- Me gusta. - Confesó Amelia mientras hacia burpees.
- ¿Cómo? ¿Quién? - Respondió Natalia con la voz ahogada.
- Pues quien va a ser, Luisita, me gusta, ya está, ya lo he dicho.
- Pero.. co.. mo... qué ha.. pasado... - Logró pronunciar tras realizar una serie de burpees.
- El otro día se sentó a mi lado. - Continuó sin dejar de realizar sus rutinas de crossfit. - y me di cuenta que me gustaba porque estando en silencio me sentí acompañada. -
Se quedó unos segundos pensativas, recordando el momento exacto en el que notó la presencia de la rubia.
- Se sentó a mi lado sin decirme nada y te juro que hubiera podido estar así horas. No necesitaba más, solo ella y yo, y me sentí reconfortada.
- ¿No fue.. un.. si...len... cio.. incómo...do?
- No, no lo fue, no tuvimos que romper el hielo ni nada, se sentía bien estar a su lado, simplemente compartiendo el momento y creo que es bonito - Dijo con una sonrisa.
- ¡Joder! Amelia - la pelirroja se paró en seco.
- ¿Qué pasa? - Contestó confusa ante la reacción de su amiga.
- No sé como puedes estar haciendo crossfit y hablando a la vez - Cogió aire. - No puedo con mi vida ya. - Se sentó en el suelo.
- Como te vea la monitora, te mata.
- O me mata ella o me muero yo haciendo los burpees esos. - Bebió un poco de agua - Sigue ¿por qué es bonito?
- Es bonito llegar a ese punto en el que las palabras sobran o simplemente no hay nada que contar y está bien el no tener que contar nada.
- Sí, bueno, no sé, a veces puede resultar aburrido ¿no? - Vio como la monitora miraba hacía ellas y rápidamente fingió atarse los cordones.
Amelia se mantuvo en silencio varios segundos, pensativa, viajando a través del tiempo, haciendo un ejercicio de memoria para rescatar los pensamiento que se dibujaron aquella tarde en su cabeza.
- Ese es el problema que creemos que estar en silencio es una señal de aburrimiento y no tiene porqué. Siempre me he visto obligada a llenar esos momentos con frases absurdas del tipo "ha pasado un ángel" haciendo incluso más incómodo ese instante, con ese absurda presión de tener que hablar para que esa persona no crea que soy aburrida y que merezco la pena, como si llenar el silencio con conversaciones banales me hiciera más interesante.-
Hizo una breve pausa.
- El otro día estaba en la terraza del Kings, fui para tomar un café y para despejarme un poco, hacía pocos semanas que se había muerto mi padre y no sé, necesitaba como alejarme de todo un un tiempo. El caso es que justo enfrente se sentó una pareja de unos sesenta años que me recordaban a mis padres. Se sentaron y durante todo el tiempo en el que yo estuve ahí no hablaron nada de nada, pidieron dos cafés y ya. - Tomó aire. - En instante pensé; ¡qué pena! no tienen nada de qué hablar... no quiero acabar así como una pareja resentida por la monotonía de la cotidianidad, pero ahora lo pienso y es al contrario.
Natalia la miró curiosa, la pelirroja era de las que creía que la rutina mataba las relaciones, que para mantener una relación viva es necesario llenarla de novedad, de planes improvisados e inesperados, pero, en ocasiones, la cotidianidad es la clave de la confianza y del respeto.
- Ahora pienso que compartir el silencio es un acto íntimo, sentirte cómoda en silencio, encontrar el placer en la ausencia de las palabras y en la presencia de esa persona es señal de confianza. - Continuó - Y yo quiero eso, alguien con el que no necesite hablar ni con el que quiera hablar... que simplemente esté. Y ella está.
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Todos los días (Luimelia)
Romance¿Cuántos días necesitas para enamorarte? Luisita y Amelia van todos los días a la biblioteca, sin embargo, lo que parece algo rutinario puede ser el comienzo de algo que dure toda la vida. Una adaptación de mi obra teatral "Todos los días" estrenada...