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Sus besos son avasalladoras cabriolas que desembocan en mi lengua, en mis dientes, en mi alma. ¿Por qué me has besado? ¿Por qué no lo hiciste antes? ¿Eres David? ¿Eres su fantasma que vino a recordarme quién fui y que quería? No lo sé. En el cielo el sol alancea a las delicadas nubes. El frío no disminuye

-Perdón, yo...perdón - en la oscuridad del baño no pude distinguir a Rodrigo huyendo por la puerta o cuándo me beso o cuándo pronuncio esas palabras.

Rodrigo, mi amigo (¿acaso el único?) me besó. No rechacé la caricia, tal vez eso era lo que más me desconcertaba. Me gustó, no podía negarlo, me emocionó, pero, de una forma muy extraña, me entristeció. Me produjo un vacío en el estómago.

En todo el día no supe de él, las clases estaban vacías sin su presencia. Todavía con la impresión de aquel momento rondando mi cabeza, decidí distraerme con lo único que me controla más que mi sinuoso pasado: tarea. Aunque la facultad goza de jardines y paisajes muy bellos, su biblioteca es un lugar lúgubre casi diabólico, donde la luz entra a cuenta gotas y cualquier sonido se disuelve en el aire. Me temía que si bajaba a la sala individual terminaría por perder el poco autocontrol que me quedaba. Sin embargo la cordura desde hace muchos años ya me había abandonado. Pronto la mesa que ocupé estaba llena de goma de borrar y un montón de hojas con garabatos ininteligibles para cualquiera que no sea yo.

-Siempre has tenido una letra horrible. – La voz de Rodrigo y Rodrigo mismo aparecieron frente a mí como un recuerdo amargo.

-Es por las prisas, la tarea es para mañana.

-Sobre lo que pasó en el baño, me dejé llevar, no quise hacerlo.

-No pasa nada - un silencio incomodo invadió nuestra mesa. Sus ojos rezumaban ¿decepción? ¿Miedo?

-Oye sobre las clases de álgebra, las necesito ya o voy a reprobar.

-Qué te parece si empezamos mañana, hoy ya es tarde.

Como era la rutina comimos juntos y nos fuimos juntos, entre la comida y el viaje el ambiente se fue distendiendo, otra vez reímos, otra vez nos burlamos el uno del otro y como siempre le di aventón al metro.

-¿A que le tienes miedo, Leonardo? - Rodrigo miraba algo más allá de sus propios ojos. Ante la pregunta tan inesperada solo pude reír.

-Hoy estás más extraño de lo normal, ya vete a tu casa que te cierran el metro.

-Yo le tengo miedo a Diana - el rumbo de esta conversación no me agradaba en lo absoluto.

-¿Qué quieres decir? Basta de tonterías que mañana tengo clase a las 7.

-¿Por qué no te apartaste cuando te besé? ¿Te gusto? ¿Eres gay? - su mirada azul añil se prensó a mi corazón. Todas esas preguntas no tenían respuesta o no necesitaban tenerla.

-No sé, ¡No lo sé! ¡Mierda no lo sé!

-Me gustas Leonardo, me gustas mucho - eso sí que no me lo esperaba, abrí los ojos como platos ante tal declaración, por segunda vez en el día no sabía que hacer - Este es el momento donde me rechazas y dices que mejor como amigos y bla bla bla.

-¿Beso bien? - la cara de Rodrigo se transfiguró en la de un niño juguetón, un niño que no sabe la gravedad de sus actos.

-Rodrigo por favor, no lo hagas más difícil, ¿desde cuándo te gusto?

-Desde que te vi

-¿Me estás diciendo que te llevo gustando dos años?

-Básicamente sí.

-¿Por qué no me lo habías dicho?

-Bueno, no es que vayas por ahí decidiéndole a la gente "Oye me gustas" - me pareció que ya no conocía a mi amigo. Rodrigo, tan lejano.

-Sí me gustó. Me gustó que me besaras - las palabras escaparon a empellones de mi boca.
Rodrigo me miró de arriba a abajo, como expectante, como emocionado, como si mis palabras fueran una epifanía del amor perfecto. Bajo la mirada, una sonrisa se adueñaba de su rostro.

-Esta pieza es hermosa - de mi iPod buscó una canción y la puso en los altavoces de la camioneta "A Love Supreme, Pt. I: Acknowledgement - John Coltrane".

-Sí, muy hermosa - me volvió a besar, esta vez más lento, tratando de capturar con su lengua la quintaesencia de mis sentimientos. Yo solo temblaba como gelatina, unos nervios muy bonitos discurrían por toda mi piel. Nos separamos por fin, y me encontré con los ojos más profundos del universo.

-Nos vemos mañana - con sus manos tomó mi cara y depositó un tierno beso en mis mejillas.

-Espera, ¿Por qué dijiste que le tenías miedo a Diana?

-Porque no sé si es compartida - salió del auto inmediatamente después, lo vi perderse en las escaleras que bajan a los andenes.

Mi bolsillo vibro, recibí un mensaje de Diana: "Mi amor, ve con cuidado a casa, está lloviendo muy fuerte. Te amo". Me dispuse a contestarle, pero otra notificación salto en la pantalla: "Tu saldo se ha agotado".

______

-Raúl, ¿a dónde vamos?

-No preguntes que no quieres saber.

Los dos hermanos llevaban un buen rato dentro del auto, pasando semáforos y sorteando recodos. Raúl siempre se ponía nervioso por este tipo de trámites, no quitaba los ojos del camino. Su pequeño hermano Rodrigo se revolvía en el asiento del copiloto, aburrido por la larga espera.

-Cuando lleguemos no mires a nadie ni hables con nadie, no estaremos mucho tiempo – sus ojos cerúleos como los de su hermano menor avistaron el fin del recorrido.

Los faros del auto iluminaron a un corro de personas, fumaban lo que tal vez no era tabaco y bebían cerveza en medio de la calle. Raúl bajó del automóvil aún más nervioso y se dirigió a todos ellos. Rodrigo era presa de las miradas divertidas e interrogantes del corro.

-¿La traes? - Raúl buscó en su chamarra y sacó un pesado objeto envuelto en papel periódico, solo se lo enseño al tipo, no lo entrego.

-¿Traes mi dinero? – el sujeto, evidentemente molesto colocó su cerveza en el capó y, flemático, barajeo un fajo de billetes.

-15 mil pesos.

-Acordamos que eran 20 mil – las negociaciones previas siempre cambian en el momento de la entrega, cosa que le desagradaba y lo llenaba de adrenalina por igual.

-Te voy a dar 15 mil si quieres, si no ya te puedes ir – a nadie le convenía armar un lio en medio de la calle y de la noche. No necesitaba con urgencia el dinero, si Rodrigo no estuviera a su cargo, ya le habría abierto la cabeza a golpes al que pretendía estafarlo. De forma brusca le arrebató el fajo de billetes. Sin esperar a que quitara la cerveza arrancó en reversa lo más rápido que pudo. El alcohol mancho la parte baja de los pantalones y los zapatos del comprador.

-¡Si te vuelvo a ver te mato, cabrón! – los sujetos en el corro no dieron mayor importancia a lo ocurrido. Rodrigo, contuvo un rictus de miedo.

- No le digas a nadie lo que pasó – Raúl liberó toda la tensión del momento, terminar la transacción siempre era lo mejor de su trabajo.

-¿Por qué te dio tanto dinero? ¿Qué le diste?

-Juguetes muy caros – Rodrigo solo asintió. La imagen tras de la cerveza derramándose y el tipo enardecido no hacia sentido en su mente. Pensaba que así era la vida, que a veces te de miedo y lo más lógico es salir corriendo

-¿Ahora a dónde vamos?

-A casa, pero antes pasamos al cine, te invito unas enormes palomitas.

-¿En serio? Gracias hermano – se abalanzó sobre Raúl, abrazándolo y diciéndole lo buen hermano que era.

Raúl se sentía culpable, miserable, por haber expuesto a su pequeño hermano a semejante peligro. Mientras manejaba, pensaba en cómo le diría a mamá porque llevo al cine a Rodrigo cuando mañana tenía que ir a la escuela.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora