Ara es esclava de una organización criminal, por azares del destino la organización es destruida y ella deberá cambiar de dueño.
Contiene un capítulo con un final alternativo que es el inicio de una segunda parte de esta historia!
🌸Historia inicia...
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18 Noviembre de 2018...
Arabella se revolvía entre las mantas del suelo, aquella noche era tan helada que sintió el frío glacial en cada hueso y tan incierta que llenó de incertidumbre cada fibra de su ser.
Llevaba las manos atadas detrás de su espalda por una cadena gruesa, pesada y cuyo tiempo a su al rededor se extendió lo suficiente para desgarrar la piel de sus muñecas. Había intentado durante largo rato tirar de una manta con sus dientes para cubrir su cuerpo desnudo y acomodarse en una posición más conveniente, sin embargo, los golpes en sus labios y las quemaduras en su espalda volvían la labor más difícil.
Sin previo aviso el sonido de disparos invadió el lugar. A ella poco le importo, su fantasía más salvaje era que alguien entrara al calabozo y por fin terminara con su vida. Escucho el grito ensordecedor de Toguro y una sonrisa se le tizo en los labios, quizá aquel sería el día que su fantasía pudiera llegar a término.
Espero ansiosa su turno disparo tras disparo hasta que los pasos de alguien se escucharon más cerca de su celda.
Era un hombre joven, atractivo, de largos cabellos rosados. Sintió entonces que de echo no sería tan desagradable morir por su mano, sin duda, era mejor que las asquerosas manos de William.
—Aquí hay mujeres— la risa burlona que salió de sus labios la llevó a maldecir. El tono empleado en la oración la hizo pensar que su sufrimiento no estaba ni cerca de terminarse.
Nuevos pasos se escucharon en el corredor; pasos lentos, tortuosos, que le revolvían el estómago en ansias locas por descubrir la identidad de esa persona.
Un hombre apuesto se quedó de pie en la entrada de la celda, barrió con sus dedos un mechón rubio que caía a uno de los extremos de su rostro para después guiar sus orbes ónix a través del cuerpo desnudo de la mujer encadenada. Trago saliva para deshacer el nerviosismo en su garganta, acababa de terminar atragantado de su imagen, de su silueta y de las cicatrices que le adornaban la carne.
El rubio camino a paso lento hacia donde estaba y sin decir palabra descargó su arma en el candado hasta que este cedió dejándola libre.
—¿Puedes caminar?— Su voz lleno cada espacio de la celda.
—Si señor, puedo caminar— contesto ella sin levantarse.
—¿Qué esperas para levantarte entonces?— enarcó una ceja en señal de extrañeza.
—Espero las órdenes del señor, si el señor desea que me levante yo me levantaré— ella se puso de pie lentamente mientras su hermoso cabello caía cubriendo sus senos. Tenía un rostro poco expresivo que solo era adornado por una frágil sonrisa.
—Camina— pidió inspeccionándola más de cerca encontrando así marcas de quemaduras en sus brazos y la espalda. Había un sin número de moretones adornando su cuerpo con diferentes colores y diferentes tamaños denotando el abuso al que estuvo expuesta.
