir nada y acabarse su desayuno.
Posteriormente se levantó de la mesa, se lavó los dientes, preparó para salir y dirigirse al colegio, justo antes de irse su madre la gritó que hacía frío y que se llevase el gorro, guantes y un paraguas con ella porque luego llovería, Lisa solo cogió el paraguas y los guantes porque no encontró su gorro, se abrochó el abrigo y empezó a correr hacia el punto donde quedaba todas las mañanas con Miguel. Por fin le vio esperándola con la cara enfurruñada y moviendo su pie derecho porque llegarían tarde, otra vez. El niño tenía el pelo oscuro algo largo y rizado además de una piel pálida con pecas y ojos marrones como el café.
—¡Por fin! ¿Se puede saber como eres capaz de tardar tanto por las mañanas? Llevo esperando diez minutos.
Lisa se había quedado sin aliento y tenía la cara roja del esfuerzo
—Perdón Miguel, la próxima vez vete sin mi no me enfadaré—replicó mientras paraba un momento para descansar.
—Está bien no te preocupes yo te esperaré siempre—Dijo el.
Después de eso empezaron a caminar hacia el colegio algo rápido pero no agobiados como para correr.
—Oye Lisa hace mucho frío ¿donde está tu gorro?.
—Es que no lo encontré esta mañana.
Sin responder Miguel se quitó su gorro y se lo puso a Lisa en la cabeza, ella no rechistó y se limitó a dar las gracias.
Llegaron al colegio y todo el mundo estaba sentado en sus clases, el aula de Lisa estaba más cerca que la de Miguel así que se despidieron y el corrió hacia su clase, ella vio al pequeño niño con las orejas rojas del frío irse y luego llamó y entró a su clase. Lisa fue regañada por la profesora y castigada después de clases por la tardía pero a Lisa no le importó, ya no estaba enfadada.
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Palabras sin pronunciar
Romans"Le vio a él, observándola como si no hubiera nada más en el mundo que mereciera ser visto, como si fuera arte que debía ser contemplada." Amantes unidos por el destino y separados por la vida, Lisa y Miguel darán todo lo que tienen el uno por el ot...