40. "Instintos de Omega"

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No tardó cinco minutos en llegar a su casa. Abrió la puerta, arrojó los zapatos a un lado y entró corriendo, buscando a Sasuke por todo el lugar. De repente un aroma dulce e intenso lo golpeó, haciendo que su miembro endurecido latiera en respuesta. Subió los escalones de dos en dos y al entrar en la habitación principal, lo encontró. El Uchiha estaba totalmente desnudo sobre la cama, su rostro rojo y la frente sudada, mientras se masturbaba descaradamente. Tenía la antigua ropa de Naruto en su mano, esa chaqueta naranja y negra, ya desgastada, apretándola contra su nariz y pecho. Cuando escuchó al rubio jadear por el efecto de las sus feromonas de celo, volteó a verlo y con rapidez se acercó.

—Naruto...— jadeó, mientras frotaba su rostro contra el pecho y cuello del Alfa —tómame... estoy muy caliente— balbuceó y alcanzó sus labios.

—Necesito darme un baño, Teme— dijo, pero sin poder apartarlo.

—¡No! Quiero tu olor, lo quiero todo ahora mismo.

Uzumaki no perdió tiempo, aún besándolo, se las arregló para despojarse de su camisa y luego, cuando fué a quitar sus pantalones, el trigueño se arrodilló. Tras liberar su erección, Sasuke comenzó a frotarla contra sus mejillas y labios. Naruto lo miraba desde arriba, la visión era la más deliciosa y morbosa que había visto en su vida. El Uchiha comenzó a besar su pene por todo lo largo y cuando llegó a la punta, Naruto cerró los ojos por reflejo, pero aún así, el sonido de succión que hacía Sasuke con su boca, era demasiado erótico.

El Uchiha se incorporó y lo arrojó de espaldas al suelo, haciéndolo soltar una risita, que fué sustituida por un gruñido cuando tomó su pene nuevamente y comenzó a mover su mano a todo lo largo. Esos ojos negros lo miraban obnubilados y sus labios ya estaban rojos y brillantes por la humedad.

—Podemos... ir a la cama— sugirió, pero el trigueño ni se dió por enterado.

Se volteó y colocó un pie a cada lado de su cadera, para después bajar y empalarse a sí mismo. Naruto solo atinó a sujetar sus muslos, mientras Sasuke se movía sin importarle otra cosa que no fuese el alivio de esa desesperación en la que estaba sumergido. El cabello oscuro le llegaba debajo de los hombros cuando se inclinaba hacía atrás, después apoyó sus manos en las rodillas del Alfa y éste aprovechó para apretar sus nalgas y abrirlas un poco, observando su propio miembro perderse en el agujero del Omega, tan lubricado que ya tenía su ingle completamente empapada.

Naruto tiró de él, sujetándolo de la cintura y pegó su espalda a su pecho, haciéndolo soltar un ruidoso gemido. Le recorrió el cuerpo con las manos, mientras enterraba la nariz en su cuello, justo sobre su marca. Luego alcanzó su pene y solo con par de movimientos, Sasuke se corrió sobre su propio abdomen.

El Alfa besó el nacimiento de su cabello, aún cuando seguía estimulándolo, provocando así que Sasuke se incorpora y girara. Vió como volvía a dejarse caer sobre él y luego comenzó a moverse de manera tan erótica y sensual, que estaba desesperádolo. Agarró sus muslos con fuerza, enterrando los dedos en su piel, levantó sus caderas y empezó a embestirlo con rapidez desde abajo, arrancándole auténticos gemidos obscenos. Se detuvo justo cuando una extraña sensación comenzó a apoderarse de su cuerpo. Su miembro estaba realmente duro, era casi doloroso, pero aún así, sentía que crecía con cada arremetida.

—No pares... ¡Mmh...!— rogó, frotándose contra él.

—Es que... si continúo te voy a anudar— jadeó Naruto, con su vista perdida en el cuerpo del trigueño; su blanca piel ahora sonrosada por la agitación.

—Yo quiero... ¡Hazlo! Quiero un bebé tuyo, Naruto— el rubio abrió enorme los ojos, pero no le dió tiempo a decir nada. Sasuke se inclinó hacia atrás y comenzó a moverse nuevamente.

Uzumaki colocó la mano en su abdomen bajo, palpando la protuberancia que veía en el lugar, cuando Sasuke lo dejaba llegar todo lo profundo que podía. No soportando más los embates de sus instintos; lo anudó, para después eyacular en su interior, mientras su abdomen y pecho eran mojados por el segundo orgasmo del Uchiha.

***

Hinata sintió unos golpes en la ventana, ya entrada la noche. Eras pequeñas piedras lanzadas desde la calle, se asomó y vió a Sakura; escondida en una oscura esquina. Sabía a que venía, no era la primera noche que se colaba en su habitación, pero nunca habían pasado de unos besos y caricias.

Sin embargo, después de lo que habían hecho esa mañana en su oficina, la Hyuga intuía que llegarían a algo más.

Sakura espero que la pelinegra le diera el aviso, y de un salto trepó hasta el techo, para después colarse en el interior de su habitación. Ambas se miraron por un momento, y luego la pelirrosa extendió su mano y acarició su mejilla enrojecida.

Aquél día, cuando la sorprendió siguiéndola, la forzó a decir la razón. Resulta que Hinata se negó a aceptar sus sentimientos por puro temor. Una relación con una mujer era algo nuevo y un poco atemorizante. Admitió que ella le gustaba, pero que ese sentimiento había crecido más al saber que Sakura la amaba. Al final quedaron en intentarlo, pero todo estaba yendo mucho más rápido de lo que imaginaron, como si ninguna de las dos pudieran contener sus deseos.

Nuevamente terminaron enredadas en besos y abrazos, las manos de la pelirrosa recorrían su cuerpo con hambre y posesividad. Hinata mordía sus labios para no gemir y ser descubiertas por cualquiera de los miembros de su familia, sobre todo su hermana Hanabi, que dormía en la habitación contigua.

—Hina...— llamó Sakura en un susurro, separándose un poco —yo... deseo hacer otras cosas contigo. No sé si me entiendes.

—Te entiendo— dijo, dando pequeños besos en su mejilla.

—Pero... lo que temo es...

—Déjame ver— pidió y la pelirrosa miró nerviosa a su alrededor, todavía cohibida por la apariencia de sus genitales Alfa.

Con manos temblorosas desató el botón de su pantalón y luego lo bajó hasta las rodillas. Un bulto bastante notable, levantaba sus bragas blancas. Hinata se arrodilló y con delicadeza, tomó el elástico de la prenda y la retiró. Sus ojos grises se abrieron sorprendidos y luego miró a Sakura, quien parecía compungida y avergonzada.

—Es... demasiado extraño, lo sé. Yo entiendo si tú no...— comenzó a murmurar, pero fué interrumpida por su propio jadeo, cuando la Hyuga envolvió el miembro con su delicada y pálida mano.

Sakura tenía su clítoris, como toda mujer, pero cuando se excitaba, desde adentro de su canal vaginal salía un pene casi idéntico al de un hombre, pero más pequeño y sin prepucio. Como era de suponer, tenía las mismas terminaciones nerviosas que ambos sexos y el simple roce de la chica que le gustaba, bastaba para hacerla jadear.

—Yo quiero que lo hagas...— confesó Hinata, más que roja.

—¿De verdad?— preguntó ella con asombro, recibiendo un asentimiento.

Alpha ShinobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora