K: K.O

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Adrien Agreste despertó aturdido, no recordaba mucho de lo que había sucedido anoche, pero no le impresionó despertar en otra habitación, ya era costumbre para él despertar en otra cama. Sin embargo, quién estaba a su lado lo horrorizó, pues no se trataba de una simple chica, sino de Lila Rossi. Desde hace años que no sabía nada de ella, lo último que supo es que estaba comprometida con el príncipe Alí, de Achu, pero eso había sido poco después de terminar el instituto. Miró a su acompañante con gran detenimiento, yacía desnuda a su lado, su cuerpo parecía tallado a mano. Tenía un prominente trasero, una pequeña cintura, unos exhorbitantes pechos, su cabello cobrizo desparramado encima de la cama y su piel canela, que brillaba por el sudor seco. Realmente era una diosa, pensó, pero aún así no entendía como había acabado en esa habitación, ni siquiera recordaba haberse encontrado con ella.
La noche anterior Adrien había ido a un bar en busca de una nueva conquista. Desde que había formalizado su "noviazgo" con Kagami, no le quedaba otra opción que ir a bares de mala muerte para buscar una nueva presa, ya que ninguna de sus modelos quería involucrarse con él, pero eso poco le importaba, a sus 28 años era todo un Don Juan. Esa noche llegó al bar, en busca de su chica número catorce, se había propuesto completar un mes con una chica distinta, y ya llevaba dos semanas cumpliendo su objetivo.
Sin embargo, nunca pensó que se encontraría con ella, hace años que no sabía de su existencia, podía jurar que se había desaparecido del mapa. Pero ahí estaba, su cabello negro azabache, sus ojos azules, con un vestido corto negro, un blaizer gris, y zapatos planos, parecía que recién hubiese salido de una oficina. Por un momento, pensó que solo se trataba de una persona similar, y que se debía a los efectos del alcohol, ya que ella jamás usaría esa combinación de colores, y mucho menos trabajaría en una oficina. Cuando escuchó su voz, sintió que su corazón se le saldría del pecho, efectivamente era ella, su Marinette.
Adrien llevaba años sin escuchar su voz, luego de la propuesta, nunca más volvieron a hablar, le hubiese gustado haber sabido su versión, para poder entenderla, pero luego de todo lo que sufrió, ya era demasiado tarde para eso. Marinette acababa de entrar, se sentó en la barra y pidió un martini, se veía cansada, y algo estresada. Pensó en acercarse, quizá ella podía ser la número catorce, se notaba que los años habían sido generosos con ella, ya no era esa dulce chica con quién había tenido su primera vez, ahora era una mujer, y eso lo excitó, anhelaba sentir su cuerpo nuevamente junto con el suyo. Tal vez esa era la forma de tener un cierre con ella, un simple revolcón y confirmaría que la había superado. Tomó varios tragos tratando de armarse de valor y acercarse, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario con tal de llevarla a la cama. No obstante, no pensó que estar tan cerca de ella avivaría sensaciones en su cuerpo que creía muertas, comenzó a temblar de solo aproximarse a ella, tuvo que respirar profundo para poder seguir avanzando, hasta que al fin quedó a su lado.
-Hola Marinette- le dijo temblando. Claramente no había pensado bien las cosas.
-¿Adrien, eres tú?- le preguntó sorprendida, él estaba notablemente ebrio, tambaleándose de un lugar a otro, con problemas para mantenerse en pie. Llevaba años esperando este reencuentro, pero nunca pensó que sería de este modo.
-Si, sabía que no me amabas, pero no que te habías olvidado de mi- le dijo molesto. Le dolía que ella no lo hubiese reconocido a primeras.
-No, claro que no, nada de lo que dices es cierto, he querido hablar contigo hace mucho tiempo, quería explicarte todo...- El chico no la dejó hablar.
-No es necesario que expliques nada- seguía hablando con el mismo tono- No quiero escuchar tus explicaciones-
-¿Y entonces qué quieres?- lo miró con compasión, el chico estaba realmente mal.
-Tengo un problema, y pensé que tú podrías ayudarme- Adrien decidió ir directo al grano.
-Claro ¿en qué puedo serte útil?- Mala elección de palabras.
-Hay muchas cosas en las que me puedes ser muy útil- le dijo mientras se la devoraba con la mirada, necesitaba sentirla- Tengo varias cosas en mente- le dijo mientras ponía su mano en el muslo de ella, subiéndola por debajo del vestido. Marinette se puso roja, no quería creer que él le estuviera sugiriendo eso, y que estuviera tocándola de esa forma.
-¿Qué pasa contigo?- le dijo molesta, apartándole la mano.
-Nada, solo reclamo lo que me pertenece. ¡Eres mía! ¿lo olvidaste?-Marinette abrió los ojos sorprendida por lo que había dicho.
-¿Qué?- le dijo molesta -No sé qué está pasando contigo, pero estoy segura de que no eres así- Quizo creer que era porque se encontraba muy ebrio, y no porque fuera un cretino.
-Tú me convertiste en esto- La chica no quería creer lo que había escuchado.
-¿Yo te convertí en qué?- dijo subiendo el volumen.
-Por favor Marinette, no te hagas la desentendida ahora, sabes muy bien a qué me refiero- le dijo gritándole.
-No sé de lo que hablas- La joven no entendía lo que le quería decir.
-¿No sabes? Rechazar mi propuesta y destrozar mi corazón ¿Te parece poco?- le dijo dejándola sorprendida.
-Sé que no estuvo bien, no hay día en que no me arrepienta de ello, pero yo traté de hablar contigo muchas veces, y no pude- le dijo con un nudo en su garganta, el chico la miraba con desprecio.
-¡No mientas! Sé muy bien que no es así, yo esperé un mensaje, una llamada, algo, pero tu no tuviste ninguna consideración conmigo- Le dijo con lágrimas en los ojos.
-Te prometo que es verdad, te llamé, incluso te fui a buscar, pero ya no estabas...- La chica estaba a punto de llorar, no podía creer que luego de tantos años él siguiera resentido con ella.
-¡Claro que no estaba! rompiste mi corazón ¿qué esperabas? ¿que te esperaría por siempre?... Yo te amaba, pero eso a ti no te importó- dijo sollozando.
-Déjame explicarte, las cosas no son como las piensas...-
-Ya te lo dije ¡No quiero escuchar tus malditas explicaciones!- Le dijo llorando fuertemente.
El chico de la barra se acercó a ellos, preguntándole a Marinette si se encontraba bien, todos en el bar estaban escuchando el escándalo que estaba causando, ella le respondió que si, y luego les pidió que se fueran a otro lugar, porque los gritos estaban asustando a los clientes. Marinette tomó el brazo de Adrien y lo sacó de ahí, él apenas se podía mantener de pie.
-¿Dónde me llevas?- Le preguntó aún con lágrimas.
-A mi departamento, no te puedo dejar en ese estado- El chico no puso resistencia, estaba cansado, y no se sentía bien como para volver.
Llegaron al departamento de la chica, le ofreció un café, el chico aceptó, se quedaron varios minutos en silencio. Adrien se acomodó en el sofá y a los segundos, se quedó dormido. Probablemente el chico llevaba muchas horas tomando. Marinette se sintió muy mal por él, después de todos estos años, aún no la había superado, le dolía saber que lo había herido tanto, si él supiera que ella también había sufrido por su ausencia, tal vez no la odiaría tanto. Recordó lo mucho que lo extrañaba, extrañaba sus besos, sus caricias, su sonrisa al despertar, luego de hacer el amor, esos años que habían vivido fueron demasiado buenos para ser verdad. Pero también recordó a su compañero, Chat Noir, cuánto daría por verlo de nuevo, por hablar con él, por sentir sus brazos rodeándola, sus incansables coqueteos, su mirada iluminada por la luz de la noche. Estuvo tanto tiempo dividida entre ellos dos, y cuando se decidió había sido demasiado tarde, le rompió el corazón a Adrien, y su gatito, estaba herido por otra chica.
Adrien despertó, sacándola de sus pensamientos, un par de horas después haber llegado, recordaba que había discutido con Marinette, y que se portó muy mal con ella.
-De verdad lo siento mucho- le dijo quebrando el silencio que había en la habitación -Me comporté como un imbecil- la chica le sonrió levemente, sabía que, en el fondo, él no era así.
-No te preocupes, me lo merezco- le dijo entristecida. Ella sabía que todo esto era su culpa.
-Aún así, no debía haberte tratado así, no después de todo lo que vivimos- El chico estaba avergonzado.
-Adrien, de verdad lo siento, no sabes lo arrepentida que estoy por todo lo qué pasó- le dijo esperando que él la quisiera escuchar, pero fue en vano.
-Marinette, ya es demasiado tarde- la miró dolido. Ya era tarde para escuchar cualquier cosa, no se puede cambiar el pasado, recordó que esa frase que, el mismo, le había dicho a Ladybug cuando se despidió de ella, cuánto la extrañaba.
-Aún así, nos merecemos un cierre- Ella sabía que no podía volver al pasado, pero después de tanto tiempo, él merecía saber la verdad.
-De verdad, no quiero oírlo- ¿Cuántas veces tendría que decirle que no quería escuchar nada?- Gracias por ayudarme, después de haberte tratado tan mal- le dijo poniéndose de pie.
-No hay de qué, es lo menos que podía hacer ¿No quieres quedarte?- una parte de ella rogaba que le dijera que si -No creo que estes en condiciones de irte solo- agregó, estaba preocupada.
-No- ¿De verdad no quería dormir a ahí? Su corazón le decía que se quedara, pero sabía que no era lo correcto -Estoy bien, puedo irme solo. Adiós- le dijo saliendo por la puerta, un poco arrepentido por haber dicho que no.
Marinette quedó muy acongojada después de su pequeño encuentro, nunca pensó que vería a Adrien así de destruído, no quedaba nada de aquel chico dulce que tanto amó. Pensó en las palabras que él le había dicho, que ella lo había convertido en eso, no quería aceptarlo, pero, muy dentro de ella, sabía que era verdad. Ella le rompió el corazón y no le dio ninguna explicación, él merecía una disculpa, no pensó en sus sentimientos, solo se enfocó en lo que ella sentía, fue muy egoísta.
Adrien salió del departamento temblando, a punto de quebrarse nuevamente, no podía creer que después de tantos años no podía superarla, y se odió a si mismo, por aún amarla. Porque eso era, después de todo el dolor, aún la amaba, y había sido un idiota. Tal vez si la hubiese escuchado, tal vez si se hubiese quedado, tal vez podría haber vuelto a sentir su piel, sus besos, sus caricias, tal vez ella hubiese vuelto a ser suya.
Se devolvió al bar donde estaba al principio, así tendría la certeza que ella no se aparecería por ahí de nuevo, quedaban un par se horas para que cerraran. Se sentó donde mismo había estado con Marinette horas antes, el barman le advirtió que si volvía a armar un escándalo, lo correría a patadas, el chico se disculpó, le dijo que ya estaba mejor, pidió un whiskey, luego otro, y luego otro, de alguna forma quería olvidar esta noche tan desastrosa. Todavía seguía pensando en todo lo que había pasado -¿Por qué habré sido tan estupido?- se repetía una y otra vez. Jamás pensó que la volvería a ver, jamás pensó que las cosas serían así.
-Hola bombón- le dijo una mujer de ojos color verde oliva, que se acercaba a él meneando sus caderas.
-Hola - le respondió sonriendo, y observando a la mujer de arriba a bajo, con gran detenimiento en la parte frontal.
-¿Quieres ir a un lugar más cómodo?- Adrien asintió y siguió a la mujer. Solo quería olvidar, olvidar a Marinette, olvidar que la odiaba, olvidar que la amaba, y si con eso podía conseguir a la número catorce, mucho mejor.
Lila Rossi estaba dichosa, si su mente no jugaba con ella, él era Adrien Agreste, el millonario modelo, heredero de la familia Agreste y Graham de Vanily, y futuro padre de sus hijos. Al fin había pescado un pez gordo, al fin cumpliría una de sus fantasías de adolescente, al fin todos sus planes se cumplirían. Ya estaba harta de tener que inventar excusas tontas, todos sus amigos habían creído que ella estaba comprometida con el príncipe, pero ya habían pasado muchos años, y todavía le preguntaban cuándo sería la boda, ella inventaba excusas ridículas, que increíblemente eran creídas por todos.
Llevo al modelo a un hotel, le dió un par de tragos más, lo tiró a la cama, él la veía con un mirada de lujuria que la excitaba mucho más, ni en sus sueños más alocados había soñado con aquella escena, Adrien Agreste estaba a punto de ser suyo para siempre. Se lanzó encima de él, y lo besó desesperadamente, estaba en el cielo, finalmente lo había conseguido.
...
Hola a todos! Este capítulo nos narra acerca del único reencuentro que tuvieron nuestros protagonistas en estos 10 años. Adrien es un promiscuo sin remedio, para quienes han visto HIMYM sabrán que saqué la idea del mes perfecto Barney Stinson. Me duele un poco describir a mi bebé así, pero bueno, esas son las ideas locas de mi cabeza. Lila hizo su aparición oficial en este capítulo, siempre la imaginé como una caza fortunas, así que encontrarse con su compañero millonario luego de tantos años, le viene como anillo al dedo.
Eso, como siempre gracias por leerme, gracias por sus reviews. Espero que estén teniendo un buen fin de semana, acá está lloviendo, así que es muy probable que el capítulo siguiente sea muy triste.
-Mrs. Fitzberry

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