Resplandece por Siempre

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Capítulo Final: Resplandece por Siempre

–Destruyó el hotel, lo purificó, casi lo escuché, gritaba, lo escuché morir... Y... Lo supe, en el fondo... Supe que estabas bien, Linky.

Perdón por haberlas preocupado, Lily. Pero ya ves que no había otra salida.

–Lo sé.

Recuerda que este mundo en el que vivimos es un lugar hambriento y muy oscuro. Tal vez haya más cosas o seres semejantes a ese hotel, o peores. Pero también ha de haber más gente como tú y Lucy, que saben defenderse.

La niña se apretó contra su querido hermano que la abrazó afectuosamente.

–Ya está la cena –se anunció Rita al ingresar, a la que había sido la habitación de su único hijo varón.

Cuando Lily le devolvió la mirada, notó que su madre lucía más vieja y demacrada.

–¿Con quién hablas? –preguntó la mujer; pues, aparte de su hija, no vio a nadie más en el armario de blancos adaptado.

–Con nadie –mintió.

Cuando Rita salió del cuarto y se dispuso a bajar a la primera planta, Lily la alcanzó en las escaleras decidida a contarle la verdad.

–No es cierto.

Su madre se detuvo ante los escalones y se volvió a escuchar lo que tuviera que decir.

–Hablaba con Lincoln –confesó.

Rita no dijo nada al respecto. Sólo se limitó a esperar que más tenía que agregar. Del otro lado del pasillo, Lucy se aproximó a escuchar también.

–Todos seguimos –prosiguió Lily–, seguimos después, seguimos, y él está bien, papá igual, creéme.

–Me da gustó –sonrió Rita con pesar, y después de eso bajó a reunirse con sus demás hijas en el comedor.

El verano estaba por acabar y abajo esperaban el resto de las hermanas mayores de Lily, que habían ido de visita para celebrar la fiesta de despedida de Lucy, quien en unos cuantos días se marcharía a la universidad.

En la mesa, acompañada por Sam, Luna ponía a todas al tanto sobre las anécdotas de su ultima gira y Lori y Bobby mostraban las fotos de su nuevo bebé a las gemelas, que se alegraban por igual de haberse desentendido de los incomodos y pretenciosos uniformes del internado, al menos durante el periodo de vacaciones.

Nuevamente las Loud afrontaban tiempos difíciles, con lo recientemente acontecido, pero saldrían adelante porque se mantendrían unidas como familia.

Luan acababa de servir una apetitosa montaña de bolitas de macarrones con queso a Lisa y después a Lynn Jr., la ahora ex deportista que adoptaba una posición muy rígida, pese a que ese era un evento informal. Además de sus costillas rotas y algunas lesiones internas, tenía una vértebra partida. De todas esa era la lesión más lenta de curar y la razón por la que seguía usando un corsé de escayola, además de que se vería en la necesidad de desplazarse en silla de ruedas hasta nuevo aviso.

El tiempo que le tomaría a partir del día que la dejaron así hasta recuperarse, serviría para que Lynn reflexionara respecto a muchas cosas.

Lincoln en vida había sido un cabrón integral, pero no siempre.

Es cierto que el hotel y su aura maldita lo consumieron, pero el infeliz ya estaba muy quemado desde el principio, incluso antes de llegar al hotel.

Sin embargo, aquello la llevó a cuestionarse si todo eso, si la tragedia que vino se hubiese podido evitar de haberle dado un mejor trato y más confianza a su hermano, si su padre no hubiese sido más permisivo con ella y todas las demás antes que con él por ser el unico varón en una casa llena de niñas, todo por no querer ser igual a como había sido el abuelo Loud. Entendió que su padre no lo había hecho con mala intención y que no toda la culpa era de ella, pero si había sido de las que más lo presionó hasta llevarlo a su limite. Ahora, lo unico que le quedaba por hacer era aprender de esta experiencia y ser una mejor persona en el futuro.

Antes de bajar a reunirse con la familia, Lily se dirigió a Lucy en privado.

–Clyde también está bien –le informó–. Dijo que no debemos dejar que esto nos afecte. Ya no hay que escondernos más. Debemos mantener la cabeza en alto, mostrar a todos nuestro resplandor. ≪Resplandezcan, Lily, Lucy≫, eso fue lo que dijo, que resplandeciéramos.

–Está bien –respondió Lucy con voz queda, apenas audible.

Dicho esto, Lily bajó al comedor, esperando que su hermana le tomase la palabra al difunto McBride. Recién Lucy había vuelto a hablar con la gente, después del trauma que significó para ella afrontar la muerte de su padre. Mas algo le decía que esa sería la ultima vez que entablarían conversación en mucho, mucho tiempo.

–¿No vienes? –se volvió a preguntarle cuando llegó a la mitad de los escalones–. Es tu fiesta de despedida, después de todo.

–Ahora bajo –contestó con un suspiro rasposo.

Habiéndose quedado a solas, Lucy dirigió su vista hacia el otro lado del pasillo. La puerta del baño estaba abierta de par en par. Dentro, halló eso que Lily había descubierto al entrar a la habitación 217.

La señora Scoots estaba sentada en el inodoro, con las piernas abiertas. Sus labios se estiraban en una mueca burlona. Sus pechos desnudos, de un tono verdoso, pendían como globos desinflados. La mata de pelo bajo su estomago era gris y también sus ojos, que parecían espejos de acero.

La mujer vio a la muchacha y se estiró pesadamente, con las manos extendidas hacia ella. La carne le colgaba de los brazos, casi goteando, y sonreía, del mismo modo que uno sonríe cuando se encuentra un viejo amigo o se sirve una comida apetitosa.

Lucy puso su mente en blanco y sólo pensó en una cosa: Poner en practica el truco que recientemente vino a enseñarle Clyde.

Le dijo que debía pensar en una caja, no cualquiera, sino una especial. Le dijo que debía imaginarse hasta el ultimo detalle, que debía hacerla tan real que pudiese tocarla y meter la nariz adentro a ver a que olía.

Con una expresión, que fácilmente habría podido confundirse con la calma, Lucy entró al baño y cerró la puerta con suavidad.

FIN

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