Lisa emprendió su camino hacia el instituto, que se había convertido en rutina desde hacía ya tiempo, la tormenta señalizando el comienzo de la primavera ya se había quedado atrás, y fue sustituida por brisas con olor a flores silvestres. El corazón de la adolescente empezó a latir fuertemente presagiando algo bueno antes de pasar, ella se paró un instante a atrapar su aliento, como si su andar fuera el causante, pero al girar la esquina se dio cuenta que ese no era el motivo.
Miguel la esperaba, como solía hacer hace años, cuando eran mucho más cercanos de lo que eran ahora. Su cabeza miraba hacia arriba contemplando el azul del cielo, respiró profundamente cerrando sus ojos. Lisa se paró en seco al verle, pero luego camino hacia el, cuando Miguel se percató de los pasos miró fugazmente de quien se trataba, y al verla a ella se le iluminó la sonrisa.
—Buenos días, Señorita Ayana— dijo el con un tono travieso.
A Lisa le sorprendió que se dirigiera a ella de tal forma, así que apartó la mirada y se sonrojó, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Hola Miguel, no te esperaba aquí— dijo ella, haciendo un esfuerzo por mirarle a los ojos.
—¿No te alegras?— dijo el caminando a su lado.
—Claro que me alegro, pero ¿Como es que ahora puedes?— respondió ella.
—Mi madre ya no me lo puede prohibir, no vivo con ella— dijo Miguel, cambiando a un tono más serio.
—¿Ahora vives solo?— dijo ella algo preocupada.
—No, mi abuela por parte de padre de mudó aquí, y vivo con ella.
—¿Se mudó aquí?— preguntó ella.
—Si, hace unas semanas, pensó que tanto cambio sería demasiado, y no le importó venir al pueblo conmigo— dijo el.
—¿Y tu madre...?—Lisa no se atrevió a acabar la pregunta.
—No habló con ella, lo último que se, es que la pidieron que fuera a un centro de rehabilitación, tuvo que vender la casa, así que no creo que vuelva al pueblo.— dijo el de una forma que Lisa no pudo analizar.
—Miguel...— empezó ella, pero fue interrumpida.
—No te preocupes, estoy bien— el se giró a mirarla y mostró una amplia sonrisa, luego la envolvió con su brazo, descansándolo en los hombros de ella, y cambió el tema a algo sin importancia.
El día continuo normalmente, y a la salida el ya la estaba esperando, ella corrió en su encuentro sonriente.
—Vaya, alguien tiene energía, ¿no?—Dijo el entre carcajadas.
—He tenido un buen día— respondió Lisa.
Ambos se dirigieron al centro del pueblo para compartir una pizza. Al acabarlo el compró un bonito ramo y se dirigieron de vuelta a casa, las conversaciones saltaban de un lado para otro de forma natural, y las carcajadas nunca paraban, el acompañó a Lisa a la puerta de su casa.
—Mamá, Miguel viene conmigo— grito ella nada más pisar el suelo de madera.
La mujer salió de la cocina secándose las manos en un trapo algo viejo. Y al ver al chico sonrió de forma honesta.
—Hola cielo, me alegro mucho de verte—prosiguió a decir.
El le entregó el ramo acompañado de un "muchas gracias por su ayuda". Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y abrazaron al adolescente. Aceptó el ramo, y le invitó a cenar, lo cual el rechazó, excusándose porque su abuela le esperaba en su casa. Se despidió de forma educada y abandonó el hogar. No, sin antes quedar la mañana siguiente con Lisa.
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Palabras sin pronunciar
Romans"Le vio a él, observándola como si no hubiera nada más en el mundo que mereciera ser visto, como si fuera arte que debía ser contemplada." Amantes unidos por el destino y separados por la vida, Lisa y Miguel darán todo lo que tienen el uno por el ot...