Para Standford Fleming, el creador de los husos horarios, el tiempo se medía en horas, sin embargo, para Luisita el tiempo se medía en canciones y había perdido la cuenta de las canciones que habían sonado estando con Amelia. La morena tenía ese poder en la realidad de la rubia, hacía que todo fuera a una velocidad diferente, que el significado de sus palabras adquirieran otras acepciones, que el lenguaje no verbal estuviera cargado de dobles intenciones.
- No me puedo creer que me hayas convencido para salir. - Dijo divertida la morena mientras daba un pequeño sorbo a la copa que le acababan de servir.
- Solo es un rato, una copa y volvemos a la biblioteca.
Llevaban varias horas en el bar de al lado, un bar modesto con varias mesas de madera y una barra decorada con diferentes tipos de cervezas. La idea era tomar un café, pero ese café se convirtió en una partida al tute con unos amigos de Luisita, en varias cervezas y en una copa porque según Luisita era el momento; el bar tenía una iluminación mucho más cálida que cuando llegaron y la música de pachangeo llamaba a pedir una copa y no una cerveza.
- Las ventajas de que los universitarios estén de exámenes... - Alzó Luisita su copa.
- ...que abren las 24 horas. - Completó a la vez que levantaba su vaso y brindaban.
- ¿Te ha vuelto a escribir tu hermano?
- No lo sé, no he mirado el teléfono.
- Pero por qué no has podido o no has querido.
- No he que.. bueno, no he podido, estaba muy concentrada en las cartas - Se excusó.
- Llámale ahora si quieres. - Dijo resolutiva sin dejar de sonreír.
- No, no es el momento.
- Si es por mi no te preocupes, no me importa.
- Luisita que no, que no le voy a llamar.
- Pero ¿por qué no? Así hablas con él y ves si está bien. - Insistió.
- ¡Porque no! ¡No quiero! Siempre hace lo mismo, me llama; que está en problemas y luego desaparece... y que estuve con él esta mediodía. - Sonó más borde de lo que prendía.
Ambas bebieron para ganar algo de tiempo e intentar recuperar las risas de hacía varios minutos.
- Lo siento no quería...
Amelia no la dejó terminar, aquel enfado no era por la rubia, era por el caos que su hermano traía siempre con él.
- Perdóname tú, es que el tema de mi hermano es muy complicado y bueno, no me gusta hablar de él.
- No pasa nada. - Sonrió destensando el ambiente. - Podemos hablar de mil cosas o no hablar, podemos estar aquí sentadas a modo contemplativo. - Coqueteó.
-¡Ah!¿Sí? ¿Y tú que contemplarías?
- Pues a ti.
Sonrió creando en Amelia un torbellino de emociones en su pecho, provocando que la morena se ruborizase y riera de forma tímida porque no esperaba aquel comentario tan directo ni aquel interés tan evidente por parte de Luisita.
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Todos los días (Luimelia)
Romance¿Cuántos días necesitas para enamorarte? Luisita y Amelia van todos los días a la biblioteca, sin embargo, lo que parece algo rutinario puede ser el comienzo de algo que dure toda la vida. Una adaptación de mi obra teatral "Todos los días" estrenada...