Capitulo 1

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EL POZO Y EL PÉNDULO
Impia tortorum longas hic turba furores
Sanguinis innocui, non satiata, aluit.
Sospite nunc patria, fracto nunc funeris, antro,
Mors ubi dira fuit vita salusque patent. [5]
Estaba acabado, acabado hasta no poder más tras aquella agonía tan larga. Cuando por fin me desataron y me permitieron sentarme, noté que me desvanecía. La sentencia, la horrible sentencia de muerte fue la última frase que percibieron distintamente mis oídos. Luego, el murmullo de las voces de los inquisidores pareció ahogarse en el indefinido zumbido del sueño, que provocó en mi espíritu la idea de rotación , quizá porque mis pensamientos lo asociaban con el chapoteo de una rueda de molino. Pero esto duró poco, ya que de súbito dejé de oír. Sin embargo, durante algún rato pude ver, pero ¡con qué terrible exageración! Vi los labios de los jueces togados de negro: me parecieron blancos... más blancos que la hoja de papel donde escribo estas palabras, y finos hasta la exageración, adelgazados por la intensidad de su expresión dura, de su resolución inexorable, de su riguroso desprecio por el dolor humano. Vi que los decretos de lo que para mí representaba el Destino brotaban aún de aquellos labios. Los vi torcerse pronunciando una frase mortal, los vi formar las sílabas de mi nombre y me estremecí porque no me llegaba ningún sonido. Durante esos momentos de espanto frenético vi también oscilar, blanda y casi imperceptiblemente, las negras colgaduras que cubrían las paredes de la sala y mi vista cayó sobre los siete hachones colocados sobre la mesa. Al principio me parecieron emblemas de caridad y los imaginé blancos y esbeltos ángeles dispuestos a salvarme. Pero en ese momento, y de súbito, una náusea letal invadió mi alma y sentí que todas las fibras de mi ser se estremecían como al contacto de los hilos de una batería galvánica, mientras las formas angélicas se convertían en vacuos espectros de cabezas llameantes; entonces comprendí que ninguna ayuda debía esperar de ellos. Como una magnífica nota musical, se abrió paso en mi imaginación la idea del dulce reposo que nos espera en la tumba; llegó suave, sigilosamente; creo que pasó algún tiempo antes de poder apreciarla en toda su plenitud. Pero en el preciso instante en que mi mente la captó y acarició, las figuras de los jueces se desvanecieron como por arte de magia, los altos hachones se abismaron en la nada, sus llamas desaparecieron y sobrevino el negror de las tinieblas; todas mis sensaciones parecieron

El pozo y el pénduloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora