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Sudando por cada uno de los poros de su cuerpo se levantó al baño, la pesadilla de siempre se había repetido, pero ahora con un tono sombrío. Se veía a sí mismo en un desierto en medio de una tormenta de arena, frente a sus ojos una efigie hecha de barro se rompía lentamente por la tormenta, detrás de él alguien le apuntaba con una R-15.

Miró el reloj, nueve treinta de la mañana. Un denso olor a huevos y salchicha tocaba la puerta. Se dirigió al diminuto comedor de la casa, se sentó y bebió un jugo de naranja abandonado en un vaso rojo.

-Milagro que despiertas – su madre lavaba los platos sucios del desayuno.

-Qué onda, ma' ¿y Rodrigo?

-Lo fui a dejar a la primaria, hoy es lunes – tranquilamente la mujer se sentó frente a Raúl, con una tasa de café entre las manos – Ese muchacho Antonio llamó temprano, dijo que quería hablar contigo.

-Dile que no estoy.

-Se lo dirás tú mismo, me tengo que ir al trabajo – Raúl sujetó a su madre para darle un par de billetes. El dinero que ganaba lo gastaba mayormente un su hermano y su madre, nunca se guardaba ni un solo centavo cuando se trataba de ellos.

-Gracias –su madre se despidió y le dio un beso en la frente.

En la mente de Raúl se cristalizó la imagen de Antonio, aquel chico de piel blanca y pelo negro, con sus inmensos ojos verdes de crisolito. Por mucho tiempo su relación con él fue de buenos e inseparables amigos.

Las risillas y las conversaciones sin sentido entre ambos se fueron transformando en besos y caricias. Algunas veces se impulsaban por la embriagues para soltar las cadenas en sus pies, otras se miraban al espejo y se abrazaban abiertamente, sin miedos o presiones.

Ninguno de los dos se atrevía a ponerle nombre a ese momento donde juntaban sus cuerpos y se susurraban tímidas frases de amor, y no parecían tener interés en hacerlo. La simbiosis que existía entre ellos lo cubría todo, no podía decirse que se amaban, solo eran dos personas calmando deseos que únicamente podían ser satisfechos en la oscuridad, en el oprobio satisfactorio y en los rincones de una cama.

Raúl le daba vueltas al asunto después de afeitarse y luego desistía, las explicaciones lógicas no eran suficientes. Con la casa y su corazón vacíos desayunó en silencio y se alisto para ir por Rodrigo a la escuela. El timbre interrumpió el silencio y a Raúl le pareció que de repente le creció la barba.

-¿De qué querías hablar?

-Dime "hola", aunque sea. Quiero hablar sobre qué haremos el 14 de Febrero.

-Ese día muy probablemente trabajare, tendrás que resignarte. Tuve una pesadilla.

-Seguramente soñaste que ya no me veías más.

-Estaba en un mar de arena y el viento carcomía todo.

-Yo siempre sueño con mariposas.

-Siento mucho miedo.

-¿De qué?

-De cerrar los ojos.

Antonio se deshizo de su saco y de la corbata roja. Besó ferozmente el cuello de Raúl, el morbo y la dulzura de salía de la boca a borbotones. Raúl rugía como una bestia herida, expulsaba todo el aire de sus pulmones, sentía la lengua de su amigo recorrerle la piel, su espalda convulsionaba involuntariamente.

Antonio se arrodillo frente a Raúl. Ninguno de los dos apartaba la mirada, Antonio, con sus ojos de cábala, comió del sexo de Raúl. No pasó mucho tiempo para que la semilla de Raúl se derramara por los labios de lumbre de Antonio.

Después de unos minutos se limpiaron el pecado con papel higiénico. Disertaron un poco por el clima y se dirigieron a la escuela de Rodrigo. Una masa de uniformes rojos y pequeñas cabezas moviéndose de un lado a otro, les anunciaba que habían llegado a la escuela de Rodrigo. De la multitud emergió un niño de especiales ojos azules que corrió directamente hacia ellos.

-¡Hermano! ¡Antonio!

-Hola ¿Cómo estuvo el día? ¿Qué cosas nuevas aprendiste? – Antonio apretaba mano de Rodrigo, Raúl se preguntaba por los derroteros para llegar al infierno.

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Nos invitaron a una fiesta organizada por algunos compañeros de la facultad, como siempre, en este tipo de reuniones universitarias, se esperaba una gran cantidad de alcohol y estupefacientes para ver mejor la luz matutina

Leonardo, con su tradicional timidez, no se decidía a asistir, sin embargo mí increíble capacidad de convencimiento se impuso en su momento. Decirle que fumaríamos marihuana juntos, cosa que él tiene curiosidad por probar, también ayudó, pero solo un poco.

Conforme lo conocía mejor, supe de inmediato que decirle abiertamente que me gusta sería una tarea extremadamente compleja. Nunca me he acobardado para decirle alguien que me atrae, a veces espero en las sombras y decido saltar como un tigre devora a su presa, otras, brillo y desprendo los colores más hermosos del mundo para captar todas las miradas. Pero con Leonardo es diferente, me incapacito desde el momento en que lo vi, me dijo con todos sus impulsos que el mundo es más grande de lo que yo imaginaba.

- No muevas la mochila - Leonardo era un cómplice muy servicial y torpe.

-Me pone nervioso que hagas esto justo ahora, y en la facultad.

-¿Quieres fumar hierba o no? – no recordaba que forjar un churro fuera así de difícil.

-Sí, pero no quiero arriesgarme.

-Tonterías, este "riesgo" es justo y necesario.

Ya en la fiesta, fuimos junto con otros marihuanos a empezar las alucinaciones. Para cuando terminaron de pasar el toque, Leonardo se encontraba tirado en uno de los sillones, con los brazos alzados y admirando el techo.

-Leonardo, ¿estás bien?

-¿Te acuerdas David? ¿Te acuerdas que siempre me obsequiabas lindas flores de papel? – no comprendía nada de lo que decía, soltaba incoherencias al aire y de vez en cuando volvía a estar lucido para luego retornar a un abismo dentro de su mente.

Con mucho trabajo, lo llevé a un lugar un poco apartado de todo el barullo, donde la música apenas se oía.

-Siento como que he pasado más de una semana en esta fiesta. Quiero que termine.

-¿En qué momento fumaste tanto?

-No lo sé, solo aspire y esperé. ¿Ves a esa chica de ahí? Es muy linda, creo que se llama Diana. Desde que llegamos no dejo de mirarla.

En ese momento mis esperanzas se hicieron trizas, Leonardo es heterosexual. ¡Vaya suerte de mierda! No pude resistirlo y me pare por una bebida, esta noche y las palabras de Leonardo deben ser borradas.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora