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Hacia quince minutos que estábamos en el laboratorio esperando al profesor Bain y cuanto la puerta se abrió, todos nos quedamos helados. Por allí entraba Manuel, tenía moretones en el rostro y caminaba con la cabeza gacha. Pasó por nuestro lado y se dirigió a una de las mesadas del fondo.

— ¿Pero qué carajos?— pregunto Tomi en voz baja.

Sin que nadie lo esperará, ni yo misma, dejé mi asiento y caminé hacia donde se había sentado.

— ¿Qué paso?— pregunte distante.

Había una realidad: yo quise mucho a Manuel, confié en él y, aunque, sabía que podía ser quien estuviera detrás de las cartas, no podía hacer de cuenta que nunca había sido mi amigo.

— No te me acerques Lucia— respondió sin mirarme — Esto es tu culpa...

— ¿Qué?

Manuel levantó la mirada y cuando la fijó en la mía pude sentir todo su odio.

— Te juro que voy a hacerte la vida imposible — Con esa última frase dio por termina la charla y nuestra amistad. Lo tenía claro.

Volví incrédula a mi asiento y pese a que mis amigos me preguntaban qué era lo que me había dicho, que había pasado yo no podía responder y así me pasé toda la clase, no sé en qué momento Bain entró al aula, tampoco sé de qué hablaron y tampoco supe cuando la clase termino. Como una autómata guarde mis cosas e intente salir del laboratorio cuando Bain me llamo con un tono serio.

— ¿Qué pasa Lucia?— me preguntó sin levantar la mirada de los papeles que corregía — No prestaste atención a la clase en ningún momento.

— Lo siento...— hable un poco nerviosa. Bain siempre me ponía nerviosa, pero el problema no era él sino lo que traía puesto y no lo había notado. Llevaba una campera completamente negra, deportiva, el nunca vestía así y, peor aún, esa campera era idéntica a la que uso el verdugo esa tarde que me defendió.

En mi cabeza corrieron cientos de ideas. El Verdugo dijo que había puesto su vida patas arriba, que había abandonado su profesionalidad y ahora Bain faltaba a clases sin avisar, llegaba tarde ¿Será posible? De pronto no me sentía cómoda estando sola con él en el aula.

— Eso lo dijiste la vez anterior y la anterior— dejó los papeles con fastidio y se puso de pie parándose justo frente a mí — ¿No te interesa más la clase?

— ¿Qué? ¡No! Claro que si— me corregí— es solo que discutí con Manuel y...

— Espero que no seas del tipo de chicas que se dejan arruinar por un chico sin futuro— levantó mi mentón en un tono un poco íntimo pero que no resultó nada desagradable, pese a que mi cerebro no paraba de gritarme que saliera de allí— Sé que eres mucho más inteligente que eso.

Cartas de mi verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora