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CONTACTO VISUAL

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CONTACTO VISUAL

Itadori había iniciado un año nuevo en una escuela diferente. Hacía poco que le ofrecieron la oportunidad de estudiar en la capital de Japón, era claro para él y su familia que tenía que ir, y así fue.

Su padre y él llegaron a Tokyo un mes antes de que iniciará el año escolar, para poder tener todo sin problemas y conocer bien la zona donde estaban y el recorrido a la escuela.

Yuuji estaba emocionado ¡nunca habia visitado la capital y era enorme!, tenía tantas cosas que hacer, pero tan poco tiempo.

Cuando las clases iniciaron, Yuuji fue dejado en la entrada de la preparatoria por su padre, se despidió de él mientras que su progenitor le daba ese ánimo y buenas vibras para su primer año.

Itadori tuvo que ir hacia la dirección para que le diesen todo lo que necesitaba como alguien nuevo.

Los de nuevo ingreso igual estaban ahí, acompañándole haciéndole sentir menos solo.

Cuando fue su turno de poder hablar con aquella secretaria que le recibió con una sonrisa, el estruendo en la dirección se hizo presente al escuchar murmullos (si no fuesen casi gritos) por parte de las chicas.

Un señor aparentaba no tener más de cuarenta años se hizo presente en aquel lugar, lo que más llamaba la atención de aquel tipo era lo musculoso (sobre todo por su pecho grande) y la cicatriz que tenía atravesando sus labios.

Detrás de ese señor estaba un chico que parecía ser su hijo, se parecían sobre todo el tono de cabello e incluso rostro, aunque del chico era menos amenazante.

La mirada de Itadori y de aquel chico pelinegro se encontraron, Yuuji podía sentir esa ligera chispa en su interior al sentir esa mirada tan oscura siendo suave para él.

Incluso juraba que aquel pelinegro también sintió lo mismo. Aunque lamentablemente ese contacto visual tuvo que ser cortado ya que a ambos les llamaban para prestar atención a otra cosa que no sea ellos.

El pelirrosa se sintió extraño, pero no de una manera mala, sino buena, como si en su corazón supiese que ese no sería el único contacto visual que tendrían.

Y esa prediccion fue cierta, ambos chicos compartirán la mayor parte de sus clases, dándose esas miradas y de vez en cuando entre el horario escolar, donde no se decían nada pero esas miradas le daban tanto significado

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Y esa prediccion fue cierta, ambos chicos compartirán la mayor parte de sus clases, dándose esas miradas y de vez en cuando entre el horario escolar, donde no se decían nada pero esas miradas le daban tanto significado.

Querían acercarse al otro.

Y a pesar de que sus lugares no siempre estaban tan cerca del uno con el otro, esa distancia no era impedimento para que ambos se diesen miradas entre clase, entre los pasillos o entre los descansos.

Era complicado pero después de tantos días así, era tan normal para ambos mirarse, sin dirigirse la palabra en ningún momento y aunque en otro lo cachara observándole, no apartaba la mirada, sino que seguía observandose.

Yuuji sabía que ese chico se apedillaba Fushiguro, y que era conocido por ser un "malandro" en la secundaria. Igual sabía que tenían amigos en común.

¿Entonces por qué jamás se acercaron a hablar?

Era una duda que le tenía rondando en la cabeza a Itadori.

El pelirrosa podía ir y decirle un simple "hola, se que nos hemos mirado mucho desde el principio y quería saber si te gustaría ser mi amigo" pero esa pena le inundaba junto unas ganas de correr y esconderse por la pena.

Nunca le había pasado.

Y era tan extraño eso, él siempre solía aventarse y hablar con una persona sin problemas, entonces ¿por qué no podía hacerlo con él?

— ¡Yuuji-kun! — el pelirrosa giro hasta lograr ver a su senpai Gojo Satoru, un chico de último año que le ayudó a conocer todo el plantel de la preparatoria.

— Gojo-senpai. — le saludo con una sonrisa hasta que el albino se acercó.

— Quería presentarte a un amigo, creo que ya lo conoces. — el más alto tomó de los hombros para empujar a Itadori por todo el pasillo, todo para ir hacia el patio donde un grupo de chicos (que solo conocía de la mirada) estaban ahí comiendo y conversando, sin embargo la mirada del pelirrosa se fijo en esa cabellera azabache despeinada que tanto conocía.

Fushiguro estaba ahí, los nervios del chico le apoderaron y empezó a tartamudear para poder escapar de ahí, sin embargo Satoru no le dejó irse, lo tomó con más fuerza hasta plantealo frente a Megumi quien observó primero al albino con una mirada de desaprobación y luego al pelirrosa.

— Megumi-chan te presento a Yuuji-kun, ya debieron de conocerse, van juntos en unas clases. — con esa típica sonrisa de idiota (como Megumi le llama) presentó a Itadori quien solo levantó su brazo para saludar tímidamente.

— ¿Por qué lo tragiste en contra de su voluntad?

— No creas que soy un secuestrador, el pequeño Yuuji quería hacer amigos. — las mejillas del nombrado se pusieron de un tono rosa, casi rojo. — ¡Se sonrojo! ¡Que lindo! — el albino abrazó a su kohai.

— Gojo-senpai.

— ¿Sí?

— ¿Podría soltarme? Me está apretando... — Gojo le hizo caso dejandolo libre para luego ser tomado de los hombros por el azabache.

— ¿Estan peleando por un chico? — preguntó Panda (un apodo que le han puesto sus amigos) hacia los demás.

— Parece... pobre chico. — comentó Maki, Toge simplemente asintió sin decir nada, pero concordaba con sus amigos.

Megumi les había dicho que había un chico nuevo de apellido Itadori que le observaba todo el tiempo. Gojo fue el causante de que se presentarán formalmente esa tarde, pero parecía más una guerra de quien sería el mejor amigo del pelirrosa que sólo estaba en silencio tratando de procesar todo.

Pero la belleza del azabache no le dabaja a su cerebro trabajar correctamente, pues sólo se dedicaba a gritar en su interior de que aquel chico lo esté tocando y este justo al lado suyo, observando aquel perfil tan lindo que tenía.

Yuuji sintió haber visto un ángel.

Y así fue el principio de esa amistad entre Megumi y Yuuji. Ambos se seguían dando esas miradas que parecían más de enamorado que de amistad, pero sus amigos no les decían nada, era hora de que ellos se diera cuenta de ese amor romántico que se tenían, sin ayuda de un tercero.

 Ambos se seguían dando esas miradas que parecían más de enamorado que de amistad, pero sus amigos no les decían nada, era hora de que ellos se diera cuenta de ese amor romántico que se tenían, sin ayuda de un tercero

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