Capítulo 22

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Seis Meses Después

Estaba solo en su departamento tomando su inseparable whisky mirando por la enorme ventana que daba una vista hermosa y iluminada a la Ciudad de México. Pensaba en todo lo que había sucedido en los últimos meses, la distancia de Mariana, la soledad que lo tomaba por entero todo el maldito tiempo, lo mucho que estaba entretenido en el trabajo para no tener que pensar en lo vacío y triste se había convertido su vida. A veces Abel lo llevaba a tomar unas copas en un bar cerca de la oficina pero era solamente eso que hacía, tomar y admirar las mujeres a su alrededor, pero todo se limitaba a eso porqué no lograba ir más allá de algunos besos, su cuerpo ya no reaccionaba a ningún otro toque desconocido.

Caminó hasta su habitación oscura sacando la corbata que aún olía a bebé. Sonrió al recordarse de su pequeña hija, que ahora tenía seis meses y ya era toda una traviesa igual que Elisa. Justo había llegado de la casa de Mariana, había pasado un rato con las niñas después de salir de la empresa disfrutando de cada segundo junto a sus pequeñas cómo si no hubiera mañana. Mariana dio la luz aún en ocho meses de gestación, recordaba lo mucho que se quedó asustado con el adelanto, en este día estaba en una junta que dejó a toda prisa cuando Berta lo llamó avisando de todo. Sintió un cuchillo en el pecho cuando entró en la sala de parto con la vestimenta propia y encontró a una Mariana impaciente en la cama con los ojos llenos de lágrimas, está dijo su nombre en un susurro mientras le tendía la mano y él así lo hizo mientras la besaba en la frente muchas vezes intentando dar toda la tranquilidad que tampoco tenía en estos momentos.

Lo que dejó a todos muy preocupados, la bebita nació con baja de peso y por eso se quedó un tiempo en cuidados casi un mes para la aflicción de sus papás. Ahora ya todo estaba bien, la niña había recuperado el peso y ya se alimentaba de Mariana cómo cualquier otro bebé. En estos momentos en que pasaba con sus hijas después del trabajo eran los más preciosos, despertaba para que el día pasara volando y estar con las pequeñas aunque fuera un ratito. Extrañaba estar ahí todos los días, dormir bajo el mismo techo de las personas que más amaba en este mundo. Con la llegada de Diana, Elisa se mostró muy paciente y para nada celosa, siempre estaba pendiente de Mariana intentando ayudar a su manera, desde luego ya se notaba que siempre protegería a su hermanita.

En un rincón de la habitación había una maleta pequeña, en el día anterior había llegado de un rápido viaje a España para cerrar negocios y muy a su pesar lo acompañó Abel que ahora no quería apartarse ni un solo minuto de Irene y los dos gemelos que nacieron unos cuantos días después de Diana. Ahora su amigo sólo hablaba de Lorenzo y Eduardo, César comprendía muy bien, tampoco podría estar lejos de las princesas de su vida. En una de las noches que pasó en Madrid, cenaron con Clara y Isabel, su pareja. Después de un tiempo aun sintiendo cómo Mariana estaba celosa de la relación cercana que César tenía con Clara, logró aclararse las cosas de que realmente eran sólo amigos visto que a ella le gustaba lo mismo que su amigo de infancia.

Después de un baño, se acomodó en la cama buscando un libro que tomó en el despacho de la casa de Mariana horas antes. Era una excusa para estar a solas con ella aunque fuera un minuto, siempre tenía que apretar las manos para no tocarla o besarla, siempre era tan difícil tenerla tan lejos y tan cerca a la vez. Puso las lentes, abrió la página con la intención de dormir en media hora pero justo en este momento cayó al suelo un pequeño sobre blanco con su nombre y no necesitaba de mucho para saber de quien era aquella caligrafía. Tragó en seco, abrió despacio con miedo de lo que podría tener ahí porque su corazón latía mucho más fuerte que lo normal. En la primera línea había una fecha, hacia ya mucho tiempo, no tardó en hacer las cuentas y deducía que fue escrito justo cuando había empezado a traicionar Mariana.

César

En estos momentos estoy en nuestra recámara, ya casi amanece y tú acabas de llegar oliendo el perfume que no es mío acostado en nuestra cama.  Creo que cuando termine de escribir esta carta no seguiré mi razón y no tendré el valor de entregarte. No es necesario decir lo mucho que soy cobarde a veces, tú sabes porqué me conoces más que a nadie en este mundo y que también eres la cosa más importante de mi vida aunque creo que en estos momentos se te olvidó este importante detalle...

Me Dediqué A PerderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora