La carta

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Emilio POV

Una vez Joaquín estuvo conforme con curar mis heridas, volvimos a la sala con el Guisante en mis brazos, era su hora de cenar y si no forzaba a Joaquín a comer sentía que no lo hacía en absoluto, así que nos reunimos con el resto del grupo para cenar, María seguía ahí, había limpiado la herida de Eduardo y apenas vio al cachorro en mis brazos se acercó tratando de verlo más de cerca, pero Joaquín lo tomó antes de que lograra hacerlo.

―Oh. ―murmuró dando un paso atrás apenada al notar la molestia en el rostro del castaño, suspiré pesadamente yendo detrás de él, mirando con una clara disculpa a la cobriza que se había sonrojado intensamente.

―Solo quiere conocer al Guisante, no tienes que actuar como si fuera una completa extraña. ―musité con severidad deteniéndome frente a Joaquín, él frunció el ceño y se negó a soltar al cachorro de nuevo.

―Es una extraña, ni siquiera sé su nombre. ―se defendió acurrucando al Guisante contra su pecho como si alguien estuviera tratando de arrebatárselo para siempre.

―Se llama María, Diego y yo trabajamos con ella desde hace años, ocupa tu viejo puesto en el local. ―expliqué tan tranquilo como era posible, no quería llamar la atención de los chicos que ya nos miraban extrañados desde la sala, suficiente tenía con la tensión en la casa cada que Joaquín se unía a nosotros, no quería que agregar su enemistad con María a la lista.

― ¿Trabajas con ella? ―musitó frunciendo aún más el ceño y mirándola de reojo con cierta confusión. Asentí restándole importancia, pero él no cedió ni un poco, sabía que los omegas eran celosos de sus cachorros, pero no se había portado así con ninguno de los chicos, las únicas personas que le habían puesto tan a la defensiva eran sus padres. ― ¿Por qué la trajiste aquí sí solo trabajas con ella?

―Es mi amiga también, pasamos juntos prácticamente todo el invierno antes de que volvieras y me pidió conocer al cachorro. ―murmuré tratando de calmarlo y mostrarle que no era una desconocida en la calle, pero mis palaras no parecieron tener el efecto esperado, pues su cuerpo se tensó y miró de nuevo a la sala donde María platicaba con los chicos sobre cualquier cosa, riéndose abiertamente del malgenio de Eduardo.

― ¿Es amiga de todos? ―volví a asentir y su mirada se mantuvo en la escena frente a nosotros. ―Es una omega, su aroma cambia cuando está cerca de ti. ―susurró tan bajito que no estaba seguro de que quisiera que le escuchara. ― ¿Por qué pasaste el invierno con ella?

―No creo que debamos discutir eso aquí, ella es mi amiga, yo estaba pasándola jodidamente mal y se ofreció a ayudarme, eso es todo. Ahora ¿puedes prestarme al guisante para que se lo presente? ―murmuré incomodo con esa conversación, me esta costando dejar atrás la sensación que me embargo por todos esos meses, no me gustaba que me hicieran recordar el pasado, en especial él.

Solo quería encontrar la manera de que nuestra relación no fuera tan complicada y mientras más me hacía recordar esas semanas, más complicado me era estar a su alrededor. Dejo al cachorro en mis brazos después de un largo silencio y se alejó para preparar su biberón en la cocina, no solía comer con el grupo porque decía que sentía que los ponía incomodos a todos, así que le subía comida a la habitación o cenábamos juntos en la barra de la cocina mientras alimentaba al guisante.

Sabía que su relación con lo chicos no era la mejor, pero al acercarme al grupo y verlo haciendo todo lo posible por no tener que acercarse, fingiendo que movía cosas en la cocina, se sintió incorrecto. Todos estaban encima del guisante, dándole apodos y señalando lo grande que era, ignorando por completo que Joaquín estaba al otro lado de la habitación, en silencio y con la mirada baja.

MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora