Siguiendo personas extrañas

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¿Cómo había llegado aquí? Esa era la pregunta que llevaba rato haciéndome. Estaba sentada en medio de la plaza rodeada de niños.

Solo tenía tres cosas claras : la primera, era que Edward Cullen era un vampiro; la segunda, que estaba en Greekdale; y la última, que las voces que oía eran las de mis amigos.

Ah. Y que ni Loki ni Luca ni Agua están.

Me cogí la cabeza con las manos y suspiré. No sabía que hacer. No podía hablar con nadie. Mi móvil no funcionaba. No tenía a Loki ni nadie para ayudarme.

En dos palabras: estaba perdida.

-El señor Greek esta encerrado en su casa – dijo de repente una voz desde mi izquierda – no quiere salir. ¿Esta su merced segura que quiere ir a verlo?

Era un señor alto de aspecto muy mayor. Tenía un bastón en su mano izquierda y vestía una túnica negra. Le hablaba a una mujer joven que vestía un vestido marrón antiguo muy feo.

Entonces me di cuenta. Todos vestían de formas muy extrañas. La mujeres llevaban vestidos antiguos de manga larga. Los hombres llevaban túnicas o pantalones anchos.

-Si – dijo la mujer – necesita comida y agua.

-Entonces sígame hasta su casa – dijo el hombre.

"¿COMO QUE PUEDE ESTAR ASÍ DIAS?" - gritó uno de mis amigos.

Me levanté de golpe y seguí a esas dos personas. Caminé por largas y estrechas calles siguiéndoles. Cada dos pasos saludaban a varias personas lo que hacía que fuéramos muy despacio. Había pasado alrededor de media hora cuando salimos de la ciudad por un enorme portón.

El anciano siguió un camino de piedra que se internaba en el bosque. Caminaba lentamente como esperando que en algún momento algo se lanzara sobre su cabeza. Los arboles movían sus hojas lentamente con el viento. Su brisa acariciaba mi rostro.

"¿Cuánto llevamos?" preguntó una voz cansada.

"Casi cuatro horas" respondió otra voz.

¿Cuatro horas? Es imposible. Llevo aquí como una hora.

Seguimos avanzando por los caminos hasta que llegamos a una explanada con una casa. La casa de Dale. El porche de la casa estaba lleno de muebles viejos. En una esquina tenía un comedero de pájaros.

El señor mayor se acercó a la puerta y lentamente tocó a la puerta. Nadie contestó ni fue a abrir. El señor volvió a insistir hasta que de repente el ruido de la cerradura abriéndose le hizo parar. De la puerta salió un hombre. Y no cualquier hombre... el Bibliotecario.

-Venimos a ver a su merced – dijo el hombre.

-No quiere ver a nadie – dijo – lo siento pero no puedo dejarles pasar.

Subí el resto de las escaleras y traspasé al viejo y la señora. Me quedé enfrente del Bibliotecario y lo miré.

Lucía exactamente igual que siempre.

Este se apartó a un lado dejando un hueco para pasar. Lo mire a los ojos y empecé a hacerle señas y varias peinetas. No respondía. Me encogí de hombros y entré por el hueco.

"Bibliotecario, ¿de que te ríes?" preguntó una voz femenina que supongo era Liv.

-Solo les dejare pasar cuando el amo lo permita – dijo y cerró la puerta.

Una vez cerró la puerta la luz de las velas le dio vida al lugar. Ante mí tenía un pasillo enorme lleno de puertas. A la derecha se podía distinguir un enorme comedor con una mesa muy muy larga y varias sillas. A la izquierda se podía distinguir una cocina con una pequeña mesa.

Caminé hasta el fondo del pasillo y abrí la puerta.

-SU PUTA MADRE – dije y la cerré. Era un agujero en el suelo. Para ya sabes que – Que asco.

Me giré y me fijé que en la parte izquierda habían unas escaleras que subían al piso de arriba.

Antes de yo poder subir apareció el Bibliotecario con una bandeja en sus manos. Se paró ante la puerta del baño y se rio. Subió las escaleras y yo le seguí. Al llegar al piso de arriba se podían distinguir otras escaleras que subían aún más y varias puertas. Dos de esas puertas estaban tapiadas con maderas y clavos. Estaba claro que no quería que nadie entrará. O saliera.

El bibliotecario se dirigió a la puerta del fondo y llamó tres veces. Se oyó una voz desde dentro y se abrió la puerta.

Era Dale. 

La Caza de GreekdaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora