Capítulo 14

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Sus pies se detuvieron, encontrándose de nuevo en aquel pequeño baño; miró la ventana que seguía abierta y percibió la ligera brisa nocturna que parecía burlarse de ella.

―Quítate la ropa y déjala afuera de la puerta ―expresó Dante apuntándola con el dedo―. Puedes cerrar, pero no pongas seguro. No tienes que preocuparte, no mirare. ―Su voz estaba cargada de hastío.

Volvió el rostro, comprobando la impresión de que parecía cansado de tener que lidiar con su persona, su cara lo reflejaba tanto como su tono. Por un instante, considero suplicar nuevamente, pero hasta ese momento nada parecía surtir efecto y su fallido escape solo había complicado las cosas.

―Si pruebas de nuevo, no seré amable ―advirtió, endureciendo su expresión―. No creo que a él le importen unos cuantos rasguños, pero no será cómodo para ti. Yo no lo haría.

Todas las palabras de protesta desaparecieron, él tenía razón, su ropa era un desastre, al igual que su pelo, del cual colgaban algunos rastros de pasto y tierra.

―Está bien ―murmuró, pero fue suficiente para que se girara y la dejara sola.

Esperó hasta que cerró la puerta y solo entonces comenzó a desvestirse, no tenía nada que ponerse, pero él genuinamente no parecía tener interés en ella. Además, estaba demasiado sucia, como para volver a usarla, pero, sobre todo, aún tenía sangre, suya y de su tía.

Suspiró resignada, tomó todo y abriendo un pequeño espacio de la puerta, con rapidez empujó las prendas.

Cerró de nuevo y caminó hasta la ducha, lo único que llevaba puesto era ese medallón que rara ocasión se quitaba. Aquello era más una costumbre, un hábito que había comenzado por instrucciones de su tía, pero sinceramente no estaba segura de que pensar.

Sintió el agua mojar su rostro y empapar gradualmente todo su cuerpo, pero en realidad sus pensamientos estaban en lo ocurrido en las últimas horas.

No tenemos enemigos.

Todo parecía una burla.

Frotó su cara, luchando por no ceder al pánico o la directamente a la locura. ¿Alguien podía mantenerse cuerda después de todo lo sucedido? Lo dudaba. Ella ni siquiera estaba segura si seguía siendo consciente de sí.

Perdida en su mente, fue ajena al paso de los minutos. El agua pasó de tibia a helada, pero era incapaz de responder, lo único en que podía pensar era en las palabras de... él, de Dante, un vampiro...

Una risa ahogada salió de sus labios temblorosos, pero se interrumpió tan rápido como brotó, cubriéndose con sus manos. Sus ojos fijos sobre los azulejos pálidos de aquella pared. Él tenía que estar equivocado, todos tenían que haber perdido la razón o aquello debía ser un sueño o una pesadilla.

Movió mecánicamente el brazo, cerrando el flujo de agua y salió del pequeño espacio, recogiendo la toalla colocada sobre el lavabo. Frotó energéticamente, consiguiendo librarse un poco del frio.

Miró la pared delante de ella. No había espejo, así que solo limpió torpemente el exceso de agua y fue en ese momento que sus ojos se detuvieron en sus manos.

Sin marcas.

Imposible.

Acercó su mano izquierda a sus ojos, exactamente dónde estaba segura había estado una raspadura. Observando a detalle, podía notar las líneas rosadas, como si aquello no hubiera ocurrido tan solo unos minutos antes.

El aliento abandonó sus pulmones y tuvo que apoyarse en la pared, retrocediendo para dejarse caer sobre la cubierta del inodoro.

«¿Qué eres?».

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