El ultrasonido

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Emilio POV

El resto del fin de semana paso demasiado rápido, sin darnos cuenta era lunes y estábamos preparándonos para salir rumbo al médico, había llamado al jefe para pedirle el día libre para ambos y Eduardo nos prestó la camioneta para pasar por al supermercado después de nuestra cita. Desayunamos algo rápido, después de que a Joaquín le costara salir de la cama, se había pasado los últimos días con demasiado sueño y según internet entraba entre los síntomas del embarazo, aun así, le preguntaría a la doctora porque no quería pasar nada por alto.

― ¿Crees que nos regañé por no haber ido antes? ―musitó mirándome de reojo, estábamos a diez minutos del consultorio y mi bola de algodón se ponía más nervioso con cada kilómetro recorrido, sonreí de lado asintiendo mientras él jugaba con las mangas de su suéter.

―No te preocupes, Porcelana, mientras el guisante esté bien, no creo que tengamos problemas. ―murmuré acercándome a la salida de la autopista, había una clínica más cerca de la casa, pero Eduardo estaba convencido de que este lugar estaba más preparado para cualquier cosa y el personal era mejor.

―Tiene que estar bien, yo lo cuido bien. ―susurró más para sí mismo que para mí, sonreí mirándole de reojo, el sol de la mañana le quedaba bien, iluminaba sus ojos cafés dejándolos en un delicado color caramelo y los colores pastel de su ropa le daban un aspecto puramente inocente.

¿Cómo podría no estar loco por él?

Llegamos al estacionamiento con diez minutos de sobra, teníamos que subir hasta el quinto piso y llenar unas formas para que tuvieran un seguimiento durante todo su embarazo, por lo que el tiempo nos vendría bien, le ayudé a bajar de la camioneta, rodeándole por la cintura mientras nos adentrábamos al edificio, podía notar lo nervioso que estaba y como tomaba cortas respiraciones con cada paso, le di un pequeño apretón para atraer su atención a mí y me miró con sus ojitos temerosos.

―Si no estuviera bien, lo sabrías. Los omegas tienen un sexto sentido cuando se refiere a sus cachorros. ―prometí regalándole una sonrisa de confianza, asintió un poco más seguro, aunque dudaba que le hubiera servido lo suficiente, besé su frente deseando saber cómo calmarlo del todo, pero a veces sentía que no tenía derecho a andarlo marcando con mi aroma cada que me viniera en gana y era la única manera que se me ocurría en ese momento.

Al llegar arriba una joven enfermera nos recibió con una amplia sonrisa entregándonos las formas a llenar, explicándonos que la doctora nos recibiría en unos minutos y a ella tendríamos que entregarle todo. Llevé a Joaquín hasta las sillas para esperar y comencé a escribir los datos que sabía de él, antes de tener que comenzar a preguntar por cosas más personales.

―Tipo de sangre. ―murmuré, respondió sin prestarme mucha atención por estar observando la puerta donde se leía el nombre de la doctora. ―Joaquín. ―musité tomándole por la barbilla para que me mirara solo a mí. ―No tienes nada de que preocuparte, el guisante está bien y no creo que nos castigue por no haber venido antes, todo va a estar bien.

― ¿Vas a estar conmigo todo el tiempo? ―asentí estirándome para dejar un beso en sus labios y envolverlo finalmente con mi aroma, esperando que le sirviera de algo, suspiró profundamente y empezó a responder las preguntas con algo más seguridad.

― ¿Enfermedades de trasmisión sexual? ―frunció el ceño mirándome confundido y me reí negando antes de poner una marca en la respuesta. ―Creo que estamos bien en eso. ―musité guiñándole un ojo causándole una ligera sonrisa y mejillas sonrojadas, la doctora salió del consultorio llamándonos por el nombre de Joaquín y tomándole de la mano le seguimos dentro.

―Buenos días, pónganse cómodos, en un momento estaré con ustedes. ―exclamó sonriente señalándolos los lugares frente al escritorio, había una pequeña puerta al final de la oficina donde suponía tenían todo para la revisión y la doctora se perdió ahí durante unos minutos. Al regresar nos dedicó otra sonrisa y tomó asiento estirando el brazo para que le entregáramos las formas. ―Supongo que tú eres Joaquín. ―musitó mirando a mi castaño que asintió con un intento de sonrisa. ― ¿Por qué estás nervioso?

MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora