Un año.

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Capítulo 12.

No se si debería haberlo dicho o no, pero la cara de mi amiga era de fotografía. No sabría decir si su rostro representaba alegría, sorpresa o qué.

-Di algo tía por favor, -dije casi suplicando a mi amiga. -que el silencio me está matando.

-Dios tía, es que de verdad que no sé qué decirte. No me lo esperaba para nada.

-Pero, ¿te molesta? ¿Te parece bien? No se, dime algo.

-¿Cómo me va a molestar? No seas idiota. Simplemente, estoy en shock, pero de verdad que me alegro muchísimo por ti. -mi amiga cambió su cara de pánico e intentó poner su mejor cara de alegría, pero quedó bastante falso.

-No me mientas tía, se que no estás contenta. Te conozco desde hace demasiado. -podía notar claramente como la reacción de mi amiga no era para nada la de emoción.

-No es que no esté contenta cielo, pero, ¿estás preparada?

La pregunta de Alexia me dejó en blanco, y simplemente no supe que responder. De repente, se escucharon unos toques en la puerta.

-¿Estáis bien chicas? -dos voces preocupadas se escuchaban detrás de la puerta, y pude distinguir la de James con claridad. La otra supuse que sería la de Brad.

Salí del dormitorio sin querer mirar a nadie a la cara. Me dirigí al baño en silencio y me encerré. Me dejé caer el suelo y ahí permanecí durante casi una hora. Sola. En silencio. Pensando.

Otra vez unos golpes en la puerta.

-Pequeña, soy yo y vengo solo. -me planteé durante unos segundo el abrir al que ahora era mi novio, o no, pero finalmente accedí y quité el pestillo para que pasara. No podía mirarle a la cara.

Silencio. Los dos sentados uno en frente del otro pero nadie dice nada.

-¿En qué piensas? -James rompió la burbuja de silencio en la que me encontraba.

-En nada en concreto y en mil cosas a la vez.

-Estoy preocupado.

-¿Por qué yo? -levanté la cabeza y mis ojos se encontraron por fin con los de James. -Tienes a mil chicas detrás. ¿Por qué yo?

-¿Y por qué no? -la respuesta de James me había dejado descolorada totalmente. ¿Y si tiene razón? No pude aguantar más y rompí a llorar. -No llores pequeña, por favor. -Yo me encogí en su pecho y seguí llorando.

Qué complicado era todo a veces. No sé cuánto tiempo pasé llorando sobre el pecho de James, pero se que cuando miré el reloj ya había pasado la hora de comer.

-Lo siento James, de verdad.

-No seas tonta, no tienes que disculparte por nada. -él me acariciaba el pelo y eso me tranquilizaba bastante.

-Por hacerte perder el poco tiempo de vacaciones que te queda aquí.

-Si me hicieses perder el tiempo y no me preocupases, ya me habría ido pequeña.

El tiempo pasaba, pero no tenía hambre, y si James tenía, tampoco decía nada. Los chicos y Álex llamaron un par de veces, pero se fueron a dar una vuelta hace un rato.

-Un año.

-¿A qué te refieres?

-Hoy hace un año que murió Jacob. -mis palabras fueron seguidas de un silencio largo y un abrazo fuerte por su parte. Pasamos un largo rato así, pero lo necesitaba.

-¿Quieres comer algo? ¿Tienes hambre? -James se levantó del suelo y alargó su brazo para ayudarme a levantarme.

-No demasiada, pero tengo sed. -salimos del baño en silencio y bajamos a la cocina. Estábamos solos en casa.

Los chicos seguían fuera, pero nos habían dejado pizza de queso sobre la encimara de la cocina. Seguíamos en silencio, pero tampoco teníamos nada que decir.

Recogimos los platos y nos dirigimos al sofá para ver una película. Yo aún llevaba puesto el pijama, pero no me apetecía cambiarme. Antes de sentarme en el sofá, me detuve, y él conmigo.

-Oye James, no tienes por qué quedarte aquí conmigo. Puedes aprovechar el día y salir con estos.

-No quiero salir con estos, -James agarró mi cintura, lo que me hizo mirarle directamente a los ojos. -quiero pasar el día contigo.

Se acercó despacio a mi y depositó un tierno beso sobre mis labios. Me pilló algo desprevenida, pero supongo que es porque yo hoy no tenía la cabeza en su sitio. Pude reaccionar pronto y seguirle el beso. James mordió mi labio inferior, pidiendo permiso para poder introducir su lengua en mi boca, la cual empezó a bailar al compás con la mía. Cuando sentimos que nos faltaba el aliento, paramos. Yo moría de la vergüenza, aunque tampoco sé por qué, solo sabía que quería tumbarme un rato y desconectar del mundo.


Pov. James.

Me encantaba cuando hacía eso. Cuando nos besábamos y ella escondía su mirada de la mía por vergüenza. Hoy estaba preciosa. Aún llevaba el pijama: sus pantalones muy cortos y mi vieja camiseta Abbey Road de los Beatles. Llevaba también su larga melena morena suelta y sus pies descalzos. Se veía tremendamente dulce e indefensa así, y yo sentía la constante necesidad de protegerla.

Tomé su fría mano para ir al sofá a sentarnos. Otra cosa que me gustaba de ella eran sus manos: eran perfectas, con sus dedos largos y sus bonitas uñas pintadas de un color entre azul y verde.

Me senté, y, al verla tan dudosa e indecisa, tomé su mano y tiré ligeramente para que se tumbase a mi lado. Ella acomodó rápidamente su cabeza en mi pecho y entrelazó sus piernas con las mías. Encendí la tele para buscar algo interesante, y nos decidimos por poner una película típica de los sábados por la tarde sobre un hombre psicópata que va matando al primero que se le cruza. Yo no prestaba demasiada atención a la pantalla y me dediqué a enredar mis dedos en el pelo de Hanna.

Había pasado como una hora desde que la película había acabado, y hacía bastante raro que no miraba los mensajes de mi móvil. Hanna se había quedado dormida, y eso me transmitía mucha calma. Ella necesitaba descansar. Desbloqueé mi iPhone, y apenas tenía un mensaje de Brad preguntándome cómo seguía Hanna, a lo que respondí con un simple "está mejor". Revisé mis notificaciones de twitter sin prestar demasiada importancia y volví a dejar el teléfono sobre la mesa. Me acomodé sin moverme demasiado para no despertar a Hanna y me dispuse a dormir hasta que llegaran los chicos.

Justo en el momento en el que casi estaba dormido, escuché unos leves golpes en la puerta de la entrada. Afortunadamente, Hanna no se había despertando, así que me levanté despacio para no molestarla.

Supuse que serían los chicos, que era casi la hora de cenar, así que me miré en el espejo para retocarme un poco el pelo, y abrí la puerta, pero no me encontré a las personas a las que esperaba.

-Hola -dijo la chica rubia de la nos verdes que estaba parada en frente de la puerta.

-Buenas noches. -respondí algo sorprendido. La chica no paraba de sonreír, lo cual me parecía muy curioso. Tenía pecas en sus rosadas mejillas, y el pelo rubio algo alborotado. -¿Necesitas algo?

-Busco a Hanna Irwin.

-¿De parte de quién?

-Soy Emma O'Brien, la prima de Jacob.

She Was The One. {James McVey}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora