Cap. 23 - Día 351

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- ¡Mierda! ¡Mierda! - Repetía una y otra vez  mientras corría  a través de las calles sorteando a los viandantes.

- Que esté en casa... - Rogó llamando al timbre. Tras varios segundos de silencio volvió a llamar para después sacar su móvil.

- Cógeloooo... - Imploró sin dejar de apretar al timbre del portal. 

De pronto, un fino hilo de voz se escuchó salir del interfono. -  ¿quién es? 

- Luisita, abre, soy yo. - No tardó en sonar el zumbido de la entrada que indicaba que ya estaba abierta. En cuanto entró al edificio subió de dos en dos los escalones hasta llegar a su casa que ya estaba abierta.

- Amor ¿qué haces aquí? - Preguntó Luisita en cuanto la vio entrar con prisas y sin saludar.

- Me he olvidado la tarjeta del trabajo - Respondió sofocada.

- Un poco más y me pillas fuera. - Informó la rubia que llevaba unos vaqueros, una sudadera blanca y el pelo suelto mojado.

- ¿A dónde vas? - Quiso saber la morena al verla vestida.

- He quedado con María.

- Ah.. pero ¿a qué hora llegas?

- Llego antes que tú, no te preocupes. ¿A qué hora sales tú?

- Espero que  a las 18.30, pero tengo que ir a casa de mi madre.- Salió del cuarto con la tarjeta de la mano. - Me voy. - Le dejó un beso rápido y cerró la puerta sin esperar la respuesta de su novia.

****

- ¿Y esa cara?  

María y Luisita acababan de tomar asiento en una pequeña cafetería, la castaña había propuesto ir al templo de Debod para retomar sus clases de yoga, desde que comenzó a trabajar en el instituto, Luisita había abandonado aquel hábito, sin embargo, denegó la proposición alegando que estaba demasiado cansada.

- He tenido una mala noche. - Respondió sin llegar a convencer a su hermana.

- Algo me dice que has tenido más que una mala noche. ¿Va todo bien en el instituto?

- Sí, muy bien, ya me voy haciendo con los alumnos y con los compañeros. 

- ¿Y el taller?

-  Dijeron que no, pero bueno, ya lo esperaba. - Contestó resignada.

A pesar de la charla que tuvo con los padres de sus alumnos donde les explicó, paso a paso, las actividades y los temas que se tratarían en el taller, no solo el rechazo fue unánime sino que además recibió duras críticas por parte de algunas madres y padres que la acusaron de ser una degenerada. Tras aquella reunión y el revuelo ocasionado, el director le pidió que, para no dañar la sensibilidad, intentara no exponer su relación con Amelia, era curioso y aterrador ver lo que la ignorancia y el miedo a lo desconocido podía causar. Luisita cedió a regañadientes después de protestar y dejar claro que ese tipo de conductas no ayudaban a la visibilidad y que el silencio, a veces, decía más que las palabras. 

- Entonces ¿qué pasa? y no me digas que nada que te conozco, que soy tu hermana.

Luisita fijó la mirada en su hermana que la animó a que se abriera, podía ver en sus ojos como su cabeza iba a mil por ahora. 

- ¿Es Amelia? -  Preguntó María, el mutismo que mostró la rubia confirmó lo qe supuso en cuanto la vio entrar en el bar.

Todos los días (Luimelia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora