Señorita Lucía S.
No sé porque siento este loco impulso de escribirle. Es la primera vez que me pasa ¿Qué clase de profesional avisa a la víctima de su cruel destino? Pero usted es diferente.
Sé que estudia mucho y por eso decidí darle este espacio. Espero que le haya sido de provecho, ojala pudiera contarme como le ha ido en su examen.
Ahora, volviendo a nuestras asuntos. No le recomiendo ir a la policía, ellos no los ayudaran. La policía no responde a nadie más que a la persona que me contrato para enviar este cruel mensaje a su hermano.
También quisiera pedirle un pequeño favor y espero que no se lo tome a mal, me gustaría que estas cartas fueran privadas, entre usted y yo. No quisiera sentirme expuesto ante su padre o su madre. Hoy visite al señor Santillán, bueno no lo visite como tal pero si me acerque a su taller, tal vez en estos días le lleve mi vehículo, hace unos días hace un ruido extraño.
Su madre, por otra parte, es una excelente docente. Tuve el privilegio de ver el cariño que le tienen sus alumnos y no todos los alumnos quieren a las profesoras de matemáticas, es una materia difícil.
Sé que es una mujer inteligente y sabrá leer entre líneas.
Con afecto,
El verdugo.
Las manos volvieron a temblarme, este tipo no solo sabía detalles específicos de mi vida, como los exámenes que tenía que rendir, sino que además estaba amenazándome con lastimar a mis padres. Guarde la carta dentro del sobre y corrí a mi habitación para buscar un buen escondite, mis padres no podían saber de esto, jamás me perdonaría si algo llegara a pasarles.
Corrí mi cama y levante la tabla de madera que hace años había aflojado. Hacia demasiado que no la usaba, de hecho aún conservaba en el pequeño hueco las cartas que mis amigas me enviaron en la primaria y alguna declaración de amor de algún chico. Tire todo a la basura, realmente eran pavadas comparado con lo que tenía en mis manos. Me asegure de dejar bien puesta la tabla, acomode mi cama y me senté en ella a pensar.
Debí de pasar un buen rato pensando, horas, porque de pronto alguien golpeo la puerta.
— Adelante— papá asomo la cabeza y sonrió.
— ¿Cómo te fue?— preguntó sentándose a mi lado.
Lo observe en silencio, mi padre era un buen hombre siempre había trabajado para darnos todo. Nunca nos faltó nada y vivíamos muy cómodos, éramos lo que se conocía como la clase media. Teníamos un negocio heredado de mi abuelo al que le iba muy bien, todos teníamos nuestros vehículos y yo podía darme el lujo de no trabajar en lo que estudiaba Biología molecular, una carrera compleja, pero apasionante. Mis hermanos habían tenido la misma oportunidad, Eduardo nunca estudio nada, solo perdía el tiempo y finalmente termino trabajando en el negocio con papá. Adriano, por el contrario, estaba terminando la carrera de Ingeniería Informática.
— Excelente— sonreí— saque 100.
Nos pusimos a hablar sobre cómo había conseguido modificar mi nota de un 95 a un 100 y papá se descostillaba de risa.
— No sé de donde saliste tan inteligente— comentó— seguro eso es de tu madre...
De chica siempre me destaca por mis notas y mi vocabulario. Cuando comencé a quedarme, literalmente, dormida en las clases mis padres comenzaron a hacerme estudios, pensando que podía sufrir de alguna condición y así descubrieron que tenia un coeficiente intelectual muchísimo mas alto que el promedio. Así fue como decidieron cambiarme a un colegio donde supieran lidiar con este tema. Lo agradezco, allí las cosas eran mucho mas divertidas y no sentía que perdía el tiempo. No es que me gustara estudiar, de hecho no me gustaba, pero memorizar es algo que se me da con gran facilidad y cuando ya tenía todo aprendido, mis compañeros apenas estaban comenzando ¿Qué más podía hacer, además de dormir?
Llegada la hora de la cena, les comente que saldría con unos compañeros a festejar las notas de los exámenes y, claro está que, a papá no le hizo gracia la idea. Seguía con miedo y lo entendía, motivo por el cual nunca le contaría cual era el secreto que escondía bajo mi cama. No quería que sintiera más paranoico. Pero tampoco pensaba dejarme amedrentar por una persona que, seguramente, estaba jugando con mi mente.
Mientras me maquillaba trataba de recordar las cartas, tratando de sacar de ellas alguna pista que me dijera quien era esta persona. Estaban escritas a máquina, lo cual es extraño para esta época, tenían buena ortografía y se refería a mí con demasiada educación, por lo que supuse que sería alguien con el hábito de la lectura, instruido. Podría ser una persona mayor, pero en ese caso ¿Por qué sería tan educado con alguien de veinte tres años? Y si fuera alguien más joven ¿Por qué hablaría así? Tal vez para despistarme ¡Y vaya que lo consigue!
Me obligue a dejar de pensar un poco en esas cartas, pensaba que cuanta mas entidad le diera peor sería y conseguiría lo que buscaba, perturbarme. Por lo que me prometí no pensar más en verdugo, fuera quien fuera no permitiría que manejara mis emociones a su antojo. No quería entregarle ese poder, ni a él ni a nadie.
Pese a mi capacidad intelectual y a tener en claro que mi prioridad era la carrera, no dejaba de ser una joven de veintitrés años como cualquier otra, me gustaba beber, bailar, los chicos y, sobre todo, coquetearles. Asique eso hicimos, salimos con mí grupo de amigos de la facultad éramos cinco en total: Indira, Nadia, Tomas, Manu y yo. Nos habíamos conocido en el curso de ingreso a la universidad y desde ese día hacíamos casi todo juntos. El hecho de compartir una carrera que nos apasionaba nos había unido demasiado.
Con el tiempo se habían vuelto mis mejores amigos en ellos confiaba más que en nadie. Incluso más que en mis amigas de la adolescencia. Con ellos podíamos hablar horas, de lo que fuera, y si tenía algún secreto, es casi seguro que ellos lo sabían. Todos menos las cartas, a nadie le había contado de la primer y no pensaba contarles de la segunda, no estaba dispuesta a poner en riesgo a nadie.
Comenzamos a beber, Indira, Nadia y yo salimos a bailar y, de hecho, lo hicimos con varios chicos. Realmente no le preste atención a ninguno, quería divertirme y eso era lo que estaba haciendo.
Bebimos bastante y Manu se ofreció a conducir mi vehículo para no tener que dejarlo estacionado en la calle y volverme en taxi. Acepte y le ofrecí quedarse a dormir en casa, después de todo mis padres lo adoraban.
Llegamos a casa y Manu se fue directo al cuarto de Adriano. Manu tenia buena relación con mi hermano, hasta compartían salidas de vez en cuando, por lo que sabíamos que no le molestaría encontrárselo en su cuarto cuando volviera.
No tenía sueño, por lo que luego de quitarme el maquillaje y bañarme, saque la carta que había recibido. Antes de salir esa noche busque la primera carta que había llegado por toda la casa, hasta revise las mesas de luz de mis padres, pero no pude dar con ella. Releí la única que tenía, intentado encontrar en ella, alguna pista. Algo.
Minutos después el sueño comenzó a vencerme y decidí guardarla, no vaya a ser cosa que mis padres la descubrieran al día siguiente.
***
Mar-Tinez
ESTÁS LEYENDO
Cartas de mi verdugo
RomanceLa vida de Lucía era tranquila, estudiaba la carrera de sus sueños, tenia buenos amigos, una bonita familia. Hasta que llega una carta firmada por el Verdugo. Una carta que lo cambiara todo. +18