diecisiete.

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—¡Sorpresa! –dice mamá tan pronto como abro la puerta. Mis ojos se abren ampliamente.

—¿Mamá? ¿Papá? –De todas las personas que creí que se encontrarían detrás de la puerta de mi departamento un sábado a las ocho de la mañana mis padres jamás cruzaron por mi cabeza, aunque pensándolo bien ¿quién más haría algo como eso?

—hazte a un lado Elizabeth, déjanos pasar –dice empujándome fuera de su camino.

—Miaaauuuuu

—¡Jesús bendito! ¡¿Qué es eso?! –el grito horrorizado de mamá asusta a la pobre Olivia que al escucharla sale corriendo de regreso a la habitación, —¡No, no, sácala Elizabeth! ¡Sácala de aquí! –grita.

—Mamá cálmate, es solo una gata y es inofensiva –digo y sacudo la cabeza, —es mi mascota.

—¿Qué? ¿Tienes una mascota? Pero si a ti no te gustan los animales –dice papá con su ceño fruncido mientras mantiene su costoso pañuelo sobre su nariz.

—Siempre me han gustado los animales, pero jamás pedí uno porque sabía de tu alergia a ellos –corrijo, —como ahora vivo sola creí que era un buen momento, además me haría sentir menos sola.

—¿Sabes que te haría sentir menos sola? ¡Regresar a casa! Esto es ridículo –protesta mamá.

—Además, ¿no tomaste en consideración que vendríamos a visitarte? ¿Qué se supone que haría con mis alergias entonces? –continúa papá.

—Claro que lo pensé, el plan era que cuando llamaran para avisarme que vendrían yo le pediría a alguna de mis amigas que lo cuidara por mí un par de días y me encargaría de desinfectar todo para que tú no tuvieras ningún problema.

—Discúlpanos por intentar darte una agradable sorpresa –espeta mamá y suspiro.

—llamaré a alguien para que venga por ella ¿de acuerdo? y rociaré este lugar con desinfectante de aire no tóxico así podrán estar tranquilos los dos ¿les parece?

—Date prisa antes de que tu padre se ponga grave y tengamos que llevarlo al hospital –ruedo los ojos y me muerdo la lengua para no recordarle que su alergia constaba de muchos estornudos y algunos granos que causaban comezón por un par de días, nada con lo que no pudiera vivir.

—¿Cuánto tiempo se quedarán? –cuestiono mientras tomo mi teléfono.

—Si te molesta nuestra presencia podemos irnos ahora mismo –dice con indignación y suspiro.

—No es por eso madre, es para poder darle un tiempo estimado a Brianna, no quiero decirle que sólo por una tarde y más tarde pedirle que se quede con él hasta el lunes.

—Podrías decirle que se lo quede toda la vida –agrega papá y decido ignorarnos, busco el número de la morena y llevo el teléfono a mi oído. Los dos siguen de pie pero mantienen sus ojos moviéndose alrededor del lugar buscando cualquier detalle que no les agrade para poder señalarlo.

—¡Hola!

—Hola Brianna...

—¡JA! Te engañé, estás hablando con mi buzón de voz, como es obvio en este momento no.... –cuelgo y suspiro, ¿y ahora? La respuesta llega de inmediato, busco el número y lo marco.

—¿Hola? –cuestiona con duda, claro, él no tenía mi número aún porque jamás lo llamé.

—Hola –respondo en voz baja.

—¿ojitos? Bueno, está si es una buena sorpresa –su voz suena más alegre, —¿a qué se debe la llamada tan temprano? ¿Todo está bien?

—Sí, todo está bien, ¿crees que puedas cuidar a Olivia por mí un par de días? –los ojos de mis padres se pone sobre mí.

ENAMÓRATE DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora