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-Yo a tu edad ya sabía demostrar el teorema fundamental de la aritmética – me dijo Rodrigo, tomando mi mano.

-Mentiras, a tu edad ya sabía integrar y derivar en variable compleja - respondí mirando a sus ojos rasgados por los cirros.

-A tu edad sabía manejar a la perfección la integral de Lebesgue – acercó sus labios a los míos, midiendo con cuidado el espacio entre la ternura de un beso espontaneo y la lujuria de los instintos incontrolables.

La felicidad es algo que no podemos ver, no sabes cómo ni cuándo llega, lo más notorio de ella es cuando se va. La vida nos conduce por caminos serpenteantes, llenos de baches que desembocan en un torbellino de colores.

He ido al infierno, he sentido la tristeza más devastadora, esa que te hace pensar que tu existencia no tiene sentido ni rumbo. La pérdida de personas importantes te replantea muchas cosas; ¿era justo que se fuera? ¿Por qué se fue tan repentinamente? ¿Por qué a mí me toca sufrir esto? Afortunados los que se van, los que quedamos entramos a una habitación oscura en donde acechan los miedos, las mentiras y el odio. Puede que, junto a Rodrigo, este saliendo de esa hendidura en mi alma. Él es el sanador anónimo de un pasado roto, de muchas verdades negadas.

No soy valiente, me aterra enfrentarme al cierre inminente del capítulo de mi vida que ocupó David, no quiero dejar ir su recuerdo porque creo que los lazos que unen los días más felices de mi infancia se cortaran, dejando paso a un abismo profundo e impenetrable, sin embargo, es momento de continuar y aceptar que él no volverá. Es tiempo de dejarlo navegar por los mares de los sueños inalcanzables y las estrellas brillantes.

En Rodrigo encontré una luz, tal vez igual de temblorosa que yo, pero una luz que no te abandona y camina a tu lado todo el tiempo, no para levantarte, sino para comprenderte y si es necesario caerse junto contigo. Él todavía no sabe mi historia con David, y mis padres ni sospechan que soy homosexual y hasta hace poco yo creía conocer todo de mí. También es momento de dejar las máscaras. Pero un paso a la vez. Por ahora me concentro en donde estoy, con mi hermoso Rodrigo, compartiendo besos, caricias y muy pronto algo más íntimo.

-Este semestre estuvo jodidisimo, reprobé todas las materias – dijo entre preocupado y relajado.

-No te preocupes, yo solo pase una materia y de las facilitas, análisis matemático, una trivialidad – respondió Rodrigo, haciendo alarde de su privilegiada inteligencia.

-¿Y álgebra?

-¿álgebra? Ah claro, "álgebra". Esa materia la aprobé la primera vez que la curse, solo te dije que me dieras "asesorías" porque ya no encontraba forma de pasar más tiempo junto a ti. – No supe si asustarme, reírme o sentirme halagado, opte por una risita nerviosa.

-Eres un demente.

-Un demente exitoso.

Estamos sentados en una de las tantas bancas de la facultad, observando los cursos morir y las fiestas de fin de año retoñar. Con sus fuertes brazos atrae mi espalda a su pecho, y sus piernas me rodean la cintura.

Hoy es el último día oficial de clases y como siempre, se organiza una gran fiesta en la facultad, cada centímetro desprevenido es una potencial pista de baile, el alcohol se consume a escondidas pero con el consentimiento de todos, la marihuana es el único aire que nos queda para respirar. Detrás de nosotros un pequeño grupo de chicos ya empezaba a emborracharse.

-¿Por qué no vamos a un lugar más privado? – me susurro al oído. Hoy pierdo mi virginidad, así lo quiera o no. Me puse extremadamente nervioso, ser primerizo en cualquier cosa nunca se me dio bien.

-Mmm... ¿Y si mejor nos quedamos otro rato? – No tuve tiempo ni de pensar en la siguiente palabra, me tomo por el cabello, giro mi cabeza y me beso. Correspondí dócilmente a aquel demandante signo de amor.

Una de sus manos bajo por mi pecho, la detuve justo a tiempo.

-Rodrigo, aquí no.

-Vamos a mi casa, dicen que es acogedora. – Instintivamente mire mis manos, blancas por el frio. Toda la sangre se estaba acumulando en mis mejillas y en esa esponja primitiva que tenemos los hombres. ¿Me dejaré llevar?

Caminamos por los pasillos de la facultad haciendo un poco de tiempo antes de irnos. La fiesta comenzaba, todos abandonaban los salones, y se dirigían a donde hubiera espacio para convivir. Eres deCafé Tacvba levantaba el gis y los teoremas del suelo.

-Hermosa canción para despedir los meses más intensos de toda mi corta existencia – dije.

Me miro como cuando los gatos miran a sus presas. El cielo se cubría de pinceladas oscuras y viento salvaje.

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-Miren el mar, niños. Las olas furibundas revuelcan tu cuerpo y lo llenan de arena. Las algas microscopias se pegan en tus dientes, alimentando el aliento de la libertad y los deseos de escapar – Diego miraba el horizonte, junto a él, David y Leonardo construían un castillo de arena.

-Tío, ¿cuándo veré lo que tú vez? – preguntó David.

-Cuando Leonardo despierte de este sueño y se dé cuenta que tú, David, y yo, Diego, tenemos que tomar un avión que nos llevará a donde van las cosas que se olvidan o que se aprecian lo suficiente para ser recordadas de manera dolorosa.

-Eso puede que tarde mucho.

-Lo sé, por lo mientras caminemos en esta playa, un lugareño me dijo que por 5 pesos podíamos comer aullidos de lobo y lágrimas de abeja reina. Helena nos espera.

Abrí los ojos, no tenía miedo, era la primera vez en mucho tiempo que soñaba con David, miré mi armario. Con cuidado extraje de él una vieja caja de zapatos, en cuanto la abrí lloré, lloré mucho y muy bajo. David por fin se ha ido.

En la orillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora