El ático

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Joaquín POV

Al regresar a la habitación me encontré con que Emilio había tomado a nuestro Guisante para llevarlo a la cama durante el rato en que no estuve con ellos y ambos dormían cómodamente en el centro de ésta, su rostro, aunque pacifico, estaba marcado por el cansancio de los últimos meses, tenía grandes ojeras bajo sus ojos y parecía más pálido ahora que cuando nos conocimos. Los chicos tenían razón, el sofá no era un lugar adecuado para dormir por tanto tiempo, si lograba convencerlo de que mudarme al ático era una buena opción, podría regresar a su cuarto y quizás eso le quitaría un poco del peso que llevaba sobre sus hombros, podría descansar propiamente y confiaba en que una vez supiera que había hablado con los chicos, dejara de preocuparse al menos por una cosa.

Decidí dejarlo descansar un rato más, así que sin hacer mucho ruido volví a salir del cuarto rumbo al ático, lo cierto era que nunca había subido a ver que tan mal estaba y necesitaba saber que le estaba proponiendo a Emilio antes de hacerlo, si subíamos juntos solo para encontrarnos con un desastre que no tendría forma de arreglarse, se negaría de inmediato. Las escaleras rechinaban en cada escalón y el pasillo hasta la entrada era muy oscuro, pero no creía que fuera para tanto, tendría cuidado al subir y pondría un foco para iluminar un poco más.

Me costó un poco abrir la puerta por el montón de cajas que había detrás de ella, pero finalmente logré entrar a la habitación, era mucho más grande que el resto de los cuartos de los chicos, aunque con las goteras, la ventana rota, los pisos húmedos y los cientos de cajas con cosas desconocidas dentro, iba a ser complicado convencerlo de que esto era una buena idea. Podía limpiar el lugar mientras el Guisante dormía, pondría botes debajo de las goteras para que el piso dejara de mojarse y buscaría a alguien que supiera arreglar goteras mientras tanto, pero incluso con eso dudaba que Emilio viera el mismo potencial que yo.

― ¡Joaquín! ¡¿Estás allá arriba?! ―me había agachado a revisar un montón de cajas en una esquina y su grito me tomó por sorpresa como si hubiera salido de entre las cajas, suspiré poniéndome de pie y limpié el polvo de mis pantalones. ― ¿Joaquín? ―antes de poder darle una respuesta su cabeza se asomó por la puerta y solo pude dedicarle una sonrisa incomoda. ― ¿Qué estás haciendo aquí?

―Quería conocer el ático. ―musité con las mejillas ligeramente sonrojadas, no llevaba al Guisante con él, pero lo confiaba en que lo había dejado en un lugar seguro antes de subir a buscarme, sin embargo, su rostro parecía crispado, como si llevara demasiado rato buscándome y al escuchar mi vaga respuesta frunció profundamente el ceño.

― ¿Por qué? ―murmuró cruzándose de brazos y mirándome confundido.

―Hablé con los chicos sobre lo que paso ayer. ―comencé acercándome hasta quedar a unos pasos de distancia, jugando con las puntas de mis dedos tratando de mantener la calma. ―Llegamos a un acuerdo, ellos dijeron que no volverían a decir cosas feas y yo les prometí que encontraría la manera de que pudieras descansar de verdad. ―musité, meditando cada una de las palabras que salían de mis labios, Emilio tenía la costumbre de saber exactamente lo que le pediría después y no quería darle demasiados detalles, pero al levantar la mirada él ya estaba negando con la cabeza. ―Ni siquiera has escuchado mi idea.

―No necesito que me digas tu idea, no vas a dormir en el ático. ―masculló con seriedad, observando de reojo la habitación. ―Apenas han pasado tres meses desde el nacimiento del Guisante, necesitas la habitación más que yo y dudo que dormir en un cuarto con goteras, cuya única ventilación es una ventana rota, sea bueno para ti o para nuestro cachorro. Así que no.

―Ya estoy bien, como todo lo que me das y ya no tengo sueño todo el día. ―murmuré rápidamente, la doctora nos había dado el alta hacia tres semanas y estaba en perfecta salud ahora. ―No vamos a mudarnos así nada más, lo voy a arreglar. Puedo limpiar todo esto mientras el Guisante duerme y todavía tengo el dinero de la cuna, conseguiré a alguien que reparé las goteras. ―añadí señalando el espacio como si tuviera una idea exacta de como quedaría, aunque la realidad era una muy diferente. Le había dado la espalda en el proceso con la intención de que no me viera a los ojos y descubriera que la renovación me había puesto nervioso apenas cruce la puerta, creí que estaba funcionando cuando se quedó en completo silencio, hasta que su aliento chocó con mi cuello erizándome completamente la piel.

MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora