Mis dedos tamborileaban en el volante. Nunca en mi vida me había puesto tan ansioso como ahora, me sentía en un sueño, en un tebeo impío o en unos textos idolátricos. Me preguntaba si yo era adecuado para Rodrigo, ¿me veré bien? ¿No tengo mal aliento? ¿Y si esta cita es un desastre? No había tiempo para contestar, estaba afuera de su casa esperando a que saliera.
Sintonicé la radio en la estación de música clásica para relajarme un poco, lamentablemente El clave bien temperado de Bach solo me traía recuerdos dolorosos. Por un momento tuve el impulso casi incontrolable de arrancar la camioneta y manejar sin rumbo durante toda la vida, sin embargo no era lo suficientemente valiente y no tenía gasolina infinita.
Empezó el No. 10 BWV 855 con su energía y solemnidad característica a retumbar en el espacio de mis recuerdos retorcidos. La imagen de David y animales hechos con papel de colores se estrelló en el parabrisas, no pude más y apagué la radio y apagué mis sueños. Mi respiración se agito y mis pies se mojaron en un río de llanto.
El ataque de pánico fue interrumpido por los suaves golpes de Rodrigo en la ventana, en ese instante el tiempo se detuvo, parecía que estuviera observando una obra de arte, Rodrigo vestía un traje negro precioso junto con una corbata roja muy brillante, para rematar sobre sus hombros caía una gabardina y sus ojos azules iluminaban la calle. Yo vestía similar a él, solo que mi corbata era azul.
-¿Vas a abrir la puerta o sigo esperando?
-Perdón...hoy te vez muy guapo – una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo y un intenso color carmín anegó mis mejillas.
-No te quedas atrás, hermoso Leonardo – a través de la ventanilla encerró mi cara con sus manos y encendió un beso lleno de amor.
-Vámonos que hoy el día es largo.
Nuestra cita, planeada por el azar, comenzó de forma atípica, antes de entrar al restaurante de comida italiana en el que teníamos una reservación un par muchachos se nos acercaron para hablar sobre la palabra de dios, Rodrigo tomó iniciativa y me jaló de la mano lejos de los pseudo predicadores. A lo lejos escuché que uno de ellos gritaba: "dios no siempre perdona".
La comida transcurrió de manera normal, en ocasiones se hacía un silencio que rozaba en lo incomodo, aprovechaba para servirme un poco de Bordeaux. En realidad no había demasiado que decirnos, conocía todo de él y él de mí, bueno, casi todo.
La conversación versaba sobre nuestras aventuras como universitarios y el futuro que tanto anhelamos, los sentimientos que quisiera gritarle aún se mantienen difusos y errantes, lo único seguro que sé es que sus caricias, abrazos y palabras me hacen sentir en el cielo.
Junto con el mareo producido por el vino salimos del restaurante para ir al cine, una película de Luis Buñuel sería el cierre perfecto para este día estrellado. Al terminar la función una intensa lluvia nos impidió llegar a la camioneta. No tuvimos más opción que sentarnos en unos bancos y esperar.
-Me la estoy pasando genial, gracias por esta experiencia tan maravillosa – fue la primera vez que vi a Rodrigo tímido e inseguro. Sonreí.
-Gracias a ti por elegirme – un beso acompañó mis palabras.
- Para ser sincero contigo, me siento culpable. Por mi culpa la relación con Diana se estropeó, parecían ser felices juntos - bajó su mirada. En el cielo las nubes se agolpaban.
-No es tu culpa, no es culpa de nadie lo que paso. Las personas cambian y yo cambie mis sentimientos.
-¿Qué sentías por ella?
-Todo, pero no lo suficiente. No hablemos de esas cosas. Centrémonos en este momento, hermoso Rodrigo – la lluvia no cesaba, mucha gente se acumuló en torno a nosotros cubriéndose de la incipiente tempestad, sin saberlo, eran testigo de que ahora mismo me estoy entregando completamente a una persona en cuerpo y alma.
Ni en los momentos más intensos con Diana sentí un efluvio transformador que me incita a cambiar por completo mi vida, a dejar ir los malos recuerdos y los monstruos. Puedo ver quién soy realmente y el daño que me he provocado tratando de ocultar las heridas del pasado. Aún tengo muchas cosas que resolver, pero este es el primer paso. Rodrigo me miro directo a los ojos, sus enormes perlas marinas me consumieron, un reflejo de alegría se sumergió en una gruta abisal.
-Nunca me dejes – hundió su cabeza en mi pecho.
-Jamás lo haré – apreté fuertemente entre mis brazos lo que sería de ahora en adelante el objeto más deseado para mí. – Eres como el título de la película que acabamos de ver.
-¿Cómo?
-Ese obscuro objeto del deseo.
______
-¿Ves eso? Ahí en el cielo, mira con mucha atención.
-No veo nada, tío.
-Fíjate bien, hay una mancha de leche y una serpiente emplumada, detrás, un colibrí bebiendo las manchas de un jaguar.
Diego jugaba con la mente de David, lo obligaba a ver al firmamento y viajar por sus brumosos pensamientos. Esperaban a Helena afuera del teatro donde se presentaba, ella contestaba amablemente las preguntas de los escasos reporteros que venían a hacer una pequeña nota de la obra solo para rellenar los espacios en el periódico.
-Solo veo un montón de luces parpadeantes.
-Entonces estás viendo bien.
-¡Mis dos hombres favoritos! – Helena besó la frente de David y abrazó a Diego. – No sabía que me estaban esperando.
-Mamá, luces hermosa. Fue idea de Diego venir por ti.
-¿Qué cantaste? – Diego miraba a las nubes buscando la silueta de su hermana.
Los tres subieron al maltrecho auto de Diego, mientras conducía, Helena le contaba a ambos la espectacular experiencia de cantar frente a cientos de personas. A lo lejos un camión de carga zigzagueaba por el camino.
-¿Saben que es lo mejor de cantar frente a mucha gente?
En momento todo acabo, el camión se estrelló directamente con el auto de Diego, metralla de metal y cristal se dispersó en el aire.
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En la orilla
RomanceRodrigo y Leonardo dos almas encontradas por el destino, esconden profundos y oscuros secretos que los atormentan en el presente. El afán de Rodrigo por amar a Leonardo se encuentra con muchos obstáculos que seguramente los destruyan en el camino. ...