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La música invadía cada rincón de la casa, el humo de cigarro se colaba por cada hendidura, subía por las paredes hasta estacionarse en el techo. Era el cumpleaños de Helena, la madre de David. Decidió celebrarlo solo como ella conoce, a lo grande y con mucho, muchísimo alcohol. El lugar estaba repleto entre amigos y familiares, todos bailaban, reían y sobre todo bebían como si no hubiese un mañana.

En la parte de arriba, lugar reservado para los niños, amargados, borrachines y parejas que quieren un poco de intimidad, estaban David y sus amigos: Teresa, Andrés, Rubén y Laura.

-Que aburrido, solo nos botan aquí mientras ellos se ponen ebrios – intervino Teresa, sentada frente al televisor, los demás estaban coagulados en la cama.

-Vamos a jugar botella – habló Laura.

-Pero no tenemos una – repuso Andrés.

-Abajo hay muchas, ven Andrés vamos por una y regresamos – los dos salieron del cuarto y bajaron las escaleras.

El resto se sentó en el piso formando una media luna. Laura y Andrés no tardaron en regresar. Traían algo más que una botella. Las manos no les alcanzaban para cargar la botella vacía, otra llena de tequila, un six pack de cervezas, una bolsa de botanas y unos vasos de plástico.

-No podemos beber eso – dijo David en un ataque de responsabilidad y sensatez.

-No seas cobarde, además todos están borrachos, nadie se va a dar cuenta – respondió Andrés pasando un vaso a cada quien y abriendo las botanas.

La botella giraba, las verdades y los retos se confundían entre sí. Todos se animaron un poco y tomaron una cerveza. Era la primera vez que tomaban alcohol. El sabor no le gustaba a nadie, la cerveza a sus jóvenes paladares les supo agria. Nadie la rechazaba, pues, según ellos, ya eran suficientemente maduros para beber alcohol.

-Te toca, David, ¿verdad o reto? – Rubén mantenía la lata de cerveza en la mano.

-Reto.

-Te reto a besar a Teresa.

Teresa sentada junto a David rio. Los dos se miraron por un instante. Teresa mantenía sus manos entrelazadas, expectantes e impacientes, el sudor, tal vez provocado por el calor de la temporada o por los nervios, se deslizaba por sus dedos. Volteo la cara hacia David, el pelo le cubría un ojo.

David, por inercia o por curiosidad, tomó la mejilla de Teresa y en un delicado movimiento juntó sus labios para cumplir el reto. Los demás observaban entre incrédulos y divertidos. La juventud, la inexperiencia y la sensación de descubrir cosas nuevas les brotaba por los poros. La botella comenzó a girar otra vez. David miraba a Teresa, Teresa miraba la botella.

**

-Esa mujer hace fiestas cada fin de semana. No tiene respeto por su hijo – la mujer en el asiento del copiloto dirigía su vista a la casa ruidosa y llena de luces.

-¿Por qué es la fiesta esta vez? – un hombre estacionaba el auto con mucha torpeza.

-Es su cumpleaños. El pobre David debe estar muerto de sueño.

Leonardo escuchaba la música y la conversación de sus padres en silencio.

-¿Puedo ir con David? – el auto se detuvo.

-Ya es muy tarde, además allí nadie los vigila y hacen muchas tonterías tú y David – La mujer, con su voz y sus manos de madre juzgaba duramente a su vecina.

-Nadie nos tiene que vigilar, ya somos grandes.

Ninguno quería admitir la responsabilidad de dejarlo ir a una fiesta donde seguramente lo que menos había era globos y serpentinas. La cara de Leonardo era todo un ruego. Era buen hijo, estudios y casi no discutía con sus padres. Se merecía salir y distraerse un rato.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora