Freedom • Noren

Diez

Jeno se encontró disfrutando de un poco de pelusa doméstica aquella tarde. El cielo en Hajodae amaneció algo más apagado y nublado, por lo que no opuso mucha resistencia cuando Renjun se aferró a su cintura y murmuró que tenía ganas de quedarse en cama ese día y no hacer nada.

El coreano se tumbó a su lado bajo las mantas y con Renjun acurrucado contra su pecho, ambos leyendo algunos mangas que el chino tenía en su casa. La mano de Jeno se perdió entre los mechones rubios de su novio, haciéndole cariños intercalados con pasar la página de su lectura. La radio en el remolque sintonizaba una estación de música vieja creando un clima extrañamente hogareño que le llenaba de una sensación cálida en el pecho.

Repentinamente, el chino cerró su manga y se incorporó en la cama, mirando por la ventana junto a su cama con atención.

— Oh, Jeno... ¡Está lloviendo!— dijo con una sonrisa.

Parecía extrañamente emocionado y sin dar ninguna explicación, bajó de la cama para calzarse los tenis a toda prisa y salir del remolque, Jeno lo miró con curiosidad y decidió seguirlo.

Para ser honestos, Renjun amaba la lluvia.

Bailar bajo el agua, saltar sobre los charcos, mirar las gotas mojar las calles o simplemente pasear bajo un paraguas; disfrutaba tanto el clima lluvioso, pero hace mucho tiempo que no tenía oportunidad de hacer tonterías en la lluvia, había estado muy ocupado.
En ese momento estaba cayendo apenas una suave llovizna, así que dio un par de pasos titubeantes hasta que gotas pequeñas mojaron sus mejillas.

Jeno observó desde la puerta la forma en que Renjun alzó la cara hacia el cielo con una sonrisa relajada. Cuando el chino lo volteó a ver, la alegría bailó en sus ojos antes de acercarse con emoción.

— Ven aquí...— lo llamó, tomando su mano.

—¿Mhmm? ¿Qué pasa?

— Vamos a jugar en la lluvia.

Con una risa suave, Jeno asintió y estiró la mano a su espalda para subir el volumen de la radio, dejando que sonara también afuera. Renjun lo arrastró con él, la lluvia había levantado el aroma de la tierra y el bosque de pino, envolviéndolos agradablemente. Jugaron en la lluvia, riendo mientras mientras se perseguían igual que niños pequeños.

Cuando Jeno logró envolver entre sus brazos la cintura de su novio, Renjun echó la cabeza hacia atrás riendo con ganas, hasta que sus ojos se volvieron medias lunas llorosas de alegría. No estaba sujetándose a nada, pero en su cabeza no hacía falta porque sabía en el fondo que incluso si tropezaba, Jeno no iba a dejar que se cayera.

El coreano lo miró sintiéndose casi aturdido.
"Mi novio... Este es realmente mi novio..." pensó sorprendido y la idea lo hizo sonreír de tal forma que incluso rió. Una risa fácil, fluida, encantado con la idea.

Renjun lo miró ladeando la cabeza y se acercó para abrazarlo por el cuello y hablar en su oído.

—¿Por qué me miras así?— preguntó.

— Porque realmente me gustas, Chico Loco.

Y era en serio.

Le gustaba lo bonito que era Renjun, con sus rasgos delicados, sus ojos castaños que atrapaban la luz y esa sonrisa que le marcaba hoyuelos juguetones en las mejillas. Le gustaba su figura pequeña, su cintura estrecha, el arco marcado de su columna y su cuello elegante como de cisne. Pero además de ser hermoso, le gustaba su carácter.
El chino era una tormenta tropical de nombre Renjun, que era coqueto y divertido como para encender una fiesta, pero en el fondo también tenía un carácter furioso y una lengua afilada como un cuchillo. Incluso cuando sus ojos se teñían de una extraña melancolía, le gustaba esa sinceridad.