17

318 36 5
                                    

Delicadamente quitó mi camisa, inmediatamente después también desnudo su pecho, nos miramos por un instante, nos fundimos en un abrazo cargado de amor, podía sentir sus pezones en mi piel. Ese contacto tan ansiado por ambos me sobrepaso, mis músculos temblaban en un baile de nerviosismo y excitación.

-Eres hermoso, Leonardo - su aliento chocó contra mi cara.

Nos tumbamos sobre la cama, seguíamos constantemente con esa obra de besos, mordió mi labio, su lengua traviesa invadió mi boca, en la lucha conecte su escénica con la mía, sabia como saben las fresas en verano, como saben los mangos y los limones juntos, como saben los colores del arcoíris. Me deshice de mis jeans y de los suyos.

-Quiero complacerte - dijo.

Un gemido propio de las películas pornográficas vibro por todo el cuarto, su húmeda boca comía como un dulce mi miembro duro y palpitante. Le sujete la cabeza para marcar el ritmo del placer necesario.

No pude evitar pensar en todo el tiempo que hemos pasado juntos. Las horas invertidas en estudio, risas y anécdotas. La música y los libros que compartimos, las palabras que siempre nos hemos dedicado, las preguntas que vienen con cada nuevo semestre. Todo se conjuga aquí, en nuestros cuerpos desnudos y sudorosos, obteniendo el manjar más preciado. No es el físico lo que nos gratifica, es el saber que estamos con alguien amado. Las corrientes eléctricas que provocan cada lamida, son solo una excusa para la plenitud del alma.

Al terminar con mi parte intima, subió por mi abdomen y me besó.

-Te amo - dijo entre besos.

-Yo también te amo - respondí jadeante.

Subió mis caderas a sus muslos, se prepara para embestirme. De un golpe metió todo su pene, grité de dolor, de amor.

-Comienza - ordené.

Los movimientos rítmicos de su pelvis, ahogaron el desgarro en mi interior, mantuve la visión alerta y lo que vi es la cosa más excitante del mundo, se mueve de atrás hacia adelante, con la boca abierta y las brazos a cada lado de mi cabeza, por momentos cierra los ojos, su cabello pareciera calentar el aire. Mientras, eso que se mueve dentro de mí me causa los espasmos de placer más puro y absoluto. En un rictus violento eyaculó dentro de mí, después eyaculé en su abdomen y en el mío. En la habitación hay un silencio solemne, me toma de la mano, y aun dentro de mí, me alza para abrazarme.

-Eres lo mejor que me ha pasado – me susurró en la oreja.

_____

Helena recogía las botellas vacías y las colillas de cigarro aplastadas. Tuvo una loca fiesta por su nuevo trabajo en el teatro. La transfirieron a la función principal. La mayoría de los invitados ya se habían retirado, solo quedaban sus hermanos y uno que otro amigo.

-Pongamos algo de música - Diego prendió el estero colocando un disco en el interior. BWV 1007 de Bach se escuchó por la bocina.

Salió a tirar las bolsas. En el basurero del fondo de la cuadra todos tiraban sus desperdicios y alguna cosa útil por error. Se encontró con Silvia vaciando un bote.

-¿Te ayudo? - dijo Helena.

-Sí, muchas gracias, está muy pesado.

Las dos mujeres tomaron por debajo el bote verde.

-¿Cómo esta Leonardo? - los desechos caían lentamente.

-Bien, ¿y David?

-Triste porque no pudo ver a tu hijo - un tomate podrido rodó, desde el fondo para impactarse con la demás basura, por poco salpica a Silvia.

-Son muy unidos.

-Son novios - el bote estaba completamente vacío.

Silvia la miro confundida, Helena no perdía la expresión impasible y somnolienta.

-¿Qué has dicho?

-Leonardo es gay, Silvia - tomó la bolsa con botellas y la lanzó, el característico sonido del vidrio espantó a las moscas.

-No sabes nada de mi hijo - Silvia estaba más asustada que enojada.

-Escucha, sé que siempre me has considerado una mujer libertina y de baja moral. No creas que no he escuchado los chismes del barrio. No me molesta que pienses así de mí, no me importa en lo más mínimo tu opinión. - Silvia se sintió descubierta, como cuando un niño roba un dulce y lo detienen en la entrada de la tienda. - Pero hay una cosa que si me importa, y es la felicidad de Leonardo y David. No voy a dejar que los separes. Se perfectamente la mente tan estrecha que tienen tú y tu marido.

Silvia no dijo nada, incluso olvidó el bote por salir corriendo de las confesiones de su vecina. Ni Helena misma comprendía el impulso que la llevo a decir todo aquello, pero una cosa en su mente era segura, lucharía contra quien fuera, por la felicidad de sus hijos, y es que si, ella consideraba a Leonardo como su hijo.

Leonardo desayunaba cuando entro su mamá con una cara crispada.

-Mamá, ¿puedo salir con David? - Silvia no contesto.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora