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— ¿Dónde van?— preguntó Eric abrazando mi cintura mientras mamá cerraba la puerta con llave.

— Unos días a la costa— noté su rostro preocupado, entonces aclare — Les insistí para que se fueran, la presión de papá está por las nubes y me preocupa. Necesita descansar.

Eric asintió.

— ¿Sabías que puedo caminar sola?— pregunté mirando su mano sujetando mi cintura.

— Lo sé— me movió con mucha delicadeza hasta que quedamos mirándonos frente a frente— ¿Puedes caminar?— preguntó moviendo un mechón de mi pelo detrás de mi hombro.

— Si— trague saliva y aspire su colonia. Eric no solo se veía bien, también olía de forma increíble, todo el tiempo.

— ¿Te duele?— se acercó de forma tentadora a mi cuello y yo lo estire para darle acceso.

— ¿El cuello?— pregunté completamente embobada lo que le provocó una pequeña carcajada.

— La pierna— susurró sobre mi piel mientras su mano acariciaba mi pierna sana.

— Casi nada...— solté en un susurro apenas audible.

De un solo y delicado movimiento, me levanto hasta dejarme sentada en la mesa y así estar, casi, a la altura de sus labios. Sus manos recorrían mis piernas y evitaban la zona de la herida. Con conciencia separe mis piernas, lleve ambas manos a la camiseta que traía puesta y la quite rápidamente quedando completamente desnuda de la cintura para arriba. Note como sus ojos me recorrían completa, me sentía deseada y admirada, solo con su mirada conseguía excitarme ¿Cómo hacia?

— Eres preciosa— Mientras lo decía sus dedos desabrochaban uno a uno los botones de su camisa.

«Dios mío, es mi profesor ¿Esto está bien?» Era la frase que se repetía una y otra vez en mi cabeza, es cierto que Eric siempre me había atraído, pero mantenía esa división alumna- profesor bien marcada, al menos eso creía. Pero estar desnuda frente a él y ardiendo de deseo por sentir sus manos me estaba desquiciando, quería comportarme como un animal y saltar sobre él para saciar mis ganas, pero no podía, Eric no era un adolescente y parecía estar mucho más calmo que yo, eso me desesperaba ¿Acaso no me deseaba de la misma manera? ¿Por qué de pronto siento esta inseguridad?

— Deja de pensar— susurró dejando la camisa sobre la mesa.

— ¿Qué?

— Deja de pensar... por un rato— sus mano subieron por mis piernas y tomaron el borde de mi pequeño pantalón— levanta— me ordenó para poder retirarlo y lo hizo de forma muy lenta, para no hacerme doler, dejándome vestida solo con una pequeña pieza de ropa interior.

Parecía tan calmado y, por primera vez en mi vida, sentía inseguridad por estar con alguien que me demostraba calma, no sabía si tocarme, si tocarlo. Cuando levantó sutilmente la comisura de sus labios supe que él se daba cuenta de mis nervios y, de alguna manera, lo estaba disfrutando.

Cartas de mi verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora