6: Cocinar no es lo mío.

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  —¡Aiko!— Llamó el mayor, a lo que recibió un bufido de respuesta— Mira cómo dejaste la cocina, ¿qué va a decir mamá cuando regrese?

— No es para tanto, sólo estaba probando unas recetas que quería subir a internet.— Bufó la menor.

— Pero no te funcionaron, así que debiste limpiar este desorden— Le dio el trapo que tenía en la mano a su hermana y en tono autoritario, siguió— Limpia esto, ahora mismo.

— Yo te ayudo, si quieres— Salió de repente a decir el chico rubio, a lo que la niña asintió.

— Bien, voy a ir a traer verduras de mi huerta. Cuando regrese quiero encontrar esta cocina ordenada.

— Ni que fueras mi mamá— Reprocharon ambos.

  Ash se encargaba de lavar los platos y demás cubiertos, mientras Aiko limpiaba el horno, la cocina a gas y el estante. Así, les tomó como una hora terminar de limpiar, pero Eiji todavia no regresaba.

— ¿Qué estará haciendo?— Se preguntó algo preocupado, el rubio.

— Su huerta no es tan grande, así que no sé. Deberíamos ir a verlo— Sugirió la niña, y ambos asintieron a la par.

  Salieron hasta la parte trasera de la casa, recorrieron el largo jardín de flores que tenía el pelinegro, para luego terminar en una pequeña huertita al costado izquierdo del patio. Habían lechugas, tomates, acelgas, apios y... ¿calabazas?

Ash se tornó pálido. Así que sí había puesto calabazas en su huerta.

— Eiji me quiere matar— Suspiró, poniendo su mano en la sien.

— Él no está aquí, no entiendo.— Se preocupó la niña, haciendo que el rubio comience a activar su sistema de protección. Como no tenía arma, usaría algún utensilio de la huerta de Eiji o simplemente lucharía mano a mano con quien fuera que... —Volvamos adentro. Tal vez ya fue a vernos y nosotros aquí buscándolo— Le sacó de sus pensamientos.

  Para sorpresa de ambos, tampoco estaba dentro de la casa. Ambos estaban pensando lugares a los que podría ir. Buscaron en el baño, su habitación, la habitación de Ash, la de su mamá, el garaje, la sala, y nada.

  El rubio ya estaba pensando en las peores posibilidades existentes: primero,  estaba la mafia, que quería venganza y por eso secuestró a Eiji; segundo, estaba la posibilidad de que el pelinegro haya tenido un accidente y caído dentro de un pozo o algo parecido; y tercero...

—¡Chicos, vengan a comer!— Esa voz no le dejó terminar de calcular.

—¡¿Eiji?!— Dijeron ambos al mismo tiempo. De la cocina, y con una linda bata, salió el japonés, confundido por la mirada de los otros dos.

— Pensé que algo malo te había pasado, idiota— Regañó Aiko, dándole un golpecito para nada fuerte en el hombro.

Ash se limitó a poner un gesto feo, algo desconcertado.

— Cómo aún seguían limpiando, dije que iría al supermercado a comprar algunas cosas. Cuando llegué, vi que ya no estaban en la cocina y pensé que regresaron a sus habitaciones. ¿Qué es ese gesto, Ash?—Observó al rubio, como en reproche, pero rápidamente sonrió al recordar algo — Ah, sí, les hice una torta.

  Los ojitos verdes y marrones de ambos chicos se iluminaron, haciendo que olviden todo lo anterior. Corriendo fueron a sentarse en la mesa, y Eiji les sirvió el pedazo de torta a cada uno. Estaban los tres demasiado felices.

— Hace tiempo no como algo así — Dijo Ash, halagando el postre. El recién mencionado se sonrojó.

— La última vez que te cociné algo, te quejaste— Reprochó en broma, a lo que el contrario casi se atraganta con la comida.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora