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El año agoniza lentamente, paciente y pausado. Sentía muy cerca el fin de algo, de una época turbulenta y confusa. Siempre que veía a Rodrigo el sentimiento se acrecentaba. Cuando hacíamos el amor y sus dientes rechinaban, pensaba en el olvido. Pensaba en enterrar los rencores y los odios infértiles, perdonar las ofensas, y así reconciliar el presente y el pasado en uno solo.

Mamá ya se ha mudado. Como le prometimos Rodrigo y yo la ayudamos con las pocas pertenencias que consideró necesarias llevarse decidí tomar todas mis cosas e irme a vivir con ella, además no es que tuviera muchas opciones. No sé cómo se habrá tomado la noticia papá, le mande un escueto mensaje diciendo "Me voy a vivir con mamá". No respondió.

Prácticamente tengo dos casas donde vivir, la de mi madre y la de Rodrigo. Pasamos horas hablando, descubriendo cosas nuevas uno del otro. En nuestras pláticas me ha contado de la geometría proyectiva y su relación con la pintura. Para dar la sensación de profundidad en un dibujo, las rectas paralelas, las que conforman los lados de una caja o las paredes de una habitación, al extenderse tienen que incidir en un punto. Algo muy paradójico, pues, si son rectas paralelas, ¿Por qué se intersectan?

Al fin de cuentas, explicaba, tú y yo, Leonardo, somos esas rectas paralelas que se intersectan, estuvimos muchísimos tiempo lejos uno del otro, formamos figuras muy bellas con nosotros mismo, sin embargo estamos destinados a juntarnos en el mismo punto, en el punto de fuga donde el camino recorrido adquiere un significado. Incidimos en el lugar y tiempo preciso, la línea del horizonte que nos acoge guarda lo que nos convierte en humanos, en personas a merced de un destino incierto.

Estamos continuamente en la orilla de actos y emociones contradictorias entre sí, tenemos dudas y miedos que nos hacen elegir uno u otro lado. Aunque caminemos por un sendero determinado, la orilla llegara a atraparnos, a poner a prueba la humanidad de nuestras almas. En la orilla es cuando nos volvemos seres racionales, en la orilla es donde la vida cambia para siempre.

Siempre me pregunte dónde habían terminado los restos de David, Diego y Helena. Mamá no sabía, perdió todo contacto con esa familia luego del fatídico accidente, quería ir a visitar lo que quedaba de ellos para finalizar un capitulo en mi vida. Hable con Rodrigo sobre la historia de David y demás cosas. Me dijo que debía escribir una carta, en donde plasmara los sentimientos no dichos. La escribí y juntos, en el patio de la nueva casa la quemamos.

Hay días enteros en los que paso en casa de Rodrigo con Raúl y Antonio jugando dominó, acompañados de unas cervezas y dotación de cigarros como para un regimiento. Raúl cada que me recibe me mira severo, suelta una carcajada para luego saludarme con un brusco apretón de manos. Antonio, en cambio, sonríe y no duda en revolverme el cabello.

Hoy he quedado de verme con Rodrigo para una correría de costumbre; recorrer las librerías que venden libros usados y casar un buen disco de jazz. A pesar que ya conozco su desnudes, me pongo nervioso y el corazón me da un vuelco cada que se acerca a mí.

-Caballero, ¿me permitiría cometer impudicias con usted? – dice extendiendo la mano.

-Sí – contesto.

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Fue hermoso escribir esta historia, una aventura inigualable.

Me siento muy agradecido con todos los que leyeron y llegaron hasta esta parte, anque no votaras o comentaras, significa mucho para mí que hayas leido esta historia.

Si te gusto, pues nada, deja un comentario o un voto, o simplemente sonrie. Todo vale.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora