7: Tarde de visita

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  Hoy iría la tía Ayaka de visita. Quería conocer al chico rubio que le robó el corazón a su sobrino. Y estaba preparando incluso regalos para llevarles.

—¿Ibe- San vendrá contigo?— Preguntó Eiji por teléfono — Lo extraño bastante.

  Para Eiji, Ibe era como un padre. Cuando él y su hermana eran pequeños una enfermedad de los pulmones se llevó a su papá. Así que era bastante afortunado de tener a alguien como el señor Ibe, pero últimamente él andaba con muchos trabajos y ya no podía contactarlo.

— Hoy Ibe tiene una reunión importante, ya sabes, agitado de trabajo como siempre.— Eiji se entristeció un poco.

— Bueno, te espero entonces tía— Colgó la llamada y arregló el lugar para recibirla.

—¿Quién vendrá?— Dijo Ash, más perdido.

— Mi tía, la mujer que planeó que vinieras a vivir conmigo.

— Entonces voy a poder agradecerle personalmente— El tono de voz de Ash cambió a uno más meloso, y se acercó a abrazar por la cintura a su lindo japonés. Colocó su cabeza en su hombro derecho y le besó el cuello. Eiji estaba por explotar.

— Alguien nos puede ver.

—¿Y?

—¿Cómo que "y"?

— Eiji, ¿Crees que todavía no captaron? — Terminando Ash de decir esto, se dio cuenta que estaba abrazando a un tomate humano más que a su Eiji— Qué fácil eres. — Se burló.

— ¡Cállate!

  De repente sonó el timbre de la casa y arruinando el momento, tuvieron que salir afuera a recibir a la tía Ayaka.

—¡Tía! — Llamó la niña, abrazándola.

— Aiko, estás hermosa hoy— Sacó un paquete pequeño de la bolsa que traía— Este pequeño regalo es para tí, espero que te guste.

— ¡Ay, muchas gracias!— Terminando de prácticamente gritar aquello, corrió a su habitación a ver qué era el regalo.

— Hola, tía— Habló Eiji, ahora siendo él quién diera el abrazo.

  La sonrisa de la mujer no se borraba con nada. Le dio también un pequeño paquete a Eiji y buscó con la mirada al chico rubio.

— ¿Dónde está tu novio?

  Eiji quería gritar ahí mismo de la vergüenza. ¿Cómo se le ocurría decir algo así?¿Ash habrá escuchado?. Sonaba muy lindo el "tu novio", pero no era su novio así que estaba mal.

Bueno, al menos no todavía.

— No es mi novio.— Corrigió.

— Tu enamorado entonces.— Insistió su tía.

— Un gusto, soy yo.– Se presentó campante Ash, saliendo de la nada en la conversación. Porque sí, había escuchado todo lo anterior.

— ¡Al fin te conozco!— Suspiró la mujer, exagerando un poco su reacción— Eres bastante bello, se nota tu poco nivel en el idioma japonés también— De acuerdo, aquello le dolió.

— Gracias, supongo. — Respondió, observando de reojo las ganas de reírse que Eiji se estaba aguantando.

— No hay nada qué agradecer, toma— Le entregó un paquete, así como anteriormente hizo con sus sobrinos— Para darte la bienvenida a Japón, tu nuevo hogar.

Aquello le conmovió en demasía. Nunca le habían dado algo tan valioso.

  Sonaba dulce, incluso esperanzador para alguien como él escuchar "tu nuevo hogar" como si no fuera la primera vez que sentía cómo era un hogar realmente.

— De verdad, muchas gracias... por todo.

La mujer sonrió dulcemente. El chico era el indicado para su sobrino, tenía todo lo que se buscaba en alguien de su edad, tal vez hasta más maduro. Era alto, rubio, amable, no hablaba bien japonés, pero eso era lo mínimo. Parecía un ángel.

Entró a de la casa, y fueron todos a la sala para platicar un poquito más. A medida que pasaban las horas, a ella le encantaba aún más aquel americano. Qué buen gusto tenía su sobrino.

— Son perfectos juntos— Soltó de la nada, dejando a un Eiji confundido y a un Ash feliz.

— Ya vas a empezar, tía. —Se burló la menor.

— Pero Aiko, míralos. Se complementan bastante bien.

—Mejor almorcemos ya— Cambió de tema el pelinegro. Su cabeza no daba más.

—¿Qué hacías en New York, Ash?— Cabe destacar que Ayaka era bastante curiosa.

— Dirigía pandillas y mataba mafiosos narcotraficantes pedófilos— La tía casi se atraganta con lo que sea que estaba masticando. Si algo tenía el rubio, es que era bastante sincero— Así conocí a su sobrino, tierna historia de amor, ¿verdad?

   Unos minutos de silencio se presentaron, para luego venir Eiji a servir el almuerzo. Tratando de volver al ambiente de antes.

— ¡Hora de comer!.  Mamá cocinó hoy, pero tuvo una urgencia en el trabajo y no pudo quedarse.

— Ya veo, bueno que aprovechen.

  Todos comenzaron a comer, completamente en silencio. Luego de unos minutos se levantaron a lavar los platos y ordenar la mesa.

—Bueno... ¿les gustó el regalo que les traje?

—¡Yo aún no lo abrí!– Exclamó Eiji, acordándose de repente— Y tú tampoco, Ash.

— Abrámoslo juntos, entonces.

— Yo sí, tía Ayaka. Me encantó el collar, tenía una sirena— Aiko era una fanática de las sirenas y cosas fantasiosas. Por lo que siempre le alegraba que le regalaran cosas con esa temática.

   Ash y Eiji abrieron juntos las cajitas. Y a ambos les pareció un gesto muy bello por parte de Ayaka.

— Es una pulsera... me encanta.

— Pero,¿ya viste lo que tiene escrito? — Su tía había planeado hacer pulseras iguales para ambos chicos, y mandar escribir en ellas la frase de Eiji. Porque sí, Eiji le había contado lo que escribió en aquella carta antes de viajar a Japón.

  Ash se puso tan sentimental, quería abrazar a su pelinegro y llenarlo de besos (cosa que no podía hacer en público porque se consideraba mala educación). Pero aquella frase escrita en las pulseras, le trajo tal nostalgia que sus ojitos se pusieron llorosos. ¿Quién pensaría que ahora estaban viviendo juntos?— Es el mejor regalo, sin duda alguna. Gracias.

Acto seguido se colocó la pulsera en la muñeca. Eiji solo podía mirar con una sonrisa.

"Mi alma siempre estará contigo" Decía la frase, más ahora sentía que era completamente del rubio. Más que alma, cada centímetro de su cuerpo ya le pertenecía. No necesitaba tocarlo o besarlo para reclamarlo, ese pacto era mutuo desde hace mucho tiempo.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora