Extra: Confesiones

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Narrador POV

En el silencio de su habitación revivió el comienzo de todo, cuando eran solo ellos dos compartiendo la casa, buscando desesperadamente compañeros que les ayudaran a pagar la renta y sobrevivir hasta el mes siguiente. Andrés había terminado con Azul meses atrás y estaba en su peor momento, bebía cada noche para dejar de pensar en ella, se metía en peleas sin sentido y estuvo a punto de perder su lugar en la banda en más de una ocasión por su errático comportamiento.

En aquel entonces ellos no eran muy cercanos, apenas si podían llamarse amigos, Andrés ni siquiera sabía que su padre le había echado al descubrir que era un omega y no el alfa que le había presumido a todos sus amigos, fue una sorpresa para ambos cuando su celo se presentó una de esas noches en que el pelinegro llegó demasiado ebrio para procesar lo que hacía.

No podía decir que el trato había sido desventajoso para él, porque a pesar de todo desde el primer momento se sintió bien, se había juzgado tanto al ser un omega y de pronto la idea de ser protegido por alguien más le trajo paz. Él lo ayudó a superar la ruptura y Andrés le ayudó a aceptar quien era, ironías del destino era que terminaran exactamente donde habían iniciado.

Con Andrés jodidamente enamorado de Azul y él odiando lo que era.

Se prometieron mil veces que su amistad nunca saldría lastimada, pero también hubo muchas otras promesas rotas en el camino, así que era difícil decidir donde había estado la línea todo este tiempo. Lo único que tenía claro era que Emilio tenía razón, no podía quedarse a esperar que un día Andrés le quisiera de nuevo, en especial cuando quizás jamás lo había hecho, necesitaba curarse antes de poder recuperar los vestigios de su amistad, porque sabía que, si se quedaba y todo explotaba, no solo ellos dos saldrían afectados.

Había hablado con Roy en cuanto lo escuchó llegar a casa preguntándole si su oferta de ir de vacaciones seguía en pie, Roy se había vuelto su mejor amigo desde que llegó a la casa, se divertían juntos, lo hacía reír y aparte de Andrés, sentía que era con quien más cercano se había vuelto desde que se conocieron, la única razón por la que no había aceptado antes era porque Andrés no tenía intenciones de ir, y él no soportaba la idea de dejarlo sabiendo que Azul pasaba la mitad de la semana metida en la casa. En retrospectiva se sentía estúpido por estar luchando por algo que nunca fue suyo.

Tan pronto Roy le confirmó que estaba encantado de tenerlo como su acompañante, subió hasta el cuarto de Andrés para esperarlo, no habían hablado desde hacía semanas porque él le había pedido que no tratara de forzarlo a tomar una decisión apresurada y siempre que trataba de hablarle de cualquier cosa, lo ignoraba saliendo de la casa sin siquiera detenerse a mirarlo. Si quería hablar con él, debía esperar hasta que regresara a la casa y asegurarse de que antes del amanecer ambos supieran donde estaban parados.

La puerta se abrió de golpe dejando ver a un ebrio pelinegro con la camisa desabrochada y la marca de un labial rosa en su cuello, no era la primera vez que lo veía llegar así desde que ella regresó, pero eso no evitaba que siguiera doliendo igual, se aclaró la garganta levantándose de la cama y le miró esperando a que lograra enfocarlo en la oscuridad, tan pronto lo hizo lo escuchó bufar con disgusto y su maltrecho corazón se encogió.

― ¿Qué haces aquí? ―masculló lanzando su chaqueta en una silla de la habitación, sin atreverse a mirarlo a los ojos. ―Si es otro de tus patéticos intentos de convencerme de que debo quedarme contigo, deberías saber que solo me haces pensar en todo lo contrario. ―el rubio cerró las manos en puños que el pelinegro no pudo ver, pero sintió la herida que había causado en el aroma amargo que reino en la habitación.

A veces ni siquiera él estaba seguro porque actuaba de esa manera, desde que dejaron de estar juntos, se sentía fuera de sí, recorría los mismos lugares que años atrás, tenía aburridas citas con una persona que no le importaba ni una decima parte de lo que solía hacerlo y cada que se giraba en su inmensa cama buscando su cuerpo para sentir calor cuando la madrugada se hacía fría, solo para darse cuenta que no era su habitación, ni estaba con él, algo en su interior se encogía amenazando con romperse. Y aun así cada que lo tenía de frente, pudiendo decirle lo mucho que lo echaba de menos y lo estúpido que sentía al haber sugerido que tenía dudas, siempre terminaba por decir más tonterías que no sabía cómo reparar.

MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora