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El fin de semana había llegado y no hubo noticias del verdugo, eso me tenía en calma. Tal vez todo se había terminado, tal vez se aburrió y simplemente decidió ocupar su tiempo en algo más interesante.

Adriano sabía que un chico vendría a cenar conmigo y no estaba muy contento con la idea de dejarme sola, pero no podía quedarse, asique después de mucho insistir y quedar endeuda con favores por varios meses, acepto irse a casa de un amigo a pasar la noche.

Esa noche me había maquillado y tratado de parecer casual pero bonita, quería impresionar a Felipe ¿Por qué? Porque me gustaba. Su cabello y ojos negros, esa piel trigueña y los tatuajes... ¡Uff! Esos tatuajes lo hacían ver como un chico rudo, pero algo me decía que solo era una fachada. Todo en él, al menos lo que veía, me gustaba y hacia que quisiera descubrir que se escondía detrás de esa coraza...

Habíamos acordado que llegaría a eso de las nueve, pero no pensé que a las nueve en punto estaría tocando el timbre.

— ¡Qué puntual!— comenté con una pícara sonrisa.

— ¡Que linda!— respondió ignorando mi comentario y observándome de pies a cabeza.

Sonreí y moví mi cabeza indicándole que pasara.

— Pensé que pediríamos algo... — Sonrió al sentir el aroma que salía de la cocina mientras se quitaba la chaqueta.

No pude evitar que mis ojos se fijaran en el chico, era delgado y tenía un cuerpo tonificado, no era exagerado pero se notaba que dedicaba algún tiempo a entrenar. No pude ser disimulada, ser obvia es uno de mis mayores defectos.

— ¿Algún comentario?— pregunto con sorna.

Mordí mi labio e intente parecer indiferente — Linda chaqueta— comente y quise pasar por su lado, pero sus manos sujetaron mi cintura y me obligaron a chocar bruscamente contra su pecho — ¿Pero qué...

Sin dejarme terminar beso violentamente mis labios, nuestras lenguas se encontraron sedientas y ¡Dios mío! Sus labios sabían mucho mejor de lo que me imaginaba, sus besos eran adictivos, te provocaban no terminarlos. Cuando separo nuestras bocas, mordí mi labio y sonreí mientras el clavaba sus oscuros ojos en los míos.

— Lo siento— se disculpó falsamente— Moría por hacer eso desde la otra tarde...— sus manos seguían aferradas a mi cintura y no existía separación alguna de nuestros cuerpos, lo que volvía todo mucho más excitante.

— Gracias por venir...— susurre abrazando su cuello.

Felipe sonrió y subió una de sus manos acariciando mi espalda hasta mi cuello, donde sin mediar palabra alguna volvió a atacar mi boca, me gustaba que fuera demandante con sus labios. Finalmente nos separamos, sonreí señalando la cocina con la cabeza y él asintió acompañándome.

— Bonita y además cocinas— Comento intentando hacer un chiste— ¿Acaso eres la mujer perfecta?

Lo mire incrédula — 2021 Felipe, las mujeres bonitas también sabemos hacer otra cosa además de maquillarnos y créeme, cocinar no hace a una mujer perfecta...

Cartas de mi verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora