Ahí estaba él, sentado en una pequeña banca de madera, a su alrededor había muchos dibujos de diferentes personajes de caricatura, cintas de colores y abejas de papel con ojos felices. A su lado un hombre de aproximadamente unos 30 años leía el periódico, el encabezado principal decía que un grupo de sicarios se enfrentó a plena luz del día con una patrulla militar cerca de un restaurante. El artículo narraba la situación de inseguridad que se vivía en la región y el éxodo de miles de habitantes huyendo de la violencia.
A Raúl no le gustaba pensar en la muerte cuando estaba tan cerca de su hermano, miró sus converse, se imaginaba quitándoselos y tumbándose en una cama de clavos. La imagen de Antonio le vino de repente, la desdicha y el placer de su amante se le juntaban como se juntan las mariposas monarca, como se juntan los buitres a comer carroña. En su mente las preguntas y los miedos se agolpaban por igual. La angustia de si volvería a ver el cielo otro día lo estaba matando lentamente, desde hace mucho quería dejar todo ese mundo tan brutal, pero siempre se encontraba con la misma calle sin salida. El destino le señalaba que la vida de criminal era para él.
-¿Tú eres el familiar de Rodrigo? – una mujer con un delantal azul a cuadros blancos lo miraba entre curiosa y asustada.
-Sí, soy su hermano.
-Acompáñame. – Esa mujer fue la que llamó a casa a las 7 de la mañana, desde ya a Raúl le empezó a caer mal.
-¿Para qué me quería? – Raúl no era el mejor en eso del tacto y los buenos modales. La mujer torció la boca, desaprobando su actitud
-Me llamo Adriana – le extendió su mano pero Raúl no se movió.
-¿Qué quieres? – Adriana comprendió que lo mejor sería entrar en tema rápidamente.
-Rodrigo se porta bien, obedece a todo lo que le indico – sopesó las palabras en su boca. Antes de conocer a la persona que atendería su llamado estaba decidida a decir todo fuerte y claro, ahora vacilaba – Es un buen niño, es el mejor de la clase en matemáticas.
-¿Y? – los ojos azules de Raúl hervían de impaciencia.
-Ayer en clase de arte hizo esto.
De una gaveta del enorme escritorio de metal, saco una hoja de papel doblada, parecía que guardaba secretos nucleares por la forma ansiosa en que Adriana la sostuvo entre sus manos.
Era un dibujo a lápices de colores, en azul un niño estaba tomado de la mano de otro coloreado en verde, arriba de sus cabezas estaban escritos con letras temblorosas dos nombres: Raúl y Antonio. A un lado de la pareja florecían un par de niños más pequeños, dibujados en azul y naranja, sus nombres eran reveladores: Yo y mi novio.
Raúl guardó la hoja en su bolsillo.
-Sigo sin entender el problema – sus facciones se relajaron.
-Este no es el primer dibujo que hace de este tipo. Creo que Rodrigo es homosexual. Dime, ¿ha estado expuesto a situaciones sexuales inapropiadas?
-¿Crees que es gay por que ha visto a dos hombres besarse? – Adriana se revolvió en su asiento, tan solo de pensar que dos hombres podían hacer eso le causaba repulsión.
-Ser homosexual no es normal, lo descubrimos a tiempo, hay salvación para Rodrigo.
Raúl no pudo más, se levantó del asiento y salió de aquel pequeño cuarto, con paso decidido subió las escaleras de colores que daban a los salones y cada puerta que veía la abría con violencia, buscando a un pequeño niño de ojos cerúleos. Las maestras y los niños se aterraban al ver la mirada de ira del extraño hombre que azotaba las puertas.
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En la orilla
RomanceRodrigo y Leonardo dos almas encontradas por el destino, esconden profundos y oscuros secretos que los atormentan en el presente. El afán de Rodrigo por amar a Leonardo se encuentra con muchos obstáculos que seguramente los destruyan en el camino. ...