Cap. 4 -Día 11

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- En qué momento he pensado que esto sería buena idea - Planteó Luisita mientras extendía su esterilla junto con la de su hermana.

La noche anterior, en un arranque de valentía, la rubia se comprometió con María para ir al templo de Debod a primera hora a hacer yoga.

- Te va a venir genial.

- María, hace frío, apenas acaba de salir el sol y yo tengo que estudiar, créeme esto no es una buena idea.

- Deja de quejarte y vamos a empezar.

Se colocaron en sus respectiva esterillas, María comenzó con el saludo al sol mientras Luisita imitaba sus movimientos con algo de torpeza.

- Muy bien, Luisita, eso es, estira un poco más... ahí, perfecto.

-  Esto duele, el yoga no debería doler ¿por qué duele?

- Te duele porque no haces nada de ejercicio y tu cuerpo se resiente.

- Cuándo voy hacer ejercicio, si me paso todo el día estudiando, yo ejercito mi mente - Dijo forzando un poco la voz. - encima lleva dos días sin aparecer.

- ¿Quién? - Preguntó María cambiando de postura.

- Pues quien va a ser, Amelia... - Miró a su hermana - ¿En serio me tengo que poner así? - Flexionó las rodillas a la altura de los tobillos adquiriendo la postura de la silla. - A mí me da va dar algo - Resopló.

- Mujer, igual ha estado ocupada. 

- Es raro, María, esa chica no ha faltado ni un día a la biblioteca. - Se quedó unos segundo en silencio.- Igual hoy le guardo un sitio. - Dijo en voz alta.

- Sería un detalle - La castaña volvió a cambiar de postura, dobló su cuerpo siguiendo el vértice de su cintura, a medida que iba descendiendo exhalaba manteniendo la columna recta hasta que su rostro hizo contacto con sus piernas.

Luisita la observó, dudó, pero finalmente se animó a intentarlo.

- Ya sé que es un detalle. - Cogió aire - Y no cualquier detalle, es un detallazo. - Sonrió. 

- Lo dices porque te guardo ella uno ¿no? el otro día. - Volvió a cambiar de postura a la postura del perro hacia abajo.

- Exacto - Cada vez le costaba más hablar. - María, yo no puedo con esto - Soltó - pero qué postura es esta.

- La del perro hacia abajo, ahora vamos a pasar a la del guerrero.

- ¿Cuánto queda? 

- Luisita, que no llevamos nada - Contestó riéndose de su hermana. - ¡Qué poco aguante me tienes! Como seas así en todos los lados. - Dijo con doble intención.

- Pero bueno... para algunas cosas tengo mucho más aguante.

- Eso espero porque menuda decepción serías para Amelia.

- ¡Oye! Yo por Amelia hago hasta el salto del tigre si hace falta.

- Sabes que el salto del tigre no es una postura de yoga ¿no?

- Claro que lo sé - Respondió con una sonrisa llena de picardía logrando una carcajada de su hermana.

- Retomemos ¿desde que te guardó el sitio no la has vuelto a ver?

La rubia sonrió al recordar aquel momento; ella en mitad de la biblioteca y la morena pronunciando su nombre, juraría que fue la primera vez que Amelia se dirigió a ella. 

- Sí, me fui con ella a la mesa, luego, cuando hicimos el descanso, la invité al café de la máquina, pero no hablamos mucho porque la llamaron por teléfono. 

Todos los días (Luimelia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora