Epílogo

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5 AÑOS MÁS TARDE

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5 AÑOS MÁS TARDE

— ¡Doctora!— Me gritó Emilia justo antes que llegara a mi vehículo.

Me di vuelta confundida mientras intentaba encontrar en mi enorme bolso las llaves del auto y note que no las tenía cuando las vi colgando entre los dedos de mi ayudante.

— Gracias— comenté con una sonrisa— No sé dónde tengo la cabeza estos días— Aunque la verdad es que sabía exactamente donde tenía puestos mis pensamientos hace exactamente dieciséis días.

— No se preocupe— la chica sonrío— ¡Que tenga un lindo fin de semana!— grito alejándose cuando su novio llegó montado en una moto gigante.

Suspiré y miré la enorme edificación en la que estaba trabajando hace año y medio. Si, finalmente termine la carrera y hoy trabajo, permítanme mandarme la parte, en uno de los laboratorios más importantes del mundo. Soy jefa del departamento de análisis bioquímicos para el desarrollo de nuevas vacunas y es algo que me encanta, nunca imaginé que podía sentir tanta pasión por mi trabajo.

Subí al auto y al poner las manos en el volante observe el precioso anillo con el que Eric me pidió casamiento, acompañado de la delicada cinta dorada que usamos el día más difícil hasta la fecha, mi boda. Mi sueño siempre había sido entrar del brazo de papá, pero no quiero ponerme triste, entrar del brazo de mi tío Oscar fue todo un orgullo, ojalá hubieran visto lo guapo que estaba y lo feliz que se lo veía. Mis tíos nunca pudieron tener hijos y siempre pensé, en mi ignorancia, que estaban en paz con eso; hasta que vi las lágrimas y la emoción de mi tío al pedirle que fuera él quien me entregara en el altar. No quería llorar y acá me tienen, soltando lágrimas como una tonta y es que si algo no cambió en mi vida, es el hecho de seguir siendo una lagrima fácil.

Sequé mis lágrimas y saque el teléfono para escribirle un mensaje a Eric:

Lucia: Bb, voy a comprar el regalo de Marcia y luego nos vemos en casa.

Eric: Estoy en el centro comercial.

La respuesta de Eric me sorprendió, aunque no tanto. Me sorprendió que haya salido una hora antes del trabajo, pero no que lo haya hecho por Marcia. Eric ama los niños y más aún a esa pequeña regordeta de dos años que es hija de mi hermano e Indira. Si, después de algunas peleas en las que tuve que ser mediadora, finalmente decidieron irse a vivir juntos y hoy son los orgullosos padres de una niña regordeta a la que llamaron Marcia, como mi mamá.

Ni bien poner un pie en el centro comercial lo vi, Eric se ponía más guapo con los años, llevaba sus cuarenta años de una forma impecable, envidiable y lo confirmaba cuando veía cómo lo miraban las chicas que pasaban a su alrededor, mujeres grandes, jóvenes y hasta jovencitas de edades no legales.

— Hola Guapo— lo salude en cuanto me acerque, quitó los ojos de su teléfono y me fundió en un abrazo sellado por un beso.

— Te extrañe— comentó sobre mis labios.

Cartas de mi verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora