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El olor de la gasolina, los fierros contrahechos y la sangre es inconfundible. Desde los árboles, desde las estrellas y desde el siseo de las culebras la muerte es transparente y expurga la vía láctea.

Mi cuerpo ha quedado destrozado, en una grotesca contorsión propia de los libros de horror. Helena y David no corren mejor suerte, ambos, ahora cuerpos sanguinolento e inertes, yacen a un lado del camino, como queriendo escapar de la terrorífica escena.

El camionero que chocó con nosotros sorprendentemente está vivo, salió disparado por el parabrisas y saboreó el asfalto, aun así, su corazón sigue latiendo con mucha fuerza. Mueve un poco sus dedos para tantear en que universo se encuentra y de repente se da cuenta que carga con tres muertos en su haber. No puede correr ni pararse, simplemente espera a que alguien más reaccione por él.

Las sirenas de policías y ambulancias se adueñan de todos los rincones del mundo. Gente con rostros crípticos zumbaba alrededor del fatal lugar, un hombre cubrió mi cuerpo, el de mi hermana y mi sobrino con unas mantas blancas que rápidamente, en solidaridad con nuestra pena de partir, se tiñeron de rojo de forma desigual.

Estamos muy lejos de casa, nuestras almas tendrán que vagar durante días y noches enteras para alcanzar a alguno de nuestros seres queridos, adentrarnos en sus memorias y avivar la llama del recuerdo melancólico. Seremos las lágrimas que derramaran, los suspiros que lanzan al aire.

Nunca me imaginé que mi vida terminaría de manera tan abrupta. Los restos mortales de mi cuerpo son transportados en una pequeña Van blanca y los pierdo de vista conforme el cielo aclara.

______

-Mamá, ¿cuándo volverán?

Leonardo esperaba paciente frente a la casa de David. Después de llegar de la escuela, lo primero que hacía era tocar el timbre y aguardar ansioso por una respuesta, por unos pasos que se dirigieran a la puerta y lentamente la abrieran. Pero nunca ocurrió.

Nadie en la cuadra sabía del paradero de Helena y David, los vecinos murmuraban sobre los posibles destinos de la exótica madre y el casi adolescente. "Seguramente esa loca se fue a vivir a un circo junto con su hijo" "Tal vez paró un momento a comprar papel higiénico y se perdió entre los estantes" "Yo creo que fue donde el mar se dobla sobre sí mismo" "Su voz se le escapó de la boca y la está buscando" "¿Y el niño?" "Él se fue con su padre".

Leonardo rápidamente abandonó la esperanza de siquiera saber por qué no regresaban. En una caja de zapatos guardaba los días sin David, los días en los que no lo podía abrazar, en los que no podía susurrarle al oído lo mucho que lo quería. Bajo su ropa se fermentaba la angustia y el dolor.

La ventana, que daba directamente a la casa de su amado David, era testigo de los reflejos tristes de los ojos de Leonardo, repetía con absoluta exactitud el agua cristalina desbordándose por sus mejillas. Las sabanas color crema le ofrecían un refugio donde podía llorar hasta cansarse o dormirse.

Así paso el tiempo, en una infinita espera. Después de muchos meses, al regresar de la escuela se encontró con un letrero pegado en la pared de la casa de David, "se vende" rezaba el cartel. Un hombre hablaba con su madre, pudo reconocer a uno de los hermanos de Helena en su rostro, rápidamente corrió hacia ellos. El corazón le dio un vuelco.

-¡¿Dónde está David?! - interrumpió sin consideración alguna la conversación de los adultos. Ambos se miraron, entre serios o tensos o tristes.

-Leonardo... Espera en la casa, luego te explico - su madre no estaba enojada, un nudo se le formó en la garganta.

-Mamá, ¿Por qué están vendiendo su casa? ¿A dónde se mudaron? Llévame a verlo. Por favor, mamá. - corría de un lado a otro de la sala, demasiado exaltado por la promesa de noticias como para mantenerse sentado.

-Hijo, David y Helena, no volverán más... No podrás verlos. – la madre reprimía un gemido de dolor por el bien de su hijo. Leonardo necesitaría a alguien para apoyarse en el vendaval que se avecinaba

-¿Por qué? ¿Se fueron a otro país?

-Los dos - tomó aire y lo miró directo a los ojos. Se odiaba a si misma por darle noticias tan desgarradoras. - Ellos murieron en un accidente.

Un silencio brutal llenó el ambiente. Leonardo paró en seco su andar nervioso por la sala, y de un golpe se sentó en el sillón frente a su madre. El hervidero de emociones que calentaban su cabeza no encontró fuga.

-Entonces, ya no veré a David.

-No, ya no.

Subió a su habitación sin decir nada más. Y entre la ventana que lo separaba de la casa de David, la caja de zapatos y el recuerdo de momentos maravillosos, se derrumbó, lloró amargamente la pérdida que marcaría el resto de su existencia. Decidió encadenar todos y cada uno de los pasajes de su memoria que contenían la alegría de encontrar al primer amor. Olvidar o tal vez negar todo lo vivido con David lo ayudaría a continuar.

La primavera estaba por terminar, el calor sofocante de los primeros días se esfumaba rápidamente. Siempre que bajaba a jugar fútbol, a contemplar las estrellas o a mirar los insectos volar. Veía unos ojos cafés y una piel como el cuero.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora