𝓓𝓲𝓮𝔃

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Su mente había dibagado por largos minutos en aquellas memorias, eso no ayudó demasiado en su ansiedad y miedo, al contrario este aumentó. Sabía como iba a terminar, si Muzan lo recordaba o siquiera ahora se interesaba por él su vida sería otra vez un infierno pintado de rosa.

Agradecía el hecho de que hasta el momento nadie había llegado a la enfermería, todo estaba sumamente tranquilo y silencioso, un ambiente donde sus pensamientos no hacían más que volar. Su aroma estaba repartido por todo el lugar, era agrio y pesado, demostrando perfectamente el estado melancólico del peliburdeos. Deseaba ver a su pequeño, la presencia de su hijo siempre lograba calmarlo.

—Ya es la hora del almuerzo... —comentó para si mismo al oír la campana, le sorprendía todas las horas que había pasado divagando.

No era buena idea pero moría de hambre y por el apuro no logró preparar su almuerzo, secando las lágrimas que aún había en sus mejillas e intentando sonreír salió de la enfermería camino al salón de profesores. Era simple, tomar una tasa de café e irse, no debía hablar ni observar a nadie, no deseaba que lo vieran en ese estado tan deplorable.
De camino a su destino no se cruzó con su pequeña hermana y sus amigos, eso era un gran alivio para él, pero cuando llegó a aquel salón no pudo evitar soltar un largo suspiro en busca de valentía que sabía no podría tener.

—¡Oh buenos días!...Tanjiro-kun. —el entusiasmado saludó de Rengoku se vio interrumpido.

Aquella deliciosa y tan reconfortante esencia a narcisos era totalmente opacada por una muchas más agria y pesada, una que no le recordaba a la hermosa primavera y mucho menos al alegre chico.

—¿Sucede algo Tanjiro? —preguntó esta vez Shinobu preocupada.

—¡N-No! Todo está bien. —intentó sonreír pero su voz flaqueo al primer momento.

—No lo estás. —habló serio Tomioka.

—No es nada...n-no se preocupen. —un pequeño sollozo amenazó con salir por su garganta pero con toda su fuerza lo contuvo.

Ante la atenta mirada de sus compañeros el Kamado sirvió su café y salió de allí como si fuera un alma en pena, su apuró era tanto que no logró ver por donde iba chocando con una persona.

—¡Oh por dios lo siento tanto! —se disculpó esa amable voz—. ¿Estás bien?

—S-Si lo estoy, no debe disculparse era yo quien no prestaba atención.

—Para nada, soy algo distraída. —rió suavemente— ¡Tú eres el enfermero del cual mi esposo me ha hablado!

—Así es...

—Mi esposo es alguien que da miedo pero te aseguro que es buena persona.

—Disculpe la pregunta pero ¿quién es usted?

—Yo y mis modales, puedes decirme Mitsuri soy la profesora de educación familiar. —sonrió amable.

—Mucho gusto Mitsuri-san pero si me disculpa debo i-irme un momento.

—¿Estás bien querido? Tu olor es muy triste.

—¿Es omega...?

—Si. —habló dulcemente.

No supo porque, ni cuando o cómo, pero el aroma tan amable y dulce de la mujer derribó todas sus barreras y no pudo evitar soltar lágrima tras lágrima, aún sin quererlo. La mujer pareció entrar en un pequeño pánico ya que no sabía que hacer, agradeció al cielo que una alfa apareció.

—Vamos Tanjiro. —Kocho tomó al más bajo de los hombros y lo guió a la biblioteca donde nadie los molestaría.

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ꨄ︎𝓕𝓲𝔁 𝓶𝔂 𝓱𝓮𝓪𝓻𝓽 ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora