Freedom • Noren

Doce

El regreso de Jeno a su trabajo fue un cambio notable en su rutina en Surfyy Beach, pero a través de mucha prueba y error finalmente lograron idear un sistema que funcionaba perfectamente.

Para la tercera semana desde aquel cambio ya eran expertos en el área: Jeno trabajaría en casa de Jaemin donde tenía acceso a una mesa de dibujo para sus planos y podía guardar sus instrumentos de trabajo. A veces terminaba tan tarde que se quedaba a dormir en su recámara en la casa, pero mayormente se aseguraría de volver al remolque de Renjun a pasar las noches juntos, cocinando la cena o mirando una película acurrucados en la cama.

Pero a veces, ocurrían pequeños errores en medio de su plan perfecto, como era el ejemplo de esa mañana cuando se quedaron dormidos.

— ¡Corre! Tienes que ducharte en diez minutos para salir a tiempo.— dijo Renjun, empujando a Jeno al baño de su remolque.

— Llegaré tarde, debemos asumirlo.

Renjun puso los brazos en jarras, frunciendo el ceño con determinación. Jeno encontró que se veía adorablemente bello con su cabello despeinando por la almohada, usando su camiseta gris que le quedaba grande hasta rozar sus muslos, moviéndose descalzo por todo su remolque.

— Mi novio no es un maldito irresponsable. Ahora entra a esa ducha y lávate de una vez porque sólo te quedan nueve minutos.— dijo Renjun.

— Realmente quiero besarte en este momento.

— Si te bañas ahora, reservé tres minutos extra para eso. Corre.

Jeno se rió y se metió a toda prisa en la regadera para bañarse en tiempo récord. Por fortuna ambos habían lavado sus dientes temprano, unos segundos antes de darse cuenta de lo tarde que era.
Cuando salió para ponerse sus pantalones de traje y abotonar su camisa, Renjun había puesto café en un termo y estaba buscando en su maleta pequeña.

— Dejé los tubos de planos en el auto, así que puedo irme directamente.— dijo Jeno, haciendo un recuento mental en voz alta.— Pero creo que dejé mi saco en el armario en casa de Jaemin...

— Nop, aquí está. Lo colgué en el clóset.

— ¿El cargador de mi computadora?

— En el cajón de mi mesa de noche...— comentó Renjun, finalmente salió de la maleta agitando un pedazo de tela.— ¡Aquí está!

A toda prisa, Renjun alcanzó a Jeno y le pasó la corbata por el cuello para anudarla, el coreano lo miró con ojos contemplativos, con un sentimiento de éxtasis creciendo en su pecho.

—¿Y qué hay mi sudadera negra con capucha?— preguntó, simplemente para comprobar.

— Está en el tercer cajón, pero no te la lleves. Quizá haga frío y quiero quedármela.— dijo Renjun, ajustando la corbata.

— Oye, Jun, yo... ¿Vivo aquí?

El chino volteó a verlo confundido, deteniendo sus movimientos por un segundo.

—¿Qué?

— Todas mis cosas están aquí, tu sabes dónde está todo... ¿Significa que vivo aquí?

Renjun se sonrojó.—No lo sé, ¿Tú quieres? ¿Te gustaría vivir aquí?

Sin necesidad de pensarlo, Jeno sonrió y rodeó su cintura con las manos.

— Quiero vivir contigo, si quieres vivir conmigo.

El chino rió, un sonido ligero y de sorpresa antes de sonreír y asentir.

— Entonces vives aquí... Ahora dame mi beso y sal de aquí o llegarás tarde.

Jeno acarició su mejilla y lo atrajo con suavidad afianzando el abrazo entorno a su cintura. Renjun se aferró a la corbata, tirando de ella mientras se ponía de puntas y se encontraron a medio camino para buscar sus labios. Compartieron un beso suave, lento, tan lleno de promesas, mientras trataban de guardar ese recuerdo hasta el próximo beso.
Al separarse, Jeno trazó su pómulo con el pulgar y presionó un beso corto en la costura de su boca, con una sonrisa.