Quizá no lo habían planeado de aquella manera, quizá no era la noche perfecta, pero tras la conversación del café la pareja había abierto la veda y no eran capaces de pensar en otra cosa que no fuera juntar sus labios, una y otra vez, sin darse la oportunidad de tomar aliento.
Recorrían las calles con apremio entre risas y miradas furtivas, de vez en cuando, en mitad del trayecto, alguna de las dos se atrevía a meter mano a la otra mientras acallaba una posible reprimenda con un beso, anticipando lo que acabaría sucediendo aquella noche.
En cuanto Amelia cerró la puerta principal, Luisita la empujó empotrándola contra la pared de la entrada y apoyó su cuerpo en ella.
- ¡Auch! - Se quejó sin dejar de besarla.
- Perdón, perdón, perdón... - Se disculpó enseguida apartándose lo suficiente para ver el rostro de la morena y comprobar que estaba bien.
- No pasa nada. - Contestó con la respiración entrecortada por la excitación.
Le agarró de la nunca y la atrajo hasta que sus labios volvieron a estar en contacto, mordió su labio inferior para después introducir su lengua.
Las manos de la rubia recorrían desesperadas la espalda de la morena mientras caminaban a través del apartamento, sin dejar de intercambiarse besos que cada vez eran más prolongados y llenos de una pasión desmedida que parecía acabar con ellas.
- ¿Por qué hemos tardado tanto en hacer esto, Amelia? - Logró decir entre suspiros y besos.
- No lo sé. - Respondió rápido para que el tiempo en el que sus labios no saboreaban los de la rubia fuera lo más corto posible. Sus manos rebosaban de un deseo que se enredaba en los cabellos y en la ropa de Luisita al tiempo que su lengua se introducía en la cavidad bucal de la misma y la recorría, acariciando su lengua y dando inicio así a un juego de salivas que aumentaban sus ganas y las ansías de sentirse.
Se movían con prisas y con torpeza, sus mentes iban más rápidos que sus cuerpos y cuando Amelia mordía el labio inferior de la rubia, ésta ya estaba intentando desnudarla sin aviso. Un golpe y el sonido de algo que se rompía logró que la rubia se detuviese en su tarea.
- ¿Qué ha sido eso? - Preguntó en los labios de la morena.
- Un jarrón, mañana lo recojo. - Besó con fuerza a la rubia que sonrío al notar su desesperación.
Bajó las manos hasta las caderas de Amelia y la agarró con la intención de retenerla, de no dejarla escapar mientras la guiaba por el piso, sus lenguas seguían en aquel juego de desenfreno y lujuria.
- Espe... espera.. - Se detuvo Amelia.
- ¿Qué pasa?
- Que me estás llevando a la cocina. - Contestó divertida sin permitir que sus manos se despegaran del cuerpo de la rubia.
- Perdón, es que no me estoy fijando precisamente por dónde voy.
No dejó que contestara, lamió sus labios hasta que éstos se abrieron dejando paso a su lengua que no tardó en abarcar aquel lugar sabiendo con lo que se encontraría en su interior. Sonrió cuando notó como la morena atrapaba su lengua dentro de la boca, suspiró de excitación y apretó sus manos que seguían en su cintura.
Recorrieron el camino hacia la habitación entre trompicones y más besos, muchos más besos, las ganas y las ansias de sentirse se volvían cada vez más irracionales e incontrolables, sus caricias pasaban al apretón en cuestión de segundos mientras que sus besos se convertían en muerdos que devoraban la carne con un hambre que parecía insaciable.
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Todos los días (Luimelia)
Romance¿Cuántos días necesitas para enamorarte? Luisita y Amelia van todos los días a la biblioteca, sin embargo, lo que parece algo rutinario puede ser el comienzo de algo que dure toda la vida. Una adaptación de mi obra teatral "Todos los días" estrenada...