¿Cuándo fue la última vez que tuvo un auténtico baño?
Con ese pensamiento en mente, Markus apartó la cortina que separaba la ducha y tomó una de las toallas colocadas sobre el lavabo. Observó el pequeño espacio, comprobando su primera impresión, la ausencia de espejos, podía hacerse una idea del motivo. Se quedó quieto, pasándose la tela por la cabeza, retirando el exceso de humedad, era un desastre y había demorado más de lo esperado en retirar la suciedad. Su barba no estaba en mejores condiciones, pero definitivamente el agua tibia ayudó al resto de su cuerpo. Sus extremidades se sentían mucho mejor y esperaba que el cambio en su apariencia le ayudara a no destacar.
Pasó de nuevo la toalla por su cabeza y la arrojó sobre el mueble, tomando otra limpia que envolvió en sus caderas.
El vapor que envolvía el baño escapó cuando empujó la puerta y regresó a la habitación, una de las mujeres seguía tumbada sobre la cama y la otra esperaba junto a Osen, sosteniendo unas tijeras y una pequeña toalla.
Ambas lo miraron sorprendidas y con demasiado interés, claro, él solo usaba la toalla alrededor de sus caderas, su dorso estaba desnudo y eso pareció captar su atención.
Para él no había nada que admirar, siempre fue un hombre de trabajo pesado, seguía estando en forma, su constitución no cambió demasiado tras convertirse en vampiro. La palidez de su piel sí que se acentuó, pero ellas parecían embelesadas. ¿Realmente no se daban cuenta que Osen y él eran diferentes?
―Tienes mejor aspecto ―apuntó Osen―. Ven, ella intentara arreglar tu pelo.
―Aun esta mojado, ¿puedes cortarlo así?
Ella le dio una sonrisa encantadora asintiendo y señalando una silla.
―Créeme, es mucho mejor así, toma asiento.
Obedeció, ignorando la mirada curiosa de Osen. Si lo que esperaba era que se mostrara emocionado por la presencia de ese par, las mujeres no eran de su interés, en su mente existían solo dos cosas. La primera de ellas era la sangre, de la cual no podía escapar muy a su pesar; y la otra, principal, cumplir su objetivo.
Piere y Kaizer harían todo para evitarlo, pero no había pasado por tanto para dejar que las cosas escaparan de entre sus dedos.
Se mantuvo quieto, viendo caer pedazos de pelo, mechones desastrosos que fue incapaz de liberar.
―¿Qué tan corto lo quieres? ―susurró ella apoyando intencionalmente su pecho sobre su espalda y tocando con el dedo su hombro. Fue un gesto muy femenino y sugerente.
Su inicial repudio parecía haber desaparecido completamente y eso le hizo recordar las palabras de Dante. A pesar de ser mucho más joven, sin duda conocía un poco más sobre mujeres que él.
―No demasiado ―respondió sin mucho interés. Le daba exactamente lo mismo, solo deseaba tener un aspecto menos llamativo, como ellos señalaban.
―Déjalo a la altura de los hombros ―fue Osen quien indicó, estudiándolo con una mano en la barbilla―. Él siempre ha gustado de usarlo un poco largo. ―A diferencia de su indicación, el cabello de su amigo estaba muy corto, un poco despeinado en la parte de arriba.
―Creo que le quedara. ―Ella frotó de nuevo sus senos contra él, antes de continuar con su labor.
Markus la ignoró, el único interés que tenía en ella, además de su ayuda para arreglar su aspecto, consistía en obtener un poco de su sangre.
Era tan fácil tirar de su muñeca y beber, pero la mirada de Osen indicaba que no estaba a favor de ello y Dante tampoco estaría muy contentó con limpiar, así que tuvo que ser paciente.
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Contrariedad
VampireNo todos desean la inmortalidad, no todos quisieron convertirse asesinos. Algunos como Marcus Petrie darían todo por dejar de existir.