Capítulo 4

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Kelly

¿Alguna vez has sentido que te ahogas mientras duermes? ¿Te ha invadido la desesperación, impotencia, dolor y rabia? Es abrumador, una enorme presión sobre el pecho que te impide respirar, pero no es todo, lo experimentas y al mismo tiempo lo ves un costado y disfrutas de su angustia. Eres tú, pero al mismo tiempo no lo eres. Esa es la impresión que siento casi cada noche, solía ocurrirme cuando era una niña y luego se atenuó durante la adolescencia, pero en los últimos meses las pesadillas han regresado y ahora son peores.

En las visiones hay sangre, incluso si no la veo, puedo percibir el rico olor metálico, paladearlo en mi boca y anhelarlo. Otras veces es espesa, cálida, manchando mis manos y mi cara, mis labios. Además de los rostros extraños que desfilan frente a mis ojos. Uñas largas. Ojos rabiosos. Colmillos enormes, como si de una bestia se tratara.

Todo es una locura y el hecho de despertar y ver de pie junto a mi cama a mi tía no ayuda a ahuyentar el terror que sigue tras uno de los sueños.

―¡Tía! ―jadeo, retrocediendo entre la maraña que son mis sabanas, pegando mi espalda en el respaldo de la cama.

Su rostro no muestra expresión alguna, ni pena o preocupación. La primera vez que abrí los ojos y la vi, esperaba que dijera que me había escuchado gritar y que solo deseaba comprobarme, pero no dijo nada de eso. No ha explicado nada, no ha buscado escusarse, nada, solo me mira.

―Estás despertando ―la escucho decir, mirándola confundida, presa aun de mis pesadillas.

―Eh... sí, estoy despierta ahora. ¿Estás bien?

―No deberías preocuparte por mí, es tarde.

Confundida la veo salir de mi habitación. No soy la única que está mal.

Aspiro y dejo salir el aliento, pasándome las manos por el pelo. Decir que no entiendo nada, es poco, ella siempre ha sido especial, pero ahora lo es mucho más. Su enfermedad parece ir de mal en peor, ya no son solo las alucinaciones, sino su comportamiento errático.

Grace Hart siempre ha sido una mujer misteriosa, a quien le tengo mucho cariño y veo casi como a una madre. No solo se ha encargado de criarme, también me ha tratado como si fuera su verdadera hija. Pero sus extraños cambios de humor y las frases sin sentido que repite con más frecuencia en las últimas semanas me tienen inquieta.

«Estás despertando», eso no ha sonado tan raro como otras cosas que me ha dicho. Como «tendrás que mostrarte pronto y elegir huir o pelear por tu vida». ¿Mostrarse? ¿En qué sentido? ¿Huir? ¿De quién? Por mucho que piense, no tiene ningún sentido y tampoco quiero pensar que es un problema mental más complicado del diagnosticado, me gustaría pensar que sencillamente sus desvaríos son ocasionados por la fiebre que tuvo los días pasado. Pero no puedo mentirme por más tiempo.

El problema es que no cuento con muchos antecedentes de males mentales heredables, conozco muy poco de mis padres o familiares que ya no tengo. Por otra parte, nunca hemos convivido mucho con otras personas, así que queda descartado el asunto de viejas rencillas por la que debiera temer.

Me levanto de cama y tomando una muda limpia de ropa me dirijo al baño, me apresuro a estar lista, no queriendo arriesgarme a dejarla sola mucho tiempo. Cuando entro a la cocina, la encuentro delante de la ventana, su mirada perdida y su expresión ausente.

Ella es hermosa, una belleza casi sobrenatural, tiene el mismo aspecto joven que recuerdo de niña, como si el tiempo no hubiera pasado por ella, pero ahora su ropa son solo camisones sin forma y su pelo luce desordenado, así como la falta de brillo en los labios.

Buenos días ―saludo de nuevo, queriendo dilucidar su estado de ánimo y ver si es ella misma. Me aterra la idea de internarla en una clínica, pero hasta ahora no ha mostrado conductas violentas y sigue la toma de sus medicamentos―. ¿Quieres algo especial para desayunar? ―Ella no reacciona, así que tomo un par huevos y pan que pongo en la tostadora―. Parece que lloverá ―comento mirando el cielo un poco nublado.

―Él solía ser muy bueno, pero en algún momento se perdió y nos condenó a todos. Aunque eso no lo entenderá, nadie ha hecho que entienda y tampoco lo han detenido. Por eso está aquí, puedo sentirlo. ―La escucho, conteniendo un suspiro cansado. Cada vez entiendo menos a lo que se refiere, menciona personas a las que nunca he conocido, ni escuchado―. Él no lo sabe, pero todos estamos unidos y es así como Andriy lo encontrara. Él podría poner fin a esto y salvarte.

Me obligo a sonreír y la miro.

―¿Por qué no te sientas? ―hablo con suavidad, tomándola de los hombros, guiándola hasta la silla―. ¿Quieres leche té?

―Leche.

―Bien ―contesto, aliviada de que su divagación a terminado o eso espero.

―¡Buenos días! ―Oana, nuestra vecina entra con una bolsa de bollos recién hechos, por el olor que percibo―. Creo que llego justo a tiempo.

―Si. Pondré la cafetera.

―Si me hicieras el favor.

Oana es de las pocas personas con las que hemos convivido en todas nuestras mudanzas. Ella no parece percibir de mala manera la actitud de mi tía y siempre esta disponible para hacerle compañía cuando debo trabajar. Parece ser una mujer pensionada, que se dedica a sus plantas y disfruta de las charlas de Grace.

Extraño. Pero sin duda valioso para mí.

―¿Esta semana tienes turno de noche? ―Asiento mientras acerco un pequeño recipiente para los panes―. Puedo quedarme con ella hasta que se duerma y venir temprano.

La miro verdaderamente agradecida.

―Muchas gracias.

―No es nada, cielo. Solo... ―Sus ojos van a mi medallón y siento como si quiera decir algo más, pero cuando mira a mi tía, casi podría jurar que ella niega, es casi tan imperceptible el movimiento de su cabeza, que no estoy segura―. Cuídate. He escuchado de muchos asaltos en las calles.

―Siempre lo tengo, gracias.

―Las cosas ya no son como eran antes ―la voz de mi tía suena tan frágil, que Oana sujeta su mano.

―No, Grace y parece que seguirán cambiando. ―Ellas parecen compartir algo y esa es otra de las cosas que me confunden, es como si supieran algo que ignoro.

El sonido de la tetera me saca de mis pensamientos y comienzo a servir un par de tazas. Mis ojos van a la ventana y la figura de un hombre vestido de negro me llama la atención, en un solo parpadeo se ha ido y me quedo inmóvil. ¿Lo he imaginado? 

ContrariedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora