2: Mi único amor.

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  Japón se sentía tan nuevo para él después de tanto tiempo fuera. Eiji tenía nostalgia, estaba preocupado por Ash, necesitaba saber de él.

  Desde hace días su mamá lo notaba tan bajoneado y sin ganas de comer o dormir bien. Sabía que era por aquel chico rubio del cuál le habló Ibe.

— Hijo, te hice un sándwich, comételo por favor.

— Muchas gracias, mamá– Respondió sin apartar su vista del celular. Lo más probable es que Ash no le marcaría más, ¿por qué se enamoró de alguien tan terco?. Agarró el sándwich y se lo metió a la boca, sabía riquísimo.

  Su mamá cambió su semblante preocupado a uno de felicidad, y dandole un beso en la mejilla a Eiji, salió de la habitación.

¿Qué haría ahora? Estaba tan acostumbrado a la adrenalina de andar tras Ash y meterse en cosas peligrosas que Japón se le hacía aburrido. Buscó su maleta y de allí sacó unas cuántas fotos. Eran fotos que le había sacado a Ash durante toda esa aventura que fue estar en New York. Realmente lo extrañaba, quería verlo, abrazarlo.

— No voy a poder sacarte de mi cabeza fácilmente,¿eh?— Dijo en voz baja el pelinegro. Su celular sonó del otro lado de la habitación y saltando casi en una pata de la emoción atendió.

   Era su tía Ayaka, su emoción se apagó.

¡Eiji! No me dijiste que ya estabas acá — Se la escuchaba igual de alegre que siempre.

— Perdón tía, hace días que vine pero la verdad... aún no visité a nadie— Intentó sonar animado.

¿Cómo así, niño? No te lo permito. Hoy mismo voy para allá a buscarte y salimos a pasear un rato, ¿puedes?

  No estaba de ganas, pero tampoco podía negarse. Tal vez salir y tomar aire, volver a ver al resto de su familia y cosas por el estilo, le ayuden a no pensar tanto en Ash. Él era un chico bastante fuerte y sabía defenderse solo, no necesitaba que Eiji se preocupara por él ahora. Se sintió idiota en el momento.

— Claro tía, me preparo— Sonriendo, colgó la llamada y se dirigió a guardar las fotos que estaba mirando para poder buscar lo que se iba a poner esa tarde. Se iba a divertir, su tía era una persona bastante simpática de tratar.

  La tarde pasaba súper bien. Fueron a la casa de los abuelos de Eiji, al parque de diversiones, al centro comercial y ahora se dirigían al templo.

Al llegar, ambos se arrodillaron y comenzaron su oración individualmente.

"Por favor Dios, protege a Ash dónde quiera que se encuentre y guíalo en lo que sea que esté haciendo con su vida ahora".

  Las lágrimas recorrieron su rostro rápidamente. 

— Corazón, ¿estás bien? — Preguntó la mujer que estaba a su lado, bastante preocupada porque su sobrino se haya puesto a llorar de la nada. Luego de unos minutos, el chico habló.

— Tía, ¿alguna vez amaste a alguien tanto que sentías que sin su presencia tu vida no tenía el mismo sentido?

Esa pregunta claramente sorprendió a la mujer. Se limitó primero a sonreírle y secarle las lágrimas.

— Sí, me pasó con mi ex esposo. Cuando falleció, incluso intenté suicidarme para ir con él, no es algo de lo que esté orgullosa sinceramente.—Pensó con nostalgia— ¿Y tú? ¿Tienes a alguien así?

— Un chico que conocí en América. Es tan bueno en todo; tan alto, apuesto, inteligente, pero en el fondo sigue siendo un niño. Su historia me llegó tanto que pensé en protegerlo de todo mal—Suspiró— Al final, él terminó protegiéndome a mí. Y... — Sus ojitos se volvieron a llenar de lágrimas, y con un hilo de voz siguió— No pude despedirme cómo debía de él.

  Ayaka tenía una seriedad bastante visible en el rostro. Nunca había visto a su sobrino de esa forma, ni siquiera cuando se lesionó y dejó de hacer el deporte que tanto amaba. No encontraba las palabras para consolarlo. Sólo lo envolvió en sus brazos con fuerza y dejó que el chico llore todo lo que necesitaba llorar.

  Luego de unos quince minutos aproximadamente, todo volvió a calmarse. Se fueron del templo y de camino a casa, Ayaka volvió a hablar.

— Tengo ganas de hacerte más preguntas, pero no sé si sea apropiado.

—¿Qué quieres saber, tía?

*
*
*

  Una semana pasó de aquel día. Todo estaba yendo normalmente. Eiji se decidió por entrar en la facultad de fotografía y volver a ejercitarse. Iba a continuar su vida como pudiera, aunque no negaba que de vez en cuando se le venía la pregunta de "¿qué estará haciendo Ash?" A la mente.

Ayaka no dejaba de molestar a Ibe. Después de ese día dónde el chico se desahogó con ella, quería saber más sobre aquel rubio que se robó el corazón de su sobrino.

  No iba a permitir que su tan amado Eiji sufriera lo mismo que ella. Y por lo que Ibe le contaba, no creía que el muchacho tuviera mucho que perder si dejaba atrás New York.

—¿Y bien? ¿Qué sabes de él hoy?

— Me contacté con un amigo de ahí y me dijo que Ash estuvo internado unos días por una puñalada que recibió. Pero que ayer le dieron de alta.

—¿Qué? — Exageró la "e".

— Cómo dije, no creo que sea el momento de traerlo aquí. Eiji ya se expuso demasiado al peligro, y Ash es terco cuando se trata de protegerlo. Dudo que quiera venir— Hablaba como si tuviera toda la razón del mundo, y eso molestó a la mujer— ¿Por qué me miras así, Ayaka?

— Ni siquiera lo intentaste y ya te estás echando para atrás, ¿Acaso no quieres la felicidad de Eiji?

— Sí, pero‐

— Ese chico es su felicidad, Ibe— Aquello le llegó al hombre, porque sabía que tenía razón.

— Bien, le diré a Max que hable con él sobre la idea que tienes.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora