Michel se levantó, se preparó para ir a trabajar, le dió un beso a su esposa, y se fue directo a la oficina. Caminó por la ciudad, contempló el cielo despejado tan azul y hermoso, como siempre, le encantaba verlo, por alguna razón le recordaba a alguien, pero no sabía a quien.
Llegó al edificio, esperó el ascensor, tenía una sensación que vería a alguien, incluso se quedó un minutos esperando que alguien subiera con él, pero no llegó nadie, se lamentó haber perdido tiempo esperando, sin siquiera saber de quien se trataba. El ascensor se detuvo en el quinto piso, pero nadie estaba esperando, siguió subiendo hasta su piso, ingresó a su oficina, pero seguía con esa extraña sensación. A eso del medio día su secretaria le informó que tenía agendada una reunión con los demás socios para darle la bienvenida a un nuevo miembro. Tal vez por eso tenía esa sensación, llegaría un nuevo colega al estudio, fue al baño se acomodó un poco su cabello castaño, se puso algo de perfume, no entendía la razón, pero quería estar presentable. Entró a la sala de reuniones, a los minutos entró uno de los socios, los saludó a todos e hizo pasar a una persona, sentía que su corazón se le iba a salir del pecho, pero cuando vio de quien entraba, su corazón se quebró, no era quien esperaba, sino un joven abogado, recién salido, que se creía muy importante, pero no tenía idea donde estaba parado.
Terminó su día y se dirigió a casa, pasó por una panadería que estaba en el centro de la ciudad, compró unos croissants y salió de la tienda. Sin embargo, justo a la salida se topó con una bella chica de ojos azules, que venía entrando a la tienda, quedó hipnotizado. Esos ojos azul cielo, esa sonrisa, esa piel blanca y esas pequeñas pecas en sus mejillas, todo en ella le parecía tan familiar, tan cálido. La saludó, la chica le sonrió y como una especie de deja vu, vio a la chica con un ajustado vestido rojo, un blazer y una cola alta, sonriéndole de la misma manera afuera del ascensor. Quizo preguntarle si la conocía de algún lugar, pero recibió una llamada de su esposa, contestó y se fue en dirección a su hogar.
Al llegar a casa su esposa lo recibió con un gran beso, le preguntó cómo estuvo su día, y él le contó la sensación que tuvo todo el día, incluso eso que sintió al ver a la chica de los ojos azules, ella le dijo que quizás era un sueño o algo así, que no le diera mayor importancia.
No obstante, no pudo dejar de pensar en ello, estuvo toda la noche tratando de recordar dónde se había encontrado con ella, y porqué le causaba esa sensación, hasta que se quedó dormido.
-Si no quieres responderme está bien, solo necesito saber si te ama como te lo mereces-
-No Michel, no es nada de lo que piensas, este anillo es muy especial para mi, pero no estoy comprometida con nadie-
Michel despertó a la mitad de la noche ¿Acaso se trataba de un sueño? ¿Cómo era posible que se sintiera tan real? Aquella chica seguía en sus pensamientos y se sentía culpable, su esposa dormía a su lado y estaba soñando con otra mujer. Era como si su piel pudiera sentir sus besos, sus caricias, su cuerpo reclamaba el suyo, casi pudo escucharla gemir exigiéndole más y más. Se levantó de la cama, y fue a la cocina a beber un poco de agua, necesitaba calmarse un poco, estaba demasiado excitado, su mujer no podía verlo en ese estado.
-¿Qué haces de pie a estas horas?- fue sorprendido por su mujer que lo miraba sospechosamente.
-Tenía un poco de sed- le dijo mostrándole el vaso.
-Se te ve sediento- le dijo, mirando la notable erección de su marido, él se puso nervioso al ver la cercanía de su mujer.
-Tengo un par de ideas para calmarte- le dijo coquetamente bajando la mirada a su miembro. La mujer se agachó, le bajó los bóxers y comenzó a palpar, Michel no sabía qué hacer, una parte de él quería salir corriendo de ahí, porque a pesar de estar disfrutando del tacto, no estaba pensando en ella. La chica aumentaba su velocidad, sentía que en cualquier momento estallaría, le gritaba que se detuviera sino acabaría pronto, pero en vez de detenerse se lo metió en la boca, y con gran rapidez lo succionó. Los gemidos de Michel inundaron toda la cocina, le suplicó que se detuviera, que acabaría en su boca, y sin darse cuenta, sucedió.
-¡Ay Marinette!- gimió fuertemente, sin darse cuenta del gran error que cometió, y acabó en la boca de su esposa. La mujer se limpió y se puso de pie.
-¿Quién es Marinette?- preguntó molesta, su marido había gritado un nombre que no era el suyo. Michel no entendía porqué había dicho aquel nombre, ni siquiera conocía a nadie con ese nombre.
-Te juro que no lo sé- dijo temblando, aún seguía exhausto por el acto.
-¡No me mientas!- le gritó furiosa.
-Ya te lo dije, no sé quién es Marinette- le dijo rogando porque le creyera.
-Será mejor que no te aparezcas por mi cama- le dijo, se fue y cerró de un portazo.
Michel quedó pensando, ni siquiera sabía porqué había dicho ese nombre ¿Será que se trata de la misma chica que apareció en sus sueños?
Marinette se levantó temprano, tenía muchas cosas que preparar antes del cumpleaños de Emma. Faltaba solo una semana y le quedaban muchas cosas por hacer, fue a la mansión de sus suegros, y dejó a la pequeña a cargo de Nathalie. Siempre que la veía lamentaba que la mujer no pudiera tener hijos, se notaba que le encantaban, era muy buena abuela de su nieta.
Estuvo todo el día corriendo, estaba agotada, pero feliz, le gustaba sentir esa libertad. Desde que se había casado con Adrien, vivía por y para él y su hija, no es que le molestara, pero se había convertido en aquello que siempre odió, en una mantenida. Todos sus sueños de juventud habían quedado en el olvido, era casi irónico que ella, Marinette Agreste, esposa del hijo del diseñador más famoso de París, Gabriel Agreste, no hubiese podido diseñar, ni siquiera para su suegro.
Se dirigió a la panadería a coordinar con su madre el pastel de Emma, sería de tres pisos, blanco con flores del mismo color que el vestido que le había hecho. Al entrar, se topó con un hombre de unos cuarenta años, de ojos azules y cabello castaño, al verlo sintió que su corazón iba a estallar, algo la llamaba a él, no sabía porqué, pero era como si lo conociera. Él la saludó, y tal como si fuese una adolescente, entró en pánico, no supo como actuar, y solo le sonrió, quiso preguntarle muchas cosas, pero ni una palabra pudo salir se su boca, y él se fue.
-¿Pasa algo?- le preguntó su madre al ver entrar a su hija, ya era muy tarde para que la visitara, pero la chica estaba muy distraída y no escuchó -Marinette, te estoy hablando- le dijo la madre al no escuchar respuesta.
-Disculpa ¿Qué decías?- le preguntó a su madre.
-Que si te había pasado algo, nunca vienes a esta hora, mucho menos sola- le dijo preocupada.
-Nada, vine a ver lo del pastel para el cumpleaños, Adrien pasará a buscar a Emma a casa de su padre, y luego vendrá por mi- le dijo tranquilamente.
-Si está pasando algo, debes decírmelo, no quiero que nadie te lastime- su madre seguía preocupada.
-Tranquila mamá, todo está bien-
Pasaron un par de horas y Adrien, junto con Emma, la pasó a buscar, la chica se despidió de sus padres, tomó la mano de su esposo, y caminaron de regreso a casa. Adrien acostó a la pequeña Emma, mientras la chica se daba un baño. Hace mucho que no se daba un tiempo para ella, así que llenó la bañera de agua caliente, puso una bomba aromática y se sumergió en el agua. Extrañaba tener un momento a solas, y comenzó a recordar aquella mirada azul que se topó con la suya, su piel se erizó de solo recordarlo.
Se fue a dormir, pero por más que lo intentaba, no podía conciliar el sueño, seguía pensando en aquel hombre. Adrien notó que algo le pasaba, y le preguntó, ella le dijo que nada, se acurrucó en sus brazos y se durmió.
-Si no quieres responderme está bien, solo necesito saber si te ama como te lo mereces-
-No Michel, no es nada de lo que piensas, este anillo es muy especial para mi, pero no estoy comprometida con nadie-
Despertó a medianoche, con aquel beso en sus labios, su cuerpo reclamaba aquellos besos, aquellas manos tocándola desenfrenadamente. Con su esposo las cosas eran muy aburridas, él era demasiado dulce con ella, pero no había esa pasión que se reflejaba en su sueño. Adrien se despertó al percatarse que su esposa se había apartado de él, la acercó para si y le dio un intenso beso, pero en la mente de Marinette no estaba su dulce marido, sino aquel hombre que había visto. Ella se dejó llevar, necesitaba sentir, necesitaba amor, y dejó que se lo entregara todo, dejó su cuerpo a su disposición. Adrien la tomó con ternura, llenó su cuerpo de besos, llenó su cuerpo de amor, él era suyo, pero ella no era de él, era de un hombre que ni siquiera conocía ¿Cómo era posible que sintiera esas cosas por un hombre que ni su nombre sabía?
A la mañana siguiente, Michel despertó adolorido, dormir en el sofá no era lo más cómodo, menos para alguien de su estatura. Se preparó para trabajar, se despidió de su mujer, pero ella seguía molesta, y lo ignoró. Estaba dispuesto a buscar a la chica de sus sueños, necesitaba saber quién era y porqué sentía que la conocía. Al salir de la oficina se puso a merodear la misma panadería en la que se habían encontrado el día anterior, y como si fuera obra del destino, la encontró, aquella chica de ojos azul cielo, que solo había visto una vez y se había robado su corazón.
-Buenas tardes- le dijo sonriendo. Marinette tuvo que tomar aire para evitar tartamudear, pero fue imposible.
-Ho...la...- volvió a respirar, estaba muy nerviosa.
-Que bueno verte ¿Nos conocemos?- le preguntó esperando que la chica tuviera las respuestas que necesitaba.
-No, creo, a decir verdad, no lo sé- le confesó la chica.
-Me pasa igual, siento que te conozco- le dijo un poco más aliviado -¿Cuál es tu nombre?- le preguntó.
-Marinette Agreste- le respondió. Michel quedó impresionado, ese era el mismo nombre que había dicho anoche, por aquel nombre ahora su cuerpo pagaba las consecuencias -¿Tú eres Michel, cierto?- recordaba aquel nombre del sueño de anoche.
-Si ¿Estás segura que no nos conocemos?- le preguntó, estaba confundido ¿Por qué ella sabía su nombre?.
-Ya te lo dije, no lo sé- le respondió la chica.
-¿Te parece si vamos a otro lugar?- le preguntó dudando de sus palabras. Marinette no estaba segura de aceptar.
-Claro, conozco una cafetería buenísima cerca de aquí- le dijo enérgicamente la chica.
Se dirigieron a aquella cafetería, hablaron de muchas cosas, rieron, bebieron café, volvieron a reír, comieron, y rieron mucho más. La hora avanzó tan rápido que ni ellos se dieron cuenta, si no es porque una mesera les pidió que se fueran que iban a cerrar, hubiesen seguido con las risas. Se despidieron, y sin darse cuenta estaban uno encima del otro devorando sus bocas, aquello estaba mal, ambos estaban casados, y lo sabían, pero no pudieron evitarlo.
Se dirigieron a un hotel, Marinette era consciente de lo que iba a hacer, pero no pudo resistirse, lo necesitaba. Él la posicionó encima de la cama, le sacó el vestido, dejándola solo con ropa interior, besó cada rincón de su cuerpo, hasta que llegó a su feminidad, con mucho cuidado le sacó las bragas, y comenzó a besar su sexo, la chica estaba en el cielo, su cuerpo experimentaba sensaciones que creía muertas. Con mucho cuidado se introdujo dentro de ella, y ya dentro la tomó con una pasión desenfrenada, Marinette ya estaba alcanzando el éxtasis máximo, cuando él le mordió el lóbulo de la oreja, haciendo que lo alcanzara rápidamente, él era suyo y ella era completamente de él. Michel sintió como si toda su vida pasara delante de sus ojos, por ella había comenzado a vivir, su piel suave, su cuerpo curvilíneo, sus labios carnosos, sus preciosos ojos azules, ella era suya y él era completamente de ella, y le rendiría devoción por el resto de su vida. Se quedaron dormidos en aquella habitación, olvidaron que tenían que llegar a sus respectivos hogares, esos sentimientos confusos, ese ¿amor?, era algo que solo ellos podían entender.
Al día siguiente Marinette miró a su lado a aquel hombre que estaba junto con ella, su cabello castaño, su espalda robusta, su trasero perfecto, todo en él era perfecto, sentía una felicidad que hace mucho tiempo no había sentido. Sin embargo, aquello duró solo unos minutos, al revisar su celular y ver las miles de llamadas perdidas que tenía de su esposo, de su madre, de Alya, e incluso de Nathalie. Lo había olvidado por completo, estaba casada, tenía una hija y estaba esperando a otro, y recién ahí cayó en cuenta de lo que había hecho, traicionó a su esposo, al amor de su vida, al padre de sus hijos, a su amado Adrien.
Michel despertó y vio aquella hermosa mujer que lo miraba, el día no podría haber comenzado mejor, esa mujer era completamente suya. La notó preocupada, él también lo estaba, había engañado a su esposa, probablemente tenía miles de llamadas sin responder. No quiso revisar su teléfono, y solo se deleitó con la vista de aquella hermosa mujer que yacía a su lado, hasta que vio que unas pequeñas lágrimas descendieron de sus ojos, y entendió todo, él había perdido su matrimonio, pero ella había perdido a su familia. La abrazó fuertemente, no quería que ella sufriera por lo que habían hecho, pero el también se quebró, y ambos desnudos, encima de aquella cama de hotel que fue testigo de su amor, lloraron por aquello que fue, por aquello que es, y por aquello que será. Se les avecinaba un infierno, él lo sabía bien, los divorcios no eran fáciles, mucho menos si habían niños de por medio.
-Todo estará bien, te lo prometo- le dijo él tratando de calmarse y de tranquilizarla.
-No digas mentiras, sabes que nada de esto está bien- le dijo llorando.
-Si, lo sé- le dijo con tristeza -Pero podremos superarlo, te lo prometo- le dijo esperando que se calmara.
-No hagas promesas que no puedes cumplir- la chica seguía sollozando.
-Lo digo en serio, vamos a poder superar esto- le dijo mirándola a los ojos, la chica le sonrió y le dio un beso intenso.
De a poco aquel beso se fue intensificando más, sus cuerpos se reclamaron nuevamente, como si la noche que vivieron no hubiese sido suficiente, estaban sedientos, y solo su unión podía saciar esa sed de pasión. Sin embargo, aquella burbuja en la que se encontraban, se reventó, cayendo la realidad encima de ellos. El celular de Michel comenzó a sonar, y ella le insistió que contestara, era su esposa llamándolo preocupada, él le dijo que se había quedado dormido en la oficina, pero que ya volvía a casa. Luego el teléfono de ella vibró, recordándole que había abandonado todo, contestó, era su marido que lloraba en el teléfono porque pensaba lo peor, ella le dijo que se había juntado con Alya y que se había quedado dormida en su casa. Adrien supo de inmediato que estaba mintiendo, porque él mismo había ido a la casa Lahiffe, buscando a su amada.
Los amantes se despidieron con la promesa que enfrentarían lo que tendrían que enfrentar, que él le diría a su esposa, y ella le diría al suyo, y que estarían juntos luego de arreglar toda su situación.
Marinette llegó a casa, Emma la recibió con un gran abrazo, y se sintió culpable, anoche se había dejado llevar por su corazón, y había olvidado todo. Había olvidado a su esposo, había olvidado a su hija y había olvidado al bebé que cargaba en su vientre.
-¿Qué tal tu noche con Alya?- le preguntó esperando la excusa que le inventaría su esposa.
-Genial, fue como en los viejos tiempos, cuando estábamos solteras- improvisó.
-Me alegro mucho, es bueno que tengan un tiempo de chicas- le dijo a punto de llorar, Marinette le estaba mintiendo en su propia cara, y no había tenido ningún cuidado en buscar una excusa mejor.
-Me voy a duchar, estoy cansada- terminó de decir y se dirigió al baño.
Adrien se puso a llorar, sin pensar que su pequeña hija lo estaba viendo, ya entendía todo, no solo le había mentido, lo había engañado, estaba seguro, ella lo había traicionado.
A veces cometemos errores y el error de Adrien fue olvidar que todo deseo tiene un precio, y el precio fue el amor de Marinette.
...
Hola a todos, sé que me odian, la mayoría del tiempo, yo también me odio, pero es un sentimiento que debemos superar si quieren seguir leyendo esta historia. A veces cometemos errores, y su error, queridísimos lectores, fue leer esta historia. ¿Qué les puedo decir? Hay muchas cosas que no sabemos aún, nos quedan solo 7 capítulos para resolver este embrollo.
Este capítulo estuvo muy intenso, lamento que hayan tenido que leer mi pseudo lime/ lemon, porque en verdad no sé narrar esas cosas, así que ustedes imaginen algo más candente. Marinette y Michel no se conocen, puesto que Marinette nunca fue abogada, y en realidad nunca fue nada. Mi mujer empoderada siglo XXI, me odia un poco por dejarla así, pero esta realidad es momentánea ¿verdad? Ambos sintieron una conexión inmediata, pues a pesar de que no se habían conocido en esta realidad, se conocieron antes, y si bien Marinette siempre fue clara respecto a que no amaba a Michel como él lo hacía, si le gustaba, y si despertaba algo en ella. Ustedes deben estar pensando que es un poco absurdo que ese sea el precio si todo esto se supone que es el plan de Marinette, pero tranquilos, que tendrán sus respuestas, más pronto de lo que esperan.
Bueno, eso ha sido todo por hoy, en serio muchas gracias por estar leyendo esta historia, les prometo que este error que cometieron al leerla será recompensado, tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero un día.
Espero que les haya gustado el capítulo, coméntenme que les pareció.
Nos leemos luego
-Mrs. Fitzberry
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A veces cometemos errores
Fanfiction¿Quién habría imaginado que una propuesta de matrimonio ocasionaría tantos problemas? Adrien Agreste, no tenía idea todo lo que desencadenaría su propuesta, ella amaba a otro, y ese otro, era nada más y nada menos que su alter ego, Chat Noir. A vece...