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𝑃𝑒𝑟𝑐𝑦

La reunión fue como un consejo de guerra con dónuts. Sin embargo, en el Campamento Mestizo solían mantener las discusiones más serias en la sala de juegos alrededor de una mesa de ping-pong, provistos de galletas saladas y salsa de queso, de modo que Percy se sintió como en casa.

Les habló de su sueño: los gigantes gemelos que planeaban recibirlos en un aparcamiento subterráneo con lanzacohetes; Nico di Angelo y Règine Tanaka atrapados en unas vasijas de bronce, muriéndose poco a poco de asfixia con semillas de granada a sus pies y Règine más muerta que viva.

Hazel contuvo un sollozo.

—Nico...Règine... Oh, dioses. Las semillas.

—¿Sabes lo que son? —preguntó Annabeth.

Hazel asintió.

—Me las enseñó una vez. Son del jardín de nuestra madrastra.

—Tu madra... Ah —dijo Percy—. Te refieres a Perséfone.

Percy había coincidido con la esposa de Hades en una ocasión. Ella no se había mostrado precisamente encantadora. También había estado en su jardín en el inframundo: un sitio horripilante lleno de árboles de cristal y de flores de color rojo sangre y blanco fantasmal.

—Esas semillas son un alimento reservado como último recurso —dijo Hazel —. Pero Règine no tiene nada qué comer. Oh, pobrecita, debe de estar muerta de hambre. No sé cómo ha sobrevivido tanto tiempo sin nada de comida —Percy notó que estaba nerviosa porque todos los cubiertos de la mesa empezaron a moverse hacia ella—. Solo los hijos de Hades pueden comerlas. Nico siempre las guardaba por si alguna vez se quedaba atrapado. Pero si de verdad está encerrado...

—Los gigantes están intentando atraernos —dijo Annabeth—. Dan por supuesto que intentaremos rescatarlos.

—¡Pues tienen razón! —Hazel miró alrededor de la mesa, y su seguridad se desmoronó visiblemente—. ¿Verdad?

—¡Sí! —chilló el entrenador Hedge con la boca llena de servilletas—. Habrá que luchar, ¿no?

—Por supuesto que le ayudaremos, Hazel —dijo Frank—. Pero ¿cuánto tiempo tenemos hasta que...? O sea, ¿cuánto tiempo puede resistir Nico y la otra chica?

—Un grano de granada por día —dijo Hazel tristemente—. Eso si entra en un trance mortal. Pero Règine no tiene esas semillas así dudo que aguante más de cuatro/cinco días.

—¿Un trance mortal? —Annabeth frunció el entrecejo—. No suena muy divertido.

—Eso evita que consuma todo el aire —dijo Hazel—. Como la hibernación o el coma. Un grano puede mantenerlo durante un día, a duras penas.

—Y le quedan cinco granos —dijo Percy—. Eso son cinco días, incluido hoy.
Los gigantes deben de haberlo planeado de esa forma para que lleguemos el 1 de julio. Suponiendo que Nico y Règine estén escondidos en alguna parte de Roma...

—No es mucho tiempo —recapituló Piper. Posó la mano en el hombro de Hazel—. Los encontraremos. Por lo menos ahora sabemos lo que significan los versos de la profecía. « Los gemelos apagarán el aliento del ángel, que posee la llave de la muerte interminable» . El apellido de tu hermano: Di Angelo. Angelo es « ángel» en italiano. Y...¿no hace falta alguien de la profecía de los ocho? Quizás...Règine sea la octava.

Todos quedaron en silencio ante lo que dijo Piper. Nunca habíamos pensado quién podría ser el octavo de la profecía, nos habíamos enfocado mucho en todo el tema de Gaia y la Marca de Atenea.

—Oh, dioses —murmuró Hazel—. Nico...

Percy se quedó mirando su dónut relleno. Había tenido una relación difícil con Nico di Angelo. En una ocasión, el chico lo había engañado para que visitara el palacio de Hades, y Percy había acabado en una celda. Pero la mayoría de las veces, Nico se ponía de parte de los buenos. Desde luego no se merecía ahogarse lentamente en una vasija de bronce, y Percy no soportaba ver que Hazel sufría.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐈𝐍𝐆 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐒𝐄, heroes of olympusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora