Cap. 2 -Día 5

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Aquella mañana Luisita se había despertado con el tiempo justo para poder llevar a sus hermanos al colegio e ir al bar de sus padres a echarles una mano. A pesar de que respetaban los horarios de estudio de su hija, en ocasiones, tenían que recurrir a ella y hoy era uno de esos días, su madre, Manolita, una mujer de unos cincuenta años de aspecto juvenil, debía acudir al médico para realizarse un chequeó rutinario.  La rubia no dudó en cambiar sus planes para poder ayudar, lo que tenía de despistada y de caótica lo suplía con el enorme corazón que le caracterizaba y con esa sonrisa que contagiaba a todos quienes la rodeaban.

- ¡Buenos días familia! - Saludó alegre nada más entrar en el bar.

Apenas eran las nueves de la mañana y el local estaba lleno de los clientes habituales que iban a desayunar justo antes de comenzar la jornada laboral.

- ¡Charrita! Menos mal que vienes.... 

- Perdón, tuve que dejar a los niños en el cole. Me pongo el delantal y comienzo a atender a la gente, pero vamos, ya te digo yo lo que van a pedir. - Echó un vistazo a las mesas. - La mesa dos pedirá su café solo con dos porras, la mesa cinco un croissant a la plancha y un zumo de naranja y en la siete dos cafés con azúcar y tostadas con tomates. - Miró a su abuelo - ¿Usted qué opina?

- Opino que tienes una memoria de elefante.

- ¿Han pedido eso?

Pelayo, le enseñó las comandas. - Efectivamente, falta la mesa siete, pero dudo que te equivoques - sonrió consiguiendo como respuesta un guiñó de la rubia.

- Mira a quien tenemos por aquí, a la chica más guapa del barrio - Comentó Pelayo con una sonrisa en cuanto vio entrar a su otra nieta.

- Pero bueno, María, tú por estos lares - Saludó la rubia con algo sorna.

- Una que madruga.  Anda, ponme un café que estoy que me caigo - Pidió sentándose en la zona de la barra.

- ¿Cómo estás? - Quiso saber la morena en cuanto Luisita le sirvió el café.

- Agotada, María, no sé si voy a poder aguantar este ritmo.

- Bueno, mujer, ya no te queda tanto...

- Cuatro meses, María, cuatro meses - Dijo con desesperación.

- Conociéndote buscaras algo o... alguien que te entretenga - Contestó divertida.

- ¡Qué va! No hay nadie interesante.

- Alguien habrá, siempre está el guapo o la guapa de la bancada - Insistió María.

Conocía demasiado bien a su hermana, Luisita era de aquellas personas que se enamoraban con mucho facilidad, pero no de las personas o no solo de las personas , ella amaba los pequeños detalles como el café de máquina, los silencios, una mirada entre libros, una manos calientes, las sonrisas involuntarias. Disfrutaba de los momentos y de las personas.

Negó con la cabeza de forma insistente.

-  Seguro que hay alguien como tú que va todos los días.

- Somos muchos los que vamos todos los días, es la gracia de la biblioteca, durante varias semanas se convierte en una especie de residencia donde compartes más horas con la gente de ahí que con tu propia familia.

- ¿Y...?

- Pero por qué insistes tanto María, no hay nadie, eres un poco pesadita eh

- No puedes pasarte toda la vida de la biblioteca y en casa viendo series.

- Es lo que toca, y espero no estar toda la vida, en algún momento aprobaré ¿no? - Se apreció un poco de inseguridad en su voz. 

- Por supuesto, era una forma de hablar... - Se arrepintió de sus palabras. 

Todos los días (Luimelia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora