Cap. 29 - Día 374

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Cuando vio la notificación y el nombre de Luisita, se le aceleró el pulso, por un momento pensó en hacerse la interesante y no escucharlo en esa instante, pero a quién pretendía engañar, se moría de ganas por oírlo, por escuchar su voz. Cuando le doy al play apenas pasaron dos segundos para que el arrepentimiento se hiciera paso, en el tono de voz de la rubia dedujo que ese mensaje no era bueno o no el esperado. Tenía la voz apagada y seria, demasiado seria, ni siquiera había  saludado con un "Holi" como siempre hacía. 

Aquel mensaje logró romperla del todo, era la confirmación de un final que ella misma había propiciado y que sentía como algo irreal.

Al llegar a casa descubrió los estantes vacíos y  el llanto, que llevaba conteniendo desde aquel audio, comenzó ascender oprimiendo su garganta e imposibilitándole el aire, le costaba respirar y su visión se enturbiaba ante la ausencia de Luisita. Recorrió las casa observando cada rincón, encontrando las faltas, dejando que las lágrimas invadieran su rostros mientras realizaba un inventario mental de las cosas que se había llevado, sin embargo, no se lo había llevado todo. Con cuidado, como si fuera una especie de ritual sagrado, fue reuniendo las pocas cosas que quedaban de la rubia y las juntó en una bolsa, minutos después se atrevió a contestar a Luisita.

- No te preocupes, aún hay cosas tuyas en casa, pásate uno de estos días si quieres, estaré en casa. Un abrazo.

Mandó el audio y se fue al sofá. Desde la ruptura no había vuelto a dormir en la cama, lo había intentado, pero el vacío de las sábanas y el frío de la almohada le ahogaban en recuerdos. Aquella habitación estaba demasiado llena de nostalgia.

****

Al día siguiente recibió una respuesta; esa tarde vería a Luisita.

El sonido de la televisión invadía el salón, Amelia se arreglaba de forma sencilla mientras miraba el reloj cada dos por tres, Luisita estaba a punto de llegar y los nervios parecía poder más que sus ganas de verla. Se miró al espejo, respiró hondo y se dio ánimos segundos antes de escuchar el timbre de la puerta, volvió a mirar su reflejo, se atusó el pelo y con decisión abrió la puerta; ante ella la rubia de su vida más guapa que nunca.

- Hola - Saludó Luisita tímida.

- Hola - Le hizo una señal para que pasara.

- Perdona por lo del otro día. - Dijo mientras entraba un poco cohibida, sentía que aquel lugar que tantos tiempo había sido su refugio, ya no lo era.

 - Tranquila, si entiendo que no quisieras que estuviera. 

- No era eso, no era por ti si no por mi. - Respondió nerviosa.

- Nada, no te preocupes. - Intentó tranquilizarla.

 - Gracias por llamar. 

- No hay de qué. Te habías dejado algunas cosas y pensé que las querrías. Te he dejado la bolsa en la habitación.

- ¿Puedo? - Hizo una señal indicándole la habitación.

 - Claro, como si fuera tu casa. - ¡Mierda! pensó - ¡Perdón! No quería decir eso, yo... - Se fustigó una y otra vez.

- Tranquila, nunca fue mi casa. - Contestó apenada mientras se iba al cuarto sin llegar a mirarla a la cara, aquel desafortunado comentario le había herido más de lo normal. 

- Perdóname, Luisita, no quería, de verdad. - Se intentó justificar, como era posible ser tan tonta pensó para sí misma. 

- En serio, Amelia, que da igual. - Salió de la vista de la morena cabizbaja.

Todos los días (Luimelia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora