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24 DE DICIEMBRE

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24 DE DICIEMBRE

Pasaron tantas cosas después del incidente que siento que en lugar de un mes, pasaron años.

Finalmente le dieron el alta a Eric y pudimos volver a su casa, donde no había rastros de lo sucedido y eso me alivio muchísimo. Aunque Eric estaba decidido a venderla y mudarse de barrio, no se sentía seguro allí y tenía razón.

Tuve una semana completa para conocer a mis suegros y mi cuñada, gente de lo más encantadora. Pensaba que serían personas frías y poco cariñosas pero, por el contrario, resultaron ser contenedores y muy amorosos. Cuando se fueron me hicieron jurar y perjurar que cuidaría de Eric aunque, la realidad, era que él era quien cuidaba de mi.

Estas semanas fueron muy duras para Adriano y para mí. Por suerte mi tía Ester, como había prometido, se encargó de todos los trámites que implicaban los velorios y entierros. Aunque Adriano y yo decidimos no hacer velatorio para Eduardo, nunca le íbamos a poder perdonar lo que hizo, pero si velamos a mamá. La despedida fue terrible. No podía entender como en cuestión de semanas había perdido a mis dos padres por dinero, porque eso era lo que movía a Eduardo, lo que respiraba y por lo único que velaba. El dinero. Con respecto al cadáver de Eduardo, lo cremamos y enteramos junto a mis padres, aunque odie admitirlo, ellos lo adoraban y estoy segura que es lo que habrían querido.

Otro golpe duro fue tomar la decisión de dejar la facultad por ese año. Por mucho que intentara sentarme a estudiar, no lograba concentrarme. Me frustraba con facilidad, algo que nunca antes me había pasado y no me sentía de ninguna manera lista para los exámenes. Había vuelvo a las reuniones con la terapeuta y comprendí que, con todo lo que había pasado, cumplir las metas está bien. Que los objetivos son importantes, pero que lo es más disfrutar el paisaje, el recorrido. Si no vivimos los momentos y amamos a quienes tenemos a nuestro lado, de nada servirá todo lo que consigamos al final del camino. Después de todo solo somos momentos. 

Poco a poco habíamos intentado volver a la normalidad, cada uno a su trabajo, a sus rutinas y, finalmente, Eric se había salido con la suya y ahora vivíamos juntos. No me quejo, me encanta, pero debo admitir que al principio estaba muerta de miedo, pensaba que nuestra relación era demasiado joven y que no nos conocíamos tanto. Tenía un pánico terrible a la rutina y al aburrimiento que esta me provocaba pero, para mi sorpresa, encontré que la rutina con Eric no me aburría para nada, salía del trabajo ansiosa por verlo, algunas veces me pasaba a buscar y salíamos a merendar, otras veces me llevaba de sorpresa a cenar o simplemente a caminar por lugares bonitos. Lo amaba con locura y no me arrepentía un solo segundo de haber aceptado la convivencia.

Esta navidad iba a ser difícil. La primera en la que mi hermano y yo estaríamos sin mamá y papá, por lo que decidimos pasarla juntos y mis amigos, como no podía esperar menos de ellos, también vendrían a pasar la noche con nosotros.

Esa mañana había salido a hacer algunas compras de último momento. Eric había decidido ir por la mañana a su oficina, para terminar de organizar algunas cosas, teniendo en cuenta que el día después de Navidad saldríamos con destino a Escocia, con la esperanza de pasar las fiestas de año nuevo con su familia.

Cartas de mi verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora