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—Eh... Disculpa. —cuando Chuuya vio entrar a la azabache al penthouse como si fuera su propia casa, sintió una venita empezar a palpitar del enojo.

¿Qué se creía esta mujer? Además, entrando así, tirándole su abrigo en la cara como si fuera el perchero.

La azabache paró su caminata hasta el comedor donde andaban todos, volteando a ver a Chuuya con una ceja alzada.

—Mi nombre es Sasaki Nobuko. Ya que eres el nuevo sirviente, te aviso de una vez que probablemente me vas a estar viendo mucho por acá, así que-

—No soy el sirviente, señorita —apretó los dientes, dios, con cada segundo que pasaba más la odiaba—. En realidad, soy el nuevo niñero, Nakahara Chuuya. 

La expresión de Sasaki no cambió con eso, en realidad, pareció ponerse más seria que antes, acercándose hasta el pelirrojo, quedando a una distancia cerca de él mientras le veía de pies a cabeza. 

—Claro, como sea —le dijo fríamente.

—Qué raro que Dazai no le haya invitado a la cena de su cumpleaños —le devolvió él, no pudiendo controlar lo que dijo antes de pensarlo, arrepintiéndose un poco porque acababa de ser grosero con la prometida de su jefe... Aunque el enojo era mucho mayor y valía la pena.

Sin embargo, sintió un mal presentimiento al ver que Sasaki le devolvió la sonrisa, una llena de soberbia y poder. 

—Estoy segura de que lo habría hecho si hubiera sabido que ando en la ciudad —se cruzó de brazos, como si estuviera retando al pelirrojo seguir.

Cosa que hizo.

—¿Oh? ¿No le llama para saber dónde está, preguntar si está bien? —tampoco iba a dejar que le humillen tan fácilmente, apretando el estúpido abrigo de esta mujer con fuerza mientras esperaba por su respuesta. 

Sasaki suspiró.

—No deberías meterte en los asuntos de otros, niño bonito. Pero te puedo decir que hablamos la noche anterior —se alzó de hombros, dando media vuelta como si supiera que, lo último que fuera a decir, era el final de esta... ni siquiera sabía cómo llamarle —. Y para ese entonces, no había decidido si volver a la ciudad hoy, por lo que no podría haberme invitado.  

Chuuya se mordió el labio. Maldita sea. 

—Claro... perdón, no quería sonar como un entrometido.

—Oh, pero lo hiciste —la voz de Sasaki sonaba como la de una víbora, divirtiéndose con su presa antes de matarla —. No te culpo, es normal que estés interesado en la vida de las personas con dinero, pero bueno.

Con eso dicho, siguió su camino hacia el comedor, dejando a Chuuya con un sabor amargo en la boca. 

¿Qué mierda acababa de pasar? Dios, quería destrozar el maldito abrigo que le dejó en manos, pero... no podía arriesgar su trabajo por una mujer a la que acababa de conocer, joder.

Suspiró, tratando de calmarse mientras dejaba el abrigo en un verdadero perchero para luego dirigirse al comedor detrás de Sasaki.

Llegó justo a tiempo para ver la cara un poco irritada de Dazai observando a la azabache acercarse.

—¿Sasaki? ¿Qué haces aquí? —preguntó el castaño.

La pelinegra ignoró su pregunta, tirándose a sus brazos como si no le importara que Osamu tuviera cara de irritación.

Un Asunto de NiñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora